Mi señora se fue en la pandemia … ¿qué hago? (4ª parte)

Es muy difícil encontrarse a dos almas gemelas en esta vida, porque la cosa es complicada, pero es mucho más difícil cuando aparecen a la vez (Brian Weiss).


Estamos en diciembre y aunque el calor diga lo contrario, la blanca navidad se acerca. Las principales avenidas, como antaño, se llenan de autos, bicicletas, peatones y corredores, solo que ahora lo hacen enmascarados por calles, ciclovías y veredas. ¿Espíritu navideño? Poco y si piensan que exagero, escuchen las noticias, pues esta es la primavera más seca de la historia y probablemente estemos viviendo el año más caluroso desde que existen registros.

¿Llegará el segundo retiro antes de las fiestas?

Cambio la radio. Encapsulado en mi auto me dirijo a mi cuarta sesión con Samuel, un cliente que está a pocos días de cumplir 73 años y que aún no sabe qué va a pasar con su matrimonio. El sol pega fuerte y las autoridades emiten contradictorios mensajes. Entre bocinas y resolana escucho que se puede viajar a ver el eclipse… pero mejor no vaya… se abren las fronteras y aeropuertos… pero recomiendan no ir al sur de vacaciones

La buena noticia es que se reanudan las esperadas giras de la tercera edad al norte…

En este clima -contradictoriamente hipnótico- estaciono bajo tierra y agradezco la sombra. Subo y fuera de mi cápsula protectora, camino hasta la terraza donde ya me espera Samuel con un café.

Foto: Agencia Uno

Disculpa Sebastián que te haya adelantado nuestra sesión, pero no descansé nada el fin de semana y no me aguantaba hasta el miércoles. De hecho, pensé en llamarte el sábado, pero logré contenerme y solo escribirte para vernos hoy.

¿Qué pasó?

Sé que al contarte esto arriesgo parecer un loco de remate. Y no creas que no me importa tu opinión. Como psicólogo y coach supongo que de tanto en tanto te habrá tocado escuchar alguna que otra barbaridad ¿no? Asumo por tu cara que sí… Bueno… el viernes en la noche seguí viendo la última temporada de The Crown y te confieso que la historia de Carlos y Lady Di me puso mal. Las peleas de ellos me hicieron recordar las mías con Alice. Supongo que había olvidado como nos peleábamos de jóvenes. Ahora, más allá de que la producción y las actuaciones me parecieron fabulosas, me di cuenta que estas escenas me golpeaban particularmente duro. Incluso solté unos lagrimones cuando Diana abraza a un niño en un hospital. Fue tan fuerte lo que sentí que tuve que cortarla y esa noche tuve el sueño más absurdo.

¿Qué soñaste?

Es sólo una escena. Estoy con el Príncipe Carlos en un cine o teatro frente a un escenario o pantalla, pero los dos estamos tan metidos en nuestra conversación, que ignoro lo que pasa fuera de ella. Desperté y ahí me di cuenta que soñé con el Carlos real… quiero decir… el Carlos Carlos… no el actor de la serie… sino el verdadero príncipe… solo que más joven… de unos 30 o 40 años. Pero no reparé mayormente en el sueño hasta el día siguiente, al ver un nuevo capítulo de la serie. Ahí saqué mi teléfono y googlee a Carlos y, para mi sorpresa, descubrí que tenemos la misma edad. Se que estoy hablando cosas absolutamente ridículas, pero lo concreto es que al terminar la serie hice algo que nunca había hecho.

The Crown.

¿Qué hiciste?

Me puse a revisar el velador de Alice. Te juro que nunca lo había hecho y no tengo idea qué es lo que buscaba. Al principio no encontré nada interesante en el cajón superior, pero al abrir la puerta de abajo, me encontré con sus libros. Me puse a revisarlos. The Power of Now, Destructive Emotions, The Tibetan Book of Living and Dying, el Tao Te King y el I Ching. Hasta ahí, puros libros en inglés cuyas portadas conocía. Puedo ver a Alice acostada leyendo estos libros. Los reconocí todos, menos uno que estaba al fondo. Un pequeño libro llamado Los Mensajes de Los Sabios.

¿De Brian Weiss?

Creo que sí, ahora mismo no tengo la certeza, pero me pasó algo muy extraño cuando lo vi. Me abalancé sobre él, lo abrí y vi que estaba muy subrayado. Alice jamás subrayaría un libro, de hecho, era una de nuestras peleas, pues yo sí lo hago. Además, nunca vi a Alice leerlo, nunca había visto esa portada y creo que jamás la he visto leer un libro en español.

Notoriamente agitado, Samuel levanta la mano y a los pocos minutos llega un café.

Sebastián, no me leí el libro, solamente los subrayados y para mi sorpresa me encontré con que este psiquiatra fue contactado por Lady Di días antes de morir. Le había pedido, a través de una asistente, una hora para conocerlo, pues le había encantado otro de sus escritos, donde habla de almas gemelas y vidas pasadas. Aparentemente la princesa de Gales intuía haber conocido en otra vida a Dodi Al-Fayed. Mira las imbecilidades que te estoy contando, pero al leerlo, sentí que un rayo me partía en dos. Instintivamente cerré el librito, pero a los segundos atiné a abrir la primera página y ahí vi escrito con tinta negra un nombre: Javier.

Silencio… Samuel se inclina hacia delante… después hacia atrás. Desde ahí mira a la derecha y a la izquierda y vuelve a inclinarse hacia delante para hablar.

Probablemente, si estuviéramos en una clínica, ya estarías apretando el botón de pánico de tu escritorio para que me lleven junto a los que terminamos mirando al sudeste. En fin… gracias por tu paciencia… gracias por escucharme… pero a esa hora… y ya eran pasadas las doce de la noche… llamé a mi hijo Benjamín y le pregunté quién era Javier. Sebastián, se produjo un silencio, después Benjamín se hizo el dormido, el que no sabía nada, pero si hay alguien a quien conozco es al menor de mis hijos y a él no se le van los nombres. Lo presioné un rato y al final me dijo que mejor le preguntara a la mamá y me cortó. Sebastián, no podía dormir y en esa locura me acordé que años atrás Alice me preguntó si creía en las vidas pasadas. Supongo que mi cara lo dijo todo, porque nunca más tocó el tema. Cuento corto, a la mañana siguiente desperté a Benjamín y nada más abrirme la puerta me preguntó si ya lo había averiguado. ¿Y sabes lo que me respondió? Puta que eri poco avispado papá. Que lata abrirte los ojos a esta edad. ¿En serio no te acordai del paisajista de mamá? Sebastián, me tuve que sentar en la cama de Benjamín y este malcriado, mientras se preparaba un café en bata, me contó que este sujeto hacía años se había ido a vivir a Estados Unidos. ¡Pero si ese pendejo es como veinte años menor que tu mamá! Ay viejo que eris latero… ¿queri escuchar o queri seguir haciéndote el weón? Y así supe que tras años de trabajar el jardín de Alice, mi señora lo ayudó a aumentar su clientela por el barrio y con las mamás del colegio de mis hijos. Le puso plata, le dio contactos… se enamoraron Sebastián… eso me dijo Benjamín… quien desde el techo de la casa… los espiaba cuando hacía la cimarra. El weón, como fumaba pitos en el techo, los miraba por horas. Todo partió siendo puro trabajo, pero con los años esto tomó otro color. Y cuando Alice se dio que Benjamín los había descubierto, mi señora compró su silencio y ahora entiendo por qué, pese a lo estricta que era, le perdonaba todo. Y esto ponía furia a sus hermanas y sobretodo a Samuel, el mayor. ¡Si hasta plantó marihuana en el jardín con la venia de su mamá! Pero eso da para otra sesión y ojalá algún día puedas trabajar con Benjamín, porque ahora sí que no sé qué hacer.

¿En qué sentido?

Estoy destruido Sebastián. Benjamín, sorprendido de cuanto me costaba asimilar esta información, me dijo… ay papá… te lo voy a explicar con dibujitos… la mamá se cansó de décadas de ninguneo… ¿o tú de verdad crei que era weona?... Javier moría por la mamá y era re buen chato… y con tus jueguitos lograste que una verdadera puritana abrazara al demonio… que por ese entonces… tendría mi edad… se enamoraron y la mamá lo ayudó a instalarse en Estados Unidos… ¿Ya cachai como termina la historia o eri como mis hermanas, que juran que la mamá cuando va para allá se las pasa en retiros espirituales? No webis más papá, la firme es que mamá está allá por Javier… con quien tiene un bullante negocio de decoración, plantas y jardines que a los dos apasiona…

Silencio

Benjamín, hablaba y se paseaba con un plato de tostadas con palta en una mano y con un café en la otra. Al final se sentó a mi lado y me dijo que la mamá, como buena abogada, lo había estudiado todo y me pidió que cuando sospecharas algo te soplara la respuesta. La pobre nunca se imaginó que ibas a tardar tanto. Puta viejo, lo siento, pero la mamá pensó que lo mejor era que tú lo descubrieras y que en el peor de los casos te lo dijera yo. Ahora, no pensi que ella lo está pasando bien con toda esta webada. La pobre no sabe mucho que hacer, lleva años engañando a mis hermanos y eso la atormenta. Tu cachai como son.

Samuel, como nunca, respondió una llamada en medio de la sesión. Tras cortar me dijo que era Mariano, un abogado de su estudio que ahora lo estaba ayudando con su caso. “Ahora soy un caso Sebastián. Soy una carpeta confidencial en mi propia oficina”.

Aturdido y acalorado llego a mi casa. Salir de esa sesión fue como salir de un trance e inevitablemente busqué Los Mensajes de Los Sabios. Efectivamente Brian Weiss recibió una llamada de una asistente personal de la princesa de Gales el 22 de agosto de 1997.

“Naturalmente, la princesa Diana no me llamó jamás. El 31 de agosto, justo antes de su regreso a Inglaterra, murió junto con Dodi al Fayed en aquel terrible accidente de tráfico en un túnel de París”.

Cerré el libro y en mi cerebro vi la escena del túnel, a Samuel revisando los libros del velador de su señora y a Benjamín abriéndole los ojos a su papá mascando una tostada. ¿Qué irá a pasar cuando los hermanos de Benjamín terminen de conocer a sus papás? En ese momento vibra mi celular. Un mensaje de Samuel: Alice no va a volver. Es definitivo. A mis 72… casi 73… empieza mi divorcio y me pregunto qué dirá de todo esto el príncipe Carlos. Tal vez, en otra vida, me sirvan sus consejos.

Revisa la primera parte de esta columna en este enlace.

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