Revista Que Pasa

Golden boys

Hace un par de meses Jaime y Felipe Muñoz comenzaron a vender monedas de oro traídas desde Estados Unidos y Canadá. En tiempos en que el miedo se apodera de los inversionistas, su negocio es un refugio seguro. En sólo seis semanas ya han vendido US$ 4 millones. <br>

Jueves por la mañana y, como es costumbre, el café Juan Valdez en Isidora Goyenechea está "a tope". En medio del olor a café y el ruido de las conversaciones, los hermanos Jaime y Felipe Muñoz podrían ser gerentes de cualquier empresa.

De vestimenta casual (pantalón caqui, camisa blanca y chaqueta de tono oscuro), y con poco más de treinta años, Jaime y Felipe disimulan a la perfección el valioso material que venden en Chile. Estos hermanos treintañeros son traders de monedas de oro.

Agrónomo de profesión, Jaime (35) comenzó a buscar nuevos horizontes en noviembre del 2009, cuando el dólar -la moneda con la cual realiza todas las operaciones de exportación- inició una caída libre. El vino a granel y las botellas de vino premium destinadas a los países del Norte ya no resultaban un negocio tan rentable.

Comenzó a investigar, y un artículo de prensa llamó su atención. El oro se estaba convirtiendo en el refugio preferido por los grandes inversionistas en el mundo y había indicios de que su precio se empinaría a valores récords. Indagó y se dio cuenta de que en Chile nadie vendía monedas de oro originales y a gran escala, instrumentos que en momentos de crisis pueden ser un salvavidas más fiable que las volátiles acciones en la Bolsa.

Jaime revisó las leyes, especialmente las tributarias, tocó puertas en Estados Unidos y Canadá en busca de un vendedor, y en junio de este año -junto a su hermano- formó su empresa: Aurica Limitada, que comercializa monedas de una onza (31 gramos) de oro y plata puros, a valores que rondan el millón de pesos cada una.

Sin saber bien en qué se estaba metiendo, Jaime tomó su computador y comenzó a buscar. Encontró que en Londres se transaba una moneda llamada sovereign, la cual era furor entre los millonarios del mundo. Pensó en traerla, pero al no existir un Tratado de Libre Comercio (TLC) con Gran Bretaña, el impuesto de internación era muy alto, y con ello las ganancias se reducían a cero. Fue así que miró hacia Estados Unidos.

Gracias al buen desempeño de los metales, a mediados de agosto los hermanos Muñoz cerraron su primera venta por US$ 125 mil. A seis semanas de estar operando ya han vendido US$4 millones en monedas de oro y plata.

Ahí los eagles y buffaloes -nombres que reciben las monedas de oro en ese país y que cuestan casi US$ 2.000 cada una-, y la posibilidad de traerlos a Chile sin pagar tributos, se transformaban en una posibilidad de generar el negocio. Tocó las puertas de casi todos los grandes brokers de Estados Unidos, esenciales para vender oro fuera de ese país y para llegar al mítico Fort Knox donde se almacena la riqueza dorada de Estados Unidos. Pese a las ganas de abrir un nuevo mercado para ellos, nadie atendió los llamados de Jaime. Era un ciudadano común y corriente, proveniente de un país poco (y casi nada) relevante en el negocio del oro. Casi al filo de desechar el emprendimiento, a fines de julio la corredora canadiense Kitco respondió al llamado. Una de las agencias de valores más grandes de Norteamérica, con oficina en Nueva York, estaba interesada en hacer negocios con Aurica. A la semana siguiente de ese contacto, Jaime estaba sentado en un avión rumbo a Montreal.

El rally del oro

Una vez que Jaime llegó a la ciudad canadiense, a inicios de agosto, descubrió que Kitco buscaba crecer en América Latina, y Chile aparecía como una alternativa de expansión. Cerraron el trato, y a la semana siguiente el chileno ya tenía en su poder media centena de monedas de oro. Comenzaría a trabajar con las dos divisas estadounidenses más el maple de Canadá, también requerido por los millonarios.

El precio del oro, al que un artículo de hace dos años vaticinaba una carrera alcista, en agosto era el titular de todos los periódicos del mundo. A inicios de ese mes el metal rompía todo récord y superaba los US$ 1.900 la onza. Era el minuto perfecto para echar a andar el negocio. Con esos valores y con el mundo sumido en la volatilidad, con Estados Unidos al borde del default y Grecia agonizando, los hermanos Muñoz debieron acelerar sus planes.

Gracias al buen desempeño de los metales, a mediados de agosto cerraron su primera venta, de casi US$ 125 mil. A sólo seis semanas de estar operando ya han vendido US$4 millones en oro, plata y platino. Ese primer embarque, avaluado en $ 63 millones, fue el corolario de un trabajo iniciado a ciegas, pero cuyos antecedentes se remontan a la infancia de los protagonistas de esta historia.

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