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Gandhi: la estrategia del liderazgo no violento

"El arma de la no-violencia" fue el discurso pronunciado por Gandhi el 7 de agosto de 1942 en el Congreso indio, en plena Segunda Guerra Mundial. Es un buen ejemplo del uso de la inteligencia contextual en el ejercicio del liderazgo y su lectura contribuye a rectificar la típica y errónea imagen visionaria del liderazgo de Gandhi. Este podía tener la cabeza en las nubes, pero los pies los tenía sin duda en el suelo.

Gandhi tenía presente, por un lado, la situación bélica mundial y los actores en juego, y era plenamente consciente de la delicadísima situación en la que se encontraba la parte británica. Contemplaba también, en segundo lugar, el contexto regional asiático en el que intervenían países como Rusia, China y sobre todo el belicoso Japón. Y, por último, mantenía su obsesión por la situación de su país, India, cruzada en aquel año por dos lógicas conflictuales coetáneas, la interna (en la que luchaba desde hacía años por conseguir la independencia de su país) y la regional (en la que, con una clarividente visión histórica de las revoluciones, temía que, combatiendo y debilitando aún más a Gran Bretaña, pudieran ser invadidos por Japón pasando así del fuego a las brasas).

Gandhi era también consciente de que aquella era la mayor campaña de su vida, a la que había dedicado ya 22 años, y sabía también que la oportunidad que se le presentaba era única pero plagada de peligros. Asistía, pues, a la "madre" de todas las batallas. Cualquier movimiento en falso en la dirección de sus acciones podía ser fatal para su pueblo. Con esta convicción, Gandhi se planteó dos únicos objetivos: la independencia de la India y el logro de la democracia como vía, esta última, de superación de la división religiosa entre hindúes y musulmanes que atravesaba a su país. Para conseguir estos objetivos, desarrolló una estrategia basada en dos elementos, provocar un cambio de mentalidad de su pueblo e impulsar a continuación su movilización total. El primer factor era el más difícil, ya que representaba un auténtico cambio de marco mental y axiológico basado en la vía de la no-violencia como camino para superar el odio hacia los británicos. Gandhi pretendía desplazar esa energía negativa del pueblo indio contra los británicos para concentrarla en el rechazo al modelo imperialista de gobierno. Su idea no era combatir personas, sino ideologías esclavizadoras y modelos de dominio y sometimiento políticos. Ese cambio de marco mental lo asoció, por lo tanto, a un cambio de valores de la población: la firmeza, la valentía, la unidad. A sabiendas de que ese tipo de cambios eran lentos y costosos, mientras que el momento exigía aceleración, Gandhi evitó ganarse el nivel profundo de la convicción en sus seguidores. No les pidió un credo, sino el desarrollo de una estratagema militar (sí, ¡militar!), y para ello presentó la no-violencia no como principio vital, sino como un método útil. Su mensaje fue claro, lograremos nuestra libertad luchando unidos y eso no incluye el odio, sino el sacrificio y la fortaleza colectivos. La filosofía de fondo del mensaje de Gandhi era bien clara, el principio de la lucha y la auténtica ventaja del luchador residen en la propia fortaleza interna. Sólo cuando el adversario descubre en su oponente esa determinación de ir hasta el final es cuando puede reconocer su victoria. Gandhi estaba emulando a Churchill en su particular combate contra Hitler.

El segundo motor del cambio, derivado del primero, fue la movilización de los seguidores. El liderazgo, para ser efectivo, tiene que servir para remover conciencias pero también para remover cuerpos. La lectura del momento llevó a Gandhi a la exhortación de no quedarse quietos. Su estrategia, aunque parezca lo contrario, era militar. Supo conectar la guerra del mundo libre contra Alemania y Japón con la "guerra" por la libertad del pueblo indio. Y lo consiguió.

(*) El autor es director de la Cátedra de Liderazgos, Esade-URL.

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