El olvidado lenguaje de programación de hace 60 años que revivió gracias al coronavirus

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El mismo que hizo temblar al mundo hace 20 años por la paranoia del cambio de milenio, hoy tiene colapsado al sistema de seguro de desempleo en Estados Unidos, que busca desesperadamente profesionales en el área. El problema, es que hay muy pocos.


En 1999, el mundo se preparaba con expectación y algo de inquietud ante el cambio del milenio. Fue allí donde conocimos al “Y2K”, un evento apocalíptico que supuestamente llevaría a la humanidad al colapso, debido a un error informático generado en los años 50.

Pero sólo se trataba de una injustificada paranoia, ya que aunque salvo unos sucesos menores, nada ocurrió.

Aún así, fue una de las pocas oportunidades donde el mundo le puso atención a los lenguajes de programación, o la capacidad para darle instrucciones a los computadores a fin de controlar su comportamiento, y que hoy nos rodea tanto en internet como los cajeros automáticos o los celulares que llevamos en los bolsillos.

En esta compleja área existen aproximadamente 700 lenguajes de programación, aunque sólo unos 25 se utilizan hasta hoy. Los demás van muriendo, se dejan de utilizar, no se enseñan más en las universidades y otros van mutando a versiones mejoradas, enfocadas en áreas más segmentadas como bancos y aseguradoras. Uno de ellos fue creado en 1959 y aún se continúa utilizando: su nombre, “Cobol”.

El lenguaje (acrónimo de COmmon Business-Oriented Language, Lenguaje Común Orientado a Negocios) no pasa inadvertido para los más expertos en el área. Es el mismo que causó problemas en el cambio del milenio, y que hoy volvió a adquirir importancia debido a la pandemia por coronavirus. ¿Por qué?

El llamado

Hace apenas una semana, el gobernador de New Jersey, Phil Murphy, realizó un desesperado llamado público a los programadores de Cobol debido al colapso de los sistemas informáticos estadounidenses que tenían como objetivo procesar las miles de solicitudes de desempleo. La situación no es menor si consideramos que el país suma más de 16 millones de solicitudes en tres semanas, pero las plataformas continúan fallando y no hay profesionales que sepan arreglar un lenguaje surgido hace 60 años.

“La última vez que supe de Cobol fue por el cambio de fecha del milenio”, cuenta Mauricio Marín, del Centro de Investigación, Desarrollo e Innovación en Ingeniería Informática y Ciencias del Comportamiento Humano de la Universidad de Santiago de Chile (CITIAPS).

“Ya estaba casi obsoleto en ese tiempo, hace casi 20 años, y hoy con mayor razón. En aquél tiempo fue muy bien pagado pero ver a alguien que supiera ese lenguaje, era muy raro. Todo por el miedo al cambio de milenio”, señala.

Creado por Grace Murray Hopper (1906-1992) como reemplazo del lenguaje ensamblador, una forma básica utilizada en 1949, Cobol se enfocó como un lenguaje más “universal” pero en ambientes empresariales y que pudiese funcionar con controles de inventario, cálculos, débitos y créditos.

“Hace 20 años eran pocos los bancos que utilizaban este sistema, y hoy la historia no ha cambiado mucho”, afirma Marco Muñoz, CEO de IT-Talent, empresa de búsqueda de profesionales TI en Chile.

Muñoz, quien estudió de cerca el lenguaje Cobol, cuenta que “no se trata de llegar y cambiar los sistemas informáticos de la noche a la mañana. En este caso, se trata de un lenguaje de bajo nivel que funciona rápido y en cualquier máquina; la mayoría de los programas de facturas no requieren grandes niveles de transacciones simultáneas ni rapidez, y eso Cobol lo hace de manera perfecta”.

Además, el experto indica que actualmente, los únicos que manejan este tipo de transacciones son los bancos, que tienen acaparados a los pocos desarrolladores de Cobol. “La mayoría de los programadores son todos de edad media, no hay millenials que se enfoquen en Cobol, todos se fueron por Java o desarrollo móvil para iOS y Android”, cuenta.

“Cobol se utiliza en los sistemas más profundos de los bancos, mucho antes que se usara internet. Vienen heredados, son sistemas muy antiguos que han funcionado por años así, y no se tocan”, agrega Mauricio Marín.

Búsqueda de talento

En efecto, al menos en Estados Unidos -donde tienen el problema de la escasez de expertos-, los desarrolladores de Cobol tienen entre 45 y 55 años, y actualmente el olvidado lenguaje de programación está en la parte más baja en cuanto a interés en tres décadas. Un caso complejo, tomando en cuenta que en el país del norte un 43% de los sistemas bancarios están construidos en Cobol, un 80% de las transacciones usan este lenguaje y un 95% de los cajeros automáticos también lo emplea.

Por lo mismo, Marco Muñoz afirma que en Chile, los bancos pagan muy bien por este tipo de profesionales: “En Estados Unidos se requiere una alta cantidad de procesamiento, y quienes saben hacer estas modificaciones son escasos. En Chile, estos profesionales llevan años trabajando en los bancos y conocen todas las evoluciones del sistema, por lo cual es poco factible que salgan de ahí. Y aunque hace muchos años este lenguaje se dejó de enseñar en las universidades, su curva de aprendizaje es muy rápida”.

De hecho, de acuerdo a un estudio reciente de IT-Talent, un desarrollador “normal” gana en promedio, unos 1,5 millones de pesos mensuales, vs 2,3 millones de pesos de un programador de Cobol.

Mauricio Marín descarta que lo de Estados Unidos pueda pasar más allá de unas semanas. “Cuando se forma un profesional, es independiente de lenguaje de programación. En su camino verá varios cambios de lenguaje pero los conceptos siempre son los mismos; no tendrá ningún problema aprendiendo en dos semanas y comenzar a programar”, asegura.

Mientras tanto, New Jersey intenta buscar desesperadamente programadores que conozcan el olvidado lenguaje. Para ello, IBM lanzó un sitio abierto donde cualquiera puede aprender, esperando que esta nueva crisis informática no incremente más el problema que tienen en el país, con 669 mil infectados y casi 35 mil muertos.

“No es que Cobol esté obsoleto, sólo fue creado hace muchos años. Aún así, es increíble que todavía exista”, sostiene Marín.

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