Revista Que Pasa

La isla de Leonardo Padura

<font face="tahoma, arial, helvetica, sans-serif"><span style="font-size: 12px">Es el autor que inventó al detective Mario Conde y el que escribió El hombre que amaba a los perros, esa novela traducida a más de diez idiomas. Es el escritor cubano más importante de la actualidad, y a pesar de ser crítico con el régimen nunca se ha ido de Cuba. La próxima semana visitará nuestro país para hablar de los libros que lo han convertido en un best seller.&nbsp;</span></font>

Empieza con un muchacho que quería ser beisbolista y termina con un escritor de novelas policiales. Algo así.

O mejor: empieza con un muchacho que quería ser periodista deportivo y termina con un escritor de novelas que venden miles de ejemplares en todo el mundo.

Un escritor cubano que se llama Leonardo Padura (1955) y que inventó ese personaje entrañable que es el detective Mario Conde, protagonista de sus novelas policiales. El que escribió, además, esa novela gigante, titulada El hombre que amaba a los perros (2009): más de diez ediciones, traducida a más de diez idiomas -publicada en Estados Unidos por la prestigiosa Farrar, Straus & Giroux- y que ha recibido premios en Francia, Italia y Cuba. Una novela sobre la muerte de Trotsky, sobre su asesino -Ramón Mercader- y sobre Cuba, finalmente. Una novela que le cambió la vida a Padura, que lo hizo ser más que el autor de esa saga de novelas policiales protagonizadas por Conde -lo que no es decir poco: incluso la editorial Tusquets creó la “Serie Mario Conde”, donde publican los libros protagonizados por él-, y que terminó por confirmar lo que siempre fue: un escritor capaz de armar libros profundamente entretenidos, pero escritos con mucho talento, con mucha gracia y ritmo, muy lejos de los lugares comunes -ésos a los que nos tienen acostumbrados los best sellers chilenos- y muy cerca de la mejor literatura cubana.

Ésta es la historia de Leonardo Padura: empieza con un niño que nació en un barrio de La Habana y termina con un hombre que no ha abandonado ese barrio, ni esa casa donde nació, ni esa isla que es Cuba, que es también, de alguna forma, su obsesión.

***

Cuando hablamos con Leonardo Padura por teléfono, hace unos días, estaba en la habitación de un hotel de Buenos Aires, asistiendo a la Feria del Libro. Semanas antes había estado en Panamá y República Dominicana, y este próximo miércoles 22 estará participando en la Cátedra Bolaño de la UDP, en Santiago. Luego viajará a Grecia, a un festival de literatura, y después a España: ésa es la vida actual de Padura. Son los viajes que se multiplican y que lo tienen gran parte del año fuera de su casa, en La Habana. Se acuerda, de hecho, de que cuando estuvo en Buenos Aires la vez anterior, en los 90. Tuvo muy pocas entrevistas y mucho tiempo para recorrer la ciudad:

-Ahora casi no he podido ver otra cosa de Buenos Aires que la cara de los periodistas que me entrevistan, pero bueno, es el trabajo que vine a hacer y lo hago con mucha responsabilidad y mucho agrado -dice.

Pero alguna vez Padura fue otro. Fue ese muchacho que quiso ser beisbolista y que, cuando entendió que no iba a ser “un buen pelotero”, decidió ser cronista deportivo. Aunque tampoco lo iba a lograr tan luego: entró a la universidad en 1975, y en ese momento no se impartía la carrera de Periodismo, así que terminó estudiando Filología, donde leyó, por su propia cuenta, a varios de los autores que lo marcarían para siempre: Hemingway, Fitzgerald, Faulkner, Salinger, Chandler y al Boom latinoamericano. Muchos años después llegaría, finalmente, a trabajar en periódicos y armaría en 1989, junto a uno de sus compañeros del diario, uno de sus primeros best sellers: Estrellas del béisbol. El alma en el terreno, 18 entrevistas a los mejores beisbolistas cubanos de los años 60, sus ídolos, esos hombres a los que admiraba desde niño.

Fueron importantes esos años: había publicado una novela, pero a comienzos de los 90 se encontraría con un hombre que le iba a cambiar la vida. Un hombre que se llamaba -y se llama y se seguirá llamando por mucho tiempo- Mario Conde, y que el mismo Padura inventó.

-En esa primera novela donde aparece Conde (Pasado perfecto), yo traté de crear un personaje que funcionara en una novela policial cubana, que no se pareciera a las novelas policiales cubanas, donde todos los protagonistas eran de cartón piedra. Yo quería humanizar al personaje.

Y le resultó: porque conocer a Mario Conde es conocer a un hombre inteligente, nostálgico, sensible, culto, realmente entrañable, un personaje de carne y hueso. Y los amigos de Padura -los primeros que leyeron Pasado perfecto- se lo hicieron saber: más allá de la historia, lo mejor de ese libro era Conde.

Y vino entonces el encuentro definitivo:

-Fue en un momento del 92. Yo estaba sentado en mi mesa de trabajo, en La Habana, y sentí que me tocaban el hombro. Me volteé y ahí estaba: era Mario Conde. Y me dijo: “Bueno, mira, si las cosas han funcionado bien, ¿por qué no hacemos aquí una colaboración y trabajamos juntos?”. Y yo le dije: “¿Y bueno, qué hacemos?”. Y él respondió: “Vamos a escribir, en vez de una, cuatro novelas”. Y yo le dije: “Bueno, está bien. Vamos a ver qué pasa” -cuenta Padura, con un tono muy serio.

Y lo que pasó fue que escribió esas otras tres novelas -Vientos de cuaresma (1994), Máscaras (1997) y Paisaje de otoño (1998)-, y llegaron los premios y las traducciones y la publicación en Tusquets y los lectores, los miles de lectores en Cuba y en el extranjero.

-Me acuerdo que hace varios años atrás, siete u ocho, o más, en el metro de Madrid se me acercó un señor español y me preguntó: “¿Usted es Leonardo Padura, el que escribe las novelas de Mario Conde?”. Creo que ahí me di cuenta de que estaba pasando algo con mis libros.

Libros que en Cuba, además, durante todos estos años, se han ganado el premio al libro más leído en la Red Nacional de Bibliotecas.

-Tengo una relación muy estrecha con los lectores cubanos. Y con las novelas de Conde ha pasado algo muy bonito: para muchos lectores de allá, Mario Conde ha dejado de ser un personaje y se ha convertido en una persona. Me preguntan por Conde como si fuera una persona que yo conozco y de la cual escribo lo que él me cuenta.

Cuando estaba escribiendo Paisaje de otoño, la novela que cerraba la tetralogía, Padura dice que se le volvió a aparecer Conde y que le dijo que ésa sería la última novela, o al menos la última en la que sería policía, por lo que después vinieron más libros protagonizados por Conde, pero ya retirado de sus funciones, aunque con el mismo éxito de lectores.

-En general, tus novelas policiales retratan de forma bastante crítica a la sociedad cubana, al país en general, a la política, a su historia. ¿Cómo es esa relación con Cuba, más allá de los muchos lectores que tienes?

-Pienso que para ciertos sectores de la burocracia cubana debo resultar incómodo y pesado, porque he sido en estos años el escritor cubano más premiado, más difundido fuera de Cuba, pero escribiendo algo que no es precisamente lo que ellos hubieran querido que yo escribiera. Aunque esa relación no me interesa demasiado, me interesa la relación con los lectores, con quienes sí he logrado una gran comunicación.

-¿Y por qué crees que la has logrado?

-Yo creo que tiene que ver con esa perspectiva crítica con la que miro la realidad cubana. Y creo que mi literatura tiene un discurso alternativo, que no forma parte de una reflexión filosófica o sociológica, sino muchas veces de la observación cotidiana de la realidad, que complemento con un tipo de periodismo que publico en la agencia de noticias IPS. Esto es lo que ha marcado mi relación con los lectores y con la sociedad cubana en general.

Y esa relación se estrechó para siempre en 2009, con una de sus novelas más críticas sobre Cuba: El hombre que amaba a los perros.

***

Fueron dos años de investigación y tres de escritura. Fue entrar en un mundo desconocido, porque cuando Padura pensó en la figura de León Trotsky, se encontró con la palabra ignorancia.

-Una ignorancia obligada -dice-, porque en Cuba no teníamos ninguna información sobre quién era él, tal como pasaba en la Unión Soviética, donde Trotsky prácticamente no existía

Y fue esa ignorancia lo que le provocó una curiosidad que se complementó con la primera vez que estuvo en México, en 1989, y visitó la casa donde fue asesinado Trotsky.

-Ver ese lugar tan apartado, con aquellos muros que parecían una fortaleza, medio abandonado el sitio, sus gafas… creo que ése fue el principio de toda esta historia -cuenta y agrega-: Y cuando supe que Mercader -su asesino- había vivido en Cuba, sentí que estaba todo.

Lo que vino después fue leer muchos libros sobre Trotsky, sobre su muerte e investigar acerca de la desconocida figura de Ramón Mercader. Lo que vino fue inventar un personaje que guiara esta historia, el escritor Iván Cárdenas Maturell, quien conoce a Jaime López, un hombre que pasea por la playa a dos galgos rusos y que sabe muchos detalles sobre la vida de Mercader. El telón de fondo: el siglo XX, la Unión Soviética, la historia política y social de Cuba.

-Con esta novela, los lectores cubanos tuvieron una reacción más visceral -cuenta Padura-: Recibí muchas llamadas, muchas personas se me acercaron, muchos correos electrónicos donde se me agradecía que hubiera escrito la novela. Y lo decían por dos razones: primero, porque pudieron conocer una historia que desconocían, y, segundo, porque pudieron conocer una historia que desconocían y que a su vez era su propia historia.

-Has vivido toda tu vida en Cuba, pero también has viajado mucho. Incluso, tienes la nacionalidad española. ¿Pensaste alguna vez en irte?

-Hubo un momento muy difícil en los 90, en la crisis más profunda, cuando creo que todos pensamos en irnos de Cuba. Yo tuve la oportunidad, pero decidí voluntaria y conscientemente seguir viviendo ahí, porque yo soy, sobre todas las cosas, un escritor cubano. Y necesito mucho el ambiente, el lenguaje, la atmósfera, los personajes para poder escribir. Y, además, tengo un gran sentido de pertenencia.

Sus libros hablan de eso, de alguna forma: de su compleja relación con la isla, de su mirada crítica, pero también llena de nostalgia, porque Padura también creyó en la revolución y también se decepcionó. Aunque admite que el país está mejor.

-Han ido mejorando algunas cosas, muy lentamente, pero se han tomado medidas que son importantes, como modificar la leyes migratorias, que ahora permiten viajar a todos los cubanos -dice y adelanta que en su presentación en la Cátedra Bolaño leerá un texto sobre la problemática del escritor cubano contemporáneo. Sí: está gran parte del año fuera de Cuba, pero nunca deja de hablar de esa obsesión, que es una isla, que son sus libros.

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