Bitácora de un científico en la Antártica: Jugamos como nunca, perdimos como siempre


Como explicaba en la anterior entrada, llevamos unos días de frenética actividad. Limpiar, enjuagar y secar es un mantra que repetimos con monotonía cansina. Algo así como si el señor Miyagi nos estuviese enseñando de forma encubierta una lección de karate. Todo con un único objetivo en la cabeza: poder salir al mar a tomar muestras a la mayor brevedad posible. Y logramos salir por una hora antes de que un fallo mecánico nos obligase a regresar a tierra antes de tomar siquiera el primer dato. Ahora nos toca esperar, mientras las personas que nos apoya logísticamente se las ingenian para buscar una solución que nos permita hacer nuestro trabajo. Así es este juego llamado ciencia. Una veces se gana (las menos) y otras veces (la mayoría) se pierde.

Este contratiempo y nueva dificultad nos empuja hacia un horizonte de dos semanas en Antártica sin tomar un dato y casi un mes desde que dejé mi casa en Valparaíso para entrar en cuarentena. Hacer ciencia requiere grandes inversiones de tiempo en lo personal y en lo público. Es una actividad cuyos réditos rara vez son inmediatos o fáciles de obtener, por eso hay que invertir en ella y mantener la inversión en el tiempo. Solamente así podemos obtener hallazgos e información que ayuden a la sociedad. Por desgracia los gobiernos del mundo, y Chile no es la excepción, no entienden cómo funciona la ciencia y han decidido que tiene un interruptor on/off que pueden usar a su antojo sin repercusiones políticas, porque repercusiones de otra clase las hay y en abundancia.

Desafortunadamente, la gente que trabajamos en ciencia hemos asumido esta condición como algo inherente a nuestro quehacer. Sin reflexionar, protestar o exigir otra forma de funcionar. Todo se asume con la apatía de quien está sobrecargado con demasiado trabajo y no tiene tiempo para protestar. Me parece increíble que los gobiernos del mundo estén recortando dinero a la ciencia en mitad de una pandemia en la que se han desarrollado en tiempo récord vacunas que salvarán incontables vidas.

Pero regresando a la Antártica y nuestro particular predicamento presente. Los logísticos que nos ayudan están trabajando sin descanso para mejorar nuestra situación, y por ello estamos muy agradecidos. No será el plan original, pero con el plan W o Z esperamos poder salir a la mar en un par de días y comenzar por fin con nuestro trabajo en terreno. La única forma de no perder siempre en este juego es dedicarle tiempo, esfuerzo y ojalá recursos (humanos, infraestructuras y monetarios, entre otros).

No desfallecemos como no desfallecen quienes nos apoyan y hacen posible que trabajemos aquí. Será difícil, nunca dijimos que fuese sencillo, y seguramente doloroso, pero sacaremos el trabajo adelante. Ahora nos toca seguir con el trabajo de escritorio y tener todo preparado para saltar al agua en cuanto nos den luz verde. Llevo invertidos unos dos años de mi vida para desarrollar esta idea, pero como dicen ¨esto recién comienza¨.

* Juan Höfer es oceanógrafo español del Centro de Investigación Dinámica de Ecosistemas Marinos de Altas Latitudes (Ideal) de la U. Austral (Uach), y académico de la U. Católica de Valparaíso (PUCV).

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