Por qué es importante el enfoque de género en las residencias de protección: “A las niñas les cuesta mucho verse como víctimas, aunque para nosotros resulte evidente”




La filósofa Hannah Arendt señala que el pensamiento comienza después de que una experiencia, de verdad, sacude nuestra mente. Según sus autores, el libro Ser niña en una residencia de protección en Chile, surge justamente de observar cómo viven niñas y adolescentes en estas residencias; y fue esta realidad la que, en su caso, dio paso a un nuevo pensamiento. Uno que pone en el centro de la discusión no solo lo que ocurre en dichos espacios, sino que lo que viene antes, cuando se preguntan ¿qué significa ser mujer en Chile? Y es que las niñas y adolescentes, todas, pero especialmente aquellas que están en el cruce de la pobreza, que es en sí una vulneración, sumado a otras vulneraciones que las introducen en el precario sistema de cuidado alternativo, están en el comienzo de un camino que, de no ser redireccionado, las empujará a la ausencia de autonomía, poder y vínculos sociales significativos. Muy probablemente, como vivieron linajes previos, de madres y abuelas.

Así lo explica el prólogo de este libro –una investigación del Hogar de Cristo– que pone el acento en patrones que se repiten una y otra vez: El abuso sexual, la incidencia del consumo problemático y la explotación sexual comercial infantil. “Es el loop para sobrevivir en un contexto en el que la intersectorialidad falla, donde el sistema educacional, de salud, de justicia, las policías y el sistema de protección no logran articular una respuesta activa y consistente que dé alguna garantía sobre la idea de que salir de ese círculo no las dejará más desprotegidas de lo que estaban”, explica Carlos Vöhringer, director técnico nacional y psicólogo del Hogar de Cristo.

Cuenta además que esta investigación surge luego de que, a través de la obtención de algunos recursos para mejorar algunas residencias e implementar en ellas un programa piloto, con un sistema calificado, con casas bien ubicadas, con mejores equipos y estándares técnicos, las niñas y adolescentes igualmente quedaban en desprotección y eso tenía que ver con un sistema global que no está coordinado ni en sintonía con las vulneraciones que viven.

¿Qué situaciones los hicieron darse cuenta de esto?

Al poco tiempo de cambiarse a estas nuevas residencias, las niñas vuelven a tener algunas conductas vinculadas a algún ámbito relacionado con la explotación sexual. Nos damos cuenta porque las niñas salen y llegan en horarios distintos al señalado; probablemente alguna empezó a llegar con algún estado alterado de consciencia o con ropa u objetos nuevos, y eso automáticamente entrega alertas. Lo que ocurre es que estas redes detectan a niñas que vienen de historias complejas, de abandono y traumas. Las identifican rápidamente. Pese a que las movimos, al poco andar las chicas estaban de nuevo involucradas en estas redes y eso da cuenta de que a pesar de que el modelo declaraba tener un enfoque de género, en estricto rigor ese enfoque no estaba plasmado para la necesidad que tienen esas niñas.

¿Cuál es el principal problema del modelo?

El problema es que en Chile no hay nadie que esté mirando esto. Son temas invisibles que no los ha levantado nadie y por eso quisimos hacer el libro. Lo que buscamos es entregar una mirada, hacer un diagnóstico y dar recomendaciones, pero también dar cuenta y denunciar sobre la interseccionalidad, este conjunto de desventajas que afecta a una población específica por ser mujer, además de ser menor de edad y además venir de contextos de mucha carencia. Todo esto se traduce en una enorme vulneración cuando se encuentran en el sistema proteccional.

“NO ES PROSTITUCIÓN”

Según Carlos, hoy todos deberíamos estar haciendo más: En el caso de los legisladores, que exista una ley que funcione porque –según dice– la que tenemos hoy no es ni siquiera mínimamente adecuada para estos temas; hasta cómo están investigando con estas herramientas las policías y las fiscalías, e incluso cómo el mismo Sename o el Estado están acompañando estos procesos desde las residencias. “Hoy el delito de explotación sexual no está tipificado en la legislación chilena. Hoy se da el contrasentido que las fiscalías tienen que investigar con lo que tienen a la mano y esto es ‘Facilitación y promoción de la prostitución infantil’, un término erradicado y anacrónico, de hecho, es un término que no se ocupa en ninguna parte, porque cuando uno habla de prostitución infantil, es como si las niñas pudieran elegir o decidir prostituirse, cuando lo cierto es que siempre son víctimas”, explica.

¿Por dónde partir, entonces?

Lo primero es que las herramientas investigativas y de legislación están atrasadas. Necesitamos una legislación moderna que ayude a proteger y reparar a las víctimas, pero de manera más rápida. Pero además se necesita un esfuerzo de coordinación más centralizado, un enfoque de género y un cambio cultural, donde se incluya el trato de las policías y de los jueces. Hay que tener en cuenta que estas niñas tienen muchas carencias y entonces, cuando llega un adulto que le entrega un bien material o algún elemento que considera positivo, la niña lo ve como “el pololo”, “el tío cariñoso” y le cuesta mucho verse a ella como víctima. Para llegar a eso hay que hacer un largo trabajo de reparación y me pasó ver que cuando algunas lograban denunciar, llegaban a la policía y el primer comentario con el que se encontraban era, por ejemplo, “qué podemos esperar, si mira como anda vestida”.

¿Para esto se necesita entonces enfoque de género?

Efectivamente. No podemos escaparnos de la cultura y sociedad en la que estamos y sin duda hay un sesgo enorme en los temas de género. Y esto pasa con nuestros propios equipos, el personal de salud, el personal de educación, es un problema transversal. Nosotros mismos, que trabajamos en esto, estamos dispuestos a ser autocríticos y a poner en la mesa esta dificultad interna a propósito de lo grave que es, por eso en el libro quisimos partir hablando de qué significa ser mujer, y ser mujer pobre en Chile. Hay que hacer un cambio más macro. De hecho lo que proponemos es que no pueden haber personas que trabajen con niñas, niños y adolescentes sin haberse capacitado en enfoque de género, es un desde.

Finalmente tiene que ver con dejar de poner foco solo en lo reparatorio y empezar a pensar cómo prevenir de verdad, sino –como señala Carlos– vamos a seguir llegando tarde. “Las niñas ya han sido vulneradas y las reparaciones, el trabajo terapéutico es mucho más complejo, porque el trauma está presente. Además son historias que se han repetido en sus madres, tías y abuelas y estas muchas veces son puestas en tela de juicio, como las responsables de lo que les pasa a sus hijas, que en lo estrictamente legal es así, pero no podemos dejar de lado el contexto y entender que ser mujer pobre en Chile, es tremendamente complejo y a ratos vulnerable”, concluye.

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