Cosas que debes saber de Jonathan Ames
Es escritor, boxeador y una figura de culto neoyorquina. A continuación el creador del exitoso show de HBO "Bored to Death" cuenta cómo llegó a hacer una de las series que mejor han retratado la Gran Manzana.

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Lo primero que debes saber sobre Jonathan Ames (1964) es que le gusta decir que no es inteligente. No importa que haya conseguido su bachillerato en Princeton y su maestría en Columbia, ni que haya enseñado escritura en prestigiosas universidades o que tenga ocho libros a su haber. Si le preguntas, va a jugar el mismo juego una y otra vez. "Creo que ser demasiado astuto puede no ser bueno", afirma como equilibrando sus palabras sobre el vacío, sentado en una mesita afuera de un nuevo restaurante italiano de Brooklyn, un mediodía de comienzos de otoño. "Además, yo no soy lo suficientemente astuto para ser astuto", continúa, reemplazando la palabra "inteligente" por la jabonosa "clever". Tampoco influye en el supuesto juicio de Ames sobre sí mismo que haya logrado la hazaña de que Bored to Death, un show de HBO sobre su álter ego -un escritor de Brooklyn llamado Jonathan Ames que se transforma en detective privado mientras batalla por terminar su segunda novela y lo deja su novia-, se convirtiera, contra toda lógica, en un pequeño éxito de sintonía y crítica (en sus dos primeras temporadas, el show promedió audiencias de cerca de un millón de personas). Mal que mal, dos de las tentaciones mortales de los escritores durante las últimas décadas han sido: (1) pasar de la literatura a escribir guiones, y (2) tratar de poner temas literarios en la pantalla. Y Ames lo ha logrado casi al primer intento (es decir, si obviamos The Extra Man, la película basada en su novela homónima), con una idea originada en un cuento de 30 páginas. De hecho, Ames ha alcanzado mucho más: que su vida sea interpretada por grandes actores (Jason Schwartzman, Zach Galifianakis y Ted Danson), en guiones escritos, situados y filmados a pocos pasos de su propia cama. Pero ni ante esos hechos el escritor baja la guardia.
"¿Te gusta hacer el crucigrama?", pregunta, refiriéndose sin nombrarlo al del New York Times. "Bueno, mi inteligencia llega hasta el miércoles", agrega con su extraña voz, nasal y cálida, simultáneamente grave y aguda. Y a su cara -cubierta por una barba pelirroja que, sumada a su gorra de golfista, lo hace parecer al Van Gogh de los autorretratos- no se le mueve un músculo. "El otro día completé el crucigrama del miércoles y me sentí muy contento conmigo mismo", agrega, sin pestañear. Y uno espera la risa, pero el único ruido que se escucha es el del camión de la basura alejándose, lleno, de Boerum Hill.
"Yo resumiría 'Bored To Death' con dos palabras, un sustantivo y un adjetivo: 'amistad exuberante'", dice Jonathan Ames ante el desafío de poner su creación en una frase. "Porque quería que el show fuera como champaña: efervescente y placentero".
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Algo parecido había sucedido un par de noches antes, en el estreno de la tercera temporada de Bored to Death en una librería del mismo barrio. Tras mostrar los dos primeros capítulos y hacer desaparecer un par de vasos de vino, Ames se dirigió a la audiencia. "Si se fijaron, hubo una serie de duplicaciones", dijo a la gente que atestaba el espacio entre los estantes. "Al comienzo del primer episodio, cuando a Jonathan le estaban tirando cuchillos, esa escena había sido filmada exactamente aquí, donde está la pantalla. Y hace años yo hice una performance en que me lanzaron cuchillos en este mismo lugar". Pero algo en su forma de hablar, como un profesor aburrido por sus propias palabras que quiere que sean los alumnos los que lleven el peso de la clase, y el hecho de no usar el odioso prefijo "meta", demostraban que a Jonathan Ames no le interesa ser inteligente ni clever. Mal que mal, podría haber llevado fácilmente su ejercicio hasta el infinito: Bored to Death entera transcurre y se filma a pocas cuadras a la redonda de ese local, y todos los presentes en esa proyección tenían algún grado de semejanza con Jonathan Ames -real o ficticio-, lo que los hacía a la vez espectadores y protagonistas. A Ames le interesaba, en cambio, bromear con John Hodgman, el escritor y actor, que en la serie interpreta al escritor Louis Green, archirrival del Ames televisivo, y único miembro del elenco en el panel. "¿Por qué todo el mundo que trabaja en esta serie se vuelve inmediatamente bisexual?", dijo, mirando el espumoso vaso de prosecco de Hodgman. Y tras responder sin tomarse muy en serio las preguntas de sus televidentes y seguidores, hizo lo mismo que al final de todas sus presentaciones: lanzar a cappella un extraño grito de guerra que llama hairy call (buscar en YouTube), mezcla de graznido de cuervo con sirena de barco: ¡AHHHRRRLLLRRRLLLRRRLLLRRRLLL! Y tras el grito, todos parten de vuelta a sus casas o se van a esperar a Ames en el Brooklyn Inn, un bar situado a un par de cuadras, donde ha anunciado que seguirá la noche. Pero yo, que llevo meses enviando e-mails a distintas oficinas de HBO para intentar conseguir una entrevista con él, a pesar de que vivimos en el mismo barrio, finalmente logro acercármele. "Yo soy el tipo de Chile que te quiere entrevistar", le digo antes de que pueda escabullirse. Y él, con caballerosidad, pero también como un boxeador acorralado, accede con ojos vidriosos y una sonrisa casi infantil.
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