¿Por qué cambió todo lo que esperábamos sobre el mundo del trabajo este 2021?

Con el teletrabajo y los códigos que ha impuesto la pandemia, han surgido nuevas prioridades en el entorno laboral. Aquí contamos las historias de tres personas que decidieron dar un giro en sus carreras y que, según relatan, después de vivir una pandemia, ya no son los mismos de antes.




Después de vivir una situación límite como una pandemia, es inevitable entrar en una serie de cuestionamientos existenciales. ¿Es este el sistema en el que quiero trabajar? ¿Me interesa vivir así? ¿Cómo puedo armonizar mis labores profesionales con mis necesidades personales? Cuando las personas están en una oficina trabajando a tiempo completo, no queda mucho espacio para ese tipo de preguntas, pero con un confinamiento obligatorio y un reordenamiento de las dinámicas, pensar en estos términos era cosa de tiempo. Hoy, muchas y muchos no están dispuestos a volver atrás y esa flexibilidad que entregó el teletrabajo -en algunos casos- llegó para quedarse.

Así lo confirma la encuesta Personas y trabajo 2021: Una vista de la fuerza de trabajo global, realizada por la empresa de recursos humanos ADP Research Institute, que dio cuenta que un 55 % de los trabajadores afirma que la flexibilidad tendría un impacto en su decisión de permanecer en un puesto. Asimismo, el sondeo -que contó con una muestra de más de 30 mil trabajadores de 17 países, entre ellos Chile- sostuvo que un 75 % de la fuerza de trabajo global ha realizado cambios o planes para cambiar su estilo de vida post pandemia, una cifra que asciende al 85 % cuando se trata de la Generación Z (18 a 24 años). Sin embargo, no todo es color de rosas; las horas extras no remuneradas aumentaron a un promedio de 9,2 horas por semana y un 67 % se vio obligado a compatibilizar, en el mismo espacio, trabajo y vida personal.

Para quienes no han visto aumentadas sus obligaciones en el trabajo de cuidados y doméstico no remunerado, parece ser que el teletrabajo ha sido una buena alternativa, ya que permite desde ahorrarse los largos traslados a la oficina, hasta hacer un poco de ejercicio a la hora de almuerzo, o ir al doctor durante la mañana. “Hay un porcentaje importante de personas que están transitando hacia estos espacios más flexibles, sobre todo entendiendo que es posible hacer el trabajo de otra manera. En eso, la pandemia fue clave porque nos ayudó a derribar grandes paradigmas. Hoy, las personas se están dando espacio para incorporar necesidades que antes no eran tan evidentes como, por ejemplo, el tiempo libre. Y no solo eso; muchos han redescubierto relaciones en este período que no quieren perder, ya sea con los hijos, padres o amigos. Entonces ¿cómo logras mantener esos vínculos en un escenario en el que el trabajo es igualmente demandante? A ese tipo de cosas las empresas tienen que ser cada vez más sensibles”, sostiene Raúl Berríos, doctor en Psicología y académico del Departamento de Administración de la Universidad de Santiago.

Quizás, un ejemplo más radical de esta tendencia es lo que pasó en Estados Unidos con la denominada “Gran Renuncia”. Este fenómeno -que fue acuñado por el profesor Anthony Klotz de la Universidad Texas A&M- da cuenta del éxodo masivo del mundo del trabajo, a raíz del descontento (develado con la pandemia) con el sistema laboral. Según datos de la Oficina de Estadísticas Laborales de Estados Unidos, 4,4 millones de estadounidenses renunciaron a sus trabajos en julio de 2021. Y, aunque en Chile no se ha dado un evento de estas características -más bien, ha ocurrido lo contrario-, las personas sí están buscando nuevas oportunidades de desarrollo personal, más allá de lo puramente profesional.

“Las prioridades que actualmente se están observando en las personas que están buscando empleo se vinculan con tener tiempo para estar en aquellas fechas familiares importantes, pero también buscan lugares en los cuales exista un buen ambiente, en el que se dé una conciliación de la vida laboral y personal, donde se otorguen posibilidades de desarrollo, pero no a costa de perder todo lo que han ganado en autonomía y en la posibilidad de crear sus propios horarios”, sostiene la psicóloga organizacional Lissette Provoste, gerente de Desarrollo, Personas y Cultura de la plataforma Trabajando.com.

¿Cómo es dar un giro en lo profesional para priorizar el bienestar? ¿Se pueden compatibilizar ambas demandas? ¿Qué se siente pasar de un trabajo sobre exigente a un sistema flexible y más armonioso con la vida personal? Aquí conversamos con tres personas que, gracias a la pandemia, hicieron ese cambio.

Marianela Carrasco (59): “Me levantaba todos los días pensando ¿Cómo me saco esta mochila de encima?

Hacer un cambio radical para encontrarse consigo misma. Eso fue lo que le pasó a Marianela Carrasco (59) cuando, en plena pandemia, se dio cuenta que su trabajo ya no le hacía sentido. Llevaba trabajando 12 años para una empresa exigente, donde -relata- no solo tenía que cumplir con metas, sino que hacer propuestas y presentaciones que tenían que salir ‘a la perfección’. Con el paso del tiempo, ese ritmo que al principio le parecía interesante, le empezó a pasar la cuenta. “Creo que de manera inconsciente decreté que quería salir de ahí, porque no daba más. Quería hacer cosas diferentes, empezar a vivir porque nunca me había dado los espacios para hacer eso. Siempre andaba corriendo y urgida de tiempo”, cuenta.

Como llevaba varios años trabajando, Marianela -diseñadora de profesión- cuenta que no podía darse el lujo de perder el finiquito. Por eso, esperó paciente a que la despidieran de la empresa donde se desempeñaba. “Me levantaba, todos los días, pensando ¿Cómo me saco esta mochila de encima? ¿Cómo? Se sentía como una telaraña donde no puedes salir y estás atrapada por todos lados”. Fue una espera eterna que tuvo su término cuando un día la llamaron por teléfono para avisarle que la iban a desvincular. Ese deseo, que por tantos meses llevaba masticando en silencio, se hacía realidad. “Igual me afectó la noticia, pero la pena me duró un día. Al día siguiente, me sentía como un palomo: libre a la vida. Me acuerdo estar sentada en el sillón, tomando sol y pensando qué rico, es lunes y me estoy levantando a esta hora. Hice una catarsis profunda en ese momento donde me revelé y no quería hacer nada. Mi expectativa de vida por 3 o 4 semanas fue; descansar, dormir y comer. Me dejé estar un rato”, dice y agrega: “Yo creo que las cosas se dieron perfectas porque me echaron justo en ese proceso de quiebre de esquemas, de introspección y donde pensaba cómo sacarme este mochilón”.

Después de un mes de descanso, Marianela empezó a replantearse qué era lo que realmente quería hacer con su vida, hasta que en medio de ese camino, una amiga le recomendó asistir a un taller de mindfulness. Ahí parece que todo volvió a cobrar su curso. No solo comenzó a meditar, sino también a hacer deporte y se inscribió en un taller de orfebrería que, asegura, era su deuda personal. Sin embargo, sabía que volver al mundo laboral, tarde o temprano, iba a ser una realidad. Esta vez, como ya tenía claro lo que no quería, se dedicó a buscar trabajos que se adaptaran a sus necesidades. “Encontré un trabajo en el que vendo un producto de mascotas. Me gusta mucho porque es entretenido, tiene un horario flexible, y me permite generar ingresos para hacer mis cosas. Es un sistema totalmente diferente”, sostiene.

A pesar de que ha sido un proceso largo, Marianela no se arrepiente. Dice que ahora se conoce mucho mejor a sí misma y que entiende que, antes que el trabajo, están su bienestar y salud mental. “Antes de la pandemia, siempre fui de mucha estructura: de trabajo, de presionarme, de ponerme metas. Pero después de la pandemia, mi vida se enfocó desde otro lugar y me cambió todo ese esquema”.

Aristeo Andrés (31): “No tengo seguro cuánto ganaré mes a mes, pero estoy probando para encontrarme con el sueño de vivir una vida con más equilibrio”

Llevaba 4 años trabajando como periodista en medios de comunicación cuando llegó un momento en el que sintió que ya no lo hacía feliz. Aristeo (31) cuenta que la pandemia removió por completo sus prioridades, aunque su crítica al mundo laboral era algo que le venía resonando hace un buen rato. “Me había cuestionado siempre el basar mi vida en el trabajo y que no me quedara tiempo para hacer las cosas que me gustan, como la cocina. Si uno lo mira en suma y resta, sabía que habían otras opciones y, como con la pandemia se redefinieron los tiempos, pensé que tenía que empezar a experimentar en nuevos campos”.

Esa exploración comenzó apenas lo despidieron de su lugar de trabajo en septiembre de 2020. “En ese minuto, pensé ¿Qué hago ahora? ¿Busco un trabajo en este modo telemático? ¿Me interesa realmente ese sistema? Porque no me hacía sentido trabajar estando solo o en reuniones donde nadie prende la cámara. Ahí pensé en que tenía que probar mi propio camino”. En esa búsqueda, Aristeo hizo de todo: desde cocinar pizzas en San Pedro de Atacama hasta trabajar de bartender en un bar del centro de Santiago, o incursionar el mundo de Cornershop. “Intenté sacarle partido a todo lo que me diera libertad y también la posibilidad de manejar mis tiempos. Esas cosas me hicieron pensar: ¿Para qué voy a volver a un sistema tan estricto que te tiene atado a una empresa todo el día? Además, con el panorama mundial, pensaba de qué te sirven todos los beneficios de un contrato, si ves en cuestionamiento otros temas como el cambio climático o la vejez. Como antes trabajaba con más intensidad, no podía pensar mucho en esto. Ahora creo que, como los juicios están más alejados, hay más apertura para la exploración en lo laboral”, afirma.

Para Aristeo, cambiar sus prioridades ha significado un aprendizaje que no ha estado exento de vaivenes. A pesar de ello, cuenta que se queda con la idea de resguardar estos espacios porque, sabe, concuerdan con un nuevo estilo de vida que, por ahora, no quiere transar. “Todo lo que me fue pasando en lo laboral, me fue llevando a pensar en qué pasa si veo la estabilidad como la inestabilidad. Eso se ha transformado en un mantra para mí porque no tengo seguro cuánto ganaré mes a mes, pero estoy probando para encontrarme con el sueño de vivir una vida con más equilibrio. Tengo el optimismo de que algo mejor va a salir de lo que pude haber obtenido siguiendo este camino más ‘normal’, que es ser dependiente”, finaliza.

Belén Escobar (22): “Estar encerrada por la cuarentena me dio más valentía para cambiarme de pega”

Belén Escobar (22) recuerda el día que defendió su título de Publicidad, sentada en su casa, frente al computador. Si terminar la universidad de esa forma ya era extraño, trabajar por primera vez, vía Zoom, lo era más aun. Sin embargo, con esta modalidad impuesta por la pandemia, no tuvo más alternativa. Comenzó a hacer su práctica profesional en una agencia que, por su buen desempeño, le ofreció quedarse trabajando ahí. Pero ni las reuniones online ni la posibilidad de ahorrarse los traslados la salvaron de entrar al intenso ritmo del mundo publicitario. “Aunque me pude adaptar bien, sentí una fuerte presión en mi salud mental porque estaba desde mi casa haciendo todo. Me costó mucho separar lo del trabajo con lo privado. Eso fue un gran tema, y tuve que ir solucionándolo en la medida que me pasaba”, cuenta.

Como era una nueva realidad para todos, Belén cuenta que la agencia donde trabajaba fue comprensiva con el tema de la salud mental de sus compañeros porque, como ha pasado en muchos rubros, no era la única con ese tipo de problemas. “En la universidad asumía que el trabajo en agencia era reventarse y que no se cuidaba la salud mental. Se supone que había que apañar porque así era el sistema. Pero en pandemia nosotros tuvimos reuniones para conversar sobre lo que estábamos viviendo. Se daban esas instancias, donde muchos decían que estaban superados y no podían hacer muchas cosas del ámbito creativo. Creo que el vivir el encierro todos juntos nos dio la posibilidad de hacer conversaciones más colectivas”, reflexiona.

Sin embargo, en ese intertanto, a Belén le llegó una oferta desde el mundo universitario; se trataba de una pasantía académica en el Mirador de las Comunicaciones, una iniciativa de la Universidad de Los Andes y la Asociación Chilena de Agencias de Publicidad. Con esto, ya no tendría que estar a tope trabajando, sino entrar en un ritmo diferente, mucho más pausado. Y aceptó. “Estar encerrada por la cuarentena me dio más valentía para cambiarme de pega. En general me considero una persona que busca estabilidad en sus rutinas, y me cuesta cambiar eso. Entonces el estar en mi casa, me quitó ese miedo del quiebre de lo establecido porque sabía que igual iba a estar en mi computador trabajando, solo que haciendo otras cosas”, cuenta. “Este tiempo me ha permitido, más que casarme con un camino, probar muchas cosas y eso ha sido súper bueno. Antes no pensaba que podía ser así porque cuando sales de la universidad, en un contexto normal, lo lógico era agarrar pega, ganar plata y ser adulto. Gracias a esta nueva realidad, me he dado la licencia de tomar las oportunidades que me han ofrecido, aunque no necesariamente esas oportunidades van a ser mi carrera”.

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