Dejé de usar mi teléfono inteligente por un mes: así fue cómo cambió mi vida
Una periodista de The Washington Post decidió pasar julio sin su celular. Durante un mes usó un viejo teléfono de concha, y el cambio –dice– transformó su forma de estar en el mundo.
“Solo faltaban unas horas para que tuviera que cambiar mi iPhone por un teléfono plegable, y navegar por la vida en 2025 con tecnología de 2005”, mencionó Brittany Shammas, periodista del Washington Post.
Lápices, cuadernos, una cámara desechable y un viejo grabador prestado fueron sus herramientas para un experimento que parecía sencillo: vivir un mes sin un smartphone, o teléfono inteligente.
Shammas fue parte de Month Offline, un programa creado en Washington D. C. por un grupo de jóvenes que invita a sus participantes a dejar el teléfono inteligente durante un mes y volver a usar un modelo “tonto”, esos que solo permiten llamadas y mensajes de texto.
“Alcohólicos Anónimos para smartphones”, bromeaban algunos de los integrantes del grupo.
Cómo es vivir un mes sin smartphone
Durante las primeras horas del desafío, la periodista aún dudaba de lo que había hecho. “Cuando tenía un iPhone, siempre estaba a mi lado. Me acompañaba mientras esperaba que el microondas calentara algo, mientras me cepillaba los dientes, mientras caminaba por la casa”, contó.
“Ahora que lo había dejado todo por un teléfono plegable, lo dejaba por todas partes. No había nada que hacer en él, ni siquiera el juego Snake”, agregó.
Con un bebé de ocho meses y un trabajo que exige estar conectada, Shammas se definía como una “usuaria asidua” del celular.
Su tiempo de pantalla podía llegar a siete horas y media diarias. “A veces pasaba más tiempo en las aplicaciones que durmiendo”, confesó.
Pero al enfrentarse a su nuevo celular, sin redes sociales ni notificaciones, comenzó a notar algo distinto: silencio.
“Me resigné al sonido de mis propios pensamientos”, escribió. Con el tiempo que antes dedicaba a desplazarse en redes, terminó una novela de más de 600 páginas, durmió más y gastó menos dinero online.
Los momentos incómodos sin smartphone
La periodista reconoce que hubo momentos incómodos, como quedarse atrapada en el balcón sin poder avisar a su esposo o perderse mientras llovía sin saber cuándo pararía.
También “hizo trampa” dos veces: una cuando su hijo enfermó de COVID y buscó información médica, y otra al usar Apple Maps para no perder una cita judicial.
Pero, en general, asegura que vivir sin un smartphone fue más fácil de lo que imaginaba.
La vida sin smartphone
Con el paso de las semanas, Shammas y el resto del grupo descubrieron nuevas formas de comunicarse. “Nunca había memorizado nombres tan rápido”, escribió.
Llamar por teléfono, en lugar de mandar mensajes, se convirtió en algo significativo.
Uno de los organizadores del programa, Grant Besner, resumió así el objetivo: “No optamos por tener nuestra atención tan mercantilizada. Queremos descubrir qué existe más allá de la pantalla”.
El impacto del mes sin teléfono fue evidente. “Cada mañana me despertaba con el sonido de mi bebé y le daba el biberón sin mirar la pantalla”, relató.
“Lo peor que me había sentido con mis viejos hábitos era cuando levantaba la vista y veía a mi pequeño mirándome, esperando que volviera a prestarle atención”, agregó.
Cuando el experimento terminó, Shammas volvió a su iPhone, pero con una nueva perspectiva.
Su tiempo de pantalla se redujo un tercio y comenzó a usar más seguido el modo “No molestar”. “No volví a mi antigua costumbre de desplazarme nada más abrir los ojos”, dijo.
“Pensé mucho en cómo el mundo se ha reconfigurado para los smartphones, y en cómo la sociedad parece no haber considerado realmente lo que estamos renunciando a cambio”, reflexionó
Hoy, su viejo teléfono plegable sigue guardado en casa. “Por si quiero desconectarme otra vez”, confiesa.
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