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De obras de arte, muebles y jarrones: el exclusivo mundo de las casas de remate en Chile

Las subastas, tras la pandemia, ya no son presenciales, pero las ventas han subido, dicen actores locales. A nivel global, el arte contemporáneo ha tomado cada vez más protagonismo, subiendo a valores récord. Lo mismo ha ocurrido en Chile: los pintores del siglo XIX y principios del XX han visto una baja en sus valores. Martilleros recomiendan adquirir obras de artistas de la misma generación que el comprador.

15/05/2024 FACHADA CLUB DE LA UNION MARIO TELLEZ / LA TERCERA MARIO TELLEZ

Son pocos y siguen de cerca los pasos de su competencia. En la industria de las casas de subasta, las más reconocidas son tres: Subastas Jorge Carroza; Monge & Cía; y la Casa de Remates Eyzaguirre, la más antigua.

Fue Monge la entidad que se adjudicó el remate del Club de la Unión, que involucraba unas 300 piezas, cuyos precios base bordeaban los $550 millones. La casa de subastas elaboró el catálogo que abarcaba desde muebles, esculturas, pinturas y tapicería, e incluía jarrones chinos de loza de la dinastía Qing (siglo XIX), esculturas y pinturas de artistas chilenos como Ramón Subercaseaux, Marcial Plaza Ferrand, Alfredo Valenzuela Puelma, Alberto Valenzuela Llanos, Onofre Jarpa (con un precio base de $16 millones), Arturo Gordon y Orrego Luco (estas últimas por $19 millones cada una).

Es un negocio complejo que requiere infraestructura, lo que implica una galería de exhibición. Un remate implica el cobro de una comisión al comprador -por lo general, de dos dígitos, hasta 19%, dice un intermediario- y una al vendedor, en base al volumen y calidad de las piezas consignadas. Ese precio incluye la elaboración de los catálogos -que requiere investigación-, el traslado de las obras, la promoción, la realización de la venta y, en algunos casos, la consignación de piezas fuera del país.

Dos personas en una sala levantando la mano en una lucha por llevarse una pintura es una escena que se da cada vez menos. El mundo digital ha ampliado el público, dice Francisco Monge, quien lidera la casa de subastas Monge & Cía.

Monge explica que ⁠la pandemia fue un gran aliciente para el mercado del arte, pues las personas vieron la necesidad de rodearse de objetos que le “produjeran agrado”, a la vez que “las subastas realizadas a distancia por zoom lograron incorporar a clientes de lugares remotos de Chile”, clientes que no necesariamente participaban antes en estos circuitos. Sus ventas han subido, sostiene.

Pero no sólo personas naturales participan en las subastas. En 2024 Monge y Cía llevó a cabo la subasta de la sucesión del arquitecto y coleccionista Alberto Cruz Claro. En la instancia, el Museo Nacional de Bellas Artes adquirió el retrato de José Manuel Ramírez Rosales, realizado por Raymond Monvoisin. El precio base de la tela era de $25 millones.

En 2024, el mercado del arte totalizó transacciones por US$57.500 millones en el mundo, con una caída de 12% respecto de las cifras del ejercicio previo, según detalló el informe de Art Basel y UBS. Chile no es mencionado en el informe, y de hecho en el país el mercado es opaco: no hay cifras para dimensionar al sector. Las casas de rematen manejan sus ventas con celo y también los nombres y precios pagados por sus clientes.

¿Cuánto se invierte en Chile?

La Casa de Remates Eyzaguirre fue fundada en 1890. Ha visto pasar parte de la historia del país, y por ello sus libros de registros más antiguos hoy se encuentran en el depósito remoto del Museo Histórico Nacional. Actualmente, está al mando de Domingo Eyzaguirre, quien coincide en los cambios tras la pandemia.

“Los remates cambiaron 100%. No he vuelto a hacer una subasta solamente presencial desde 2020. Y las ventas han subido”, explica.

En el país no sólo operan casas de remates locales. Denise Ratinoff, head of regional offices de Christie’s para Chile, Perú y Ecuador, señala que la firma no realiza subastas comerciales en Latinoamérica para no competir con el mercado nacional y que las subastas en las que participa son a beneficencia.

Y existe otra diferencia, dice: “En Chile, los martilleros son dueños de casas de subasta, yo no soy dueña de nada, pero rematé el Castillo de Bendinat (1999, en Mallorca)”.

Los mercados son distintos, enfatiza Ratinoff, y además sostiene que en Christie’s “los precios de venta -sea un mueble, cuadro o un libro- se establecen de acuerdo a lo pagado y facturado en la última subasta. Son valores reales, no caprichosos”. Sobre los cuadros, agrega, “deben ser obras cuyo artista se haya vendido en una subasta con anterioridad”.

Las diferencias entre mercados desarrollados y el chileno no sólo están por los montos involucrados, sino que también por los recursos destinados por parte de los coleccionistas. Según Ratinoff, “jamás recomendamos comprar por inversión, pero a nivel global entre el 8% y 12% de la fortuna de personas de alto patrimonio está invertido en obras de arte. Es diversificación”.

Esas cifras están lejos de los niveles locales. Según Monge, “en Chile la cifra de inversión en arte es irrelevante. Salvo contadas excepciones; no son más de 30 coleccionistas. Estimo que en promedio no debe ser más de un 0,5% de las inversiones de las personas de alto patrimonio, en promedio. Pero esta tendencia está mejorando con las nuevas generaciones”.

Maestros clásicos chilenos a la baja

Según el informe de Art Basel y UBS, a nivel global el mejor desempeño en ventas durante el ejercicio pasado lo registró el arte contemporáneo (artistas nacidos después de 1945), tendencia que viene repitiéndose desde hace años.

Según Ratinoff, “el precio récord de una obra de arte fue Salvatore Mundi de Leonardo da Vinci, que alcanzó US$426 millones (2017). Fue muy interesante porque se vendió en la subasta de arte contemporáneo, no en la subasta de antiguos maestros (siglo XII al XVIII). Ahí es donde salen las obras más caras. La tela de Leonardo se exhibió al lado de una versión de La última cena de Andy Warhol, quien pintó muchas veces esa obra”.

Esa tendencia por parte de los compradores no es sólo internacional. Domingo Eyzaguirre explica que en Chile el mercado de las antigüedades “está a la baja, así como la pintura tradicional chilena, representada por Onofre Jarpa o Juan Francisco González. Las personas hoy son felices comprando obras de Bororo, Benmayor, y pintura contemporánea en general. Antiguamente, las personas compraban un óleo y era un inversión para el futuro, actualmente los compradores, que habitualmente están entre los 40 y 60 años, disfrutan comprando un grabado”.

“El paisaje ya no vende, y antes un óleo que podía venderse por $4 millones, hoy se puede vender por $1 millón”, agrega.

Entre los grandes nombres, señala que Thomas Somerscales sigue siendo valioso pues retrató momentos icónicos de la historia nacional, como el Combate Naval de Iquique, mientras que de Pedro Lira salen a la venta obras de paisajes que no venden bien, pero “cuando aparece un cuadro donde figura un personaje, son carísimos”.

Por su parte, Monge señala que “⁠la pintura contemporánea y las piezas escasas nunca han perdido su valor, incluso lo han aumentado”, y que, de hecho, hoy las subastas están dominadas por “⁠el arte contemporáneo y la pintura chilena de los años 1940 al 70, por el arte cinético, también por la pintura icónica chilena del siglo XIX como Rugendas o Charton de Treville, que tienen un público cautivo. En escultura: Juan Egenau, Marta Colvin y Lily Garafulic”.

Pero los chilenos también compran fuera de Chile, y lo hacen “cuando no hay un mercado local, ahí los coleccionistas chilenos adquieren ciertas obras internacionalmente”, dice Ratinoff.

Mientras los precios de los antiguos maestros e impresionistas caen, así como la pintura tradicional en Chile, ¿qué comprar como inversión, entonces? “Siempre (artistas) dentro de tu generación”, recomienda Domingo Eyzaguirre.

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