Escritorio regulable eléctrico: ¿una herramienta útil o puro humo?
Pusimos a prueba el modelo Rodulf que vende una conocida tienda de retail (de donde viene la tendencia de escribir parado). Cuenta con apenas dos botones, soporte para hasta 70 kg y una malla para esconder los cables.
Los escritorios regulables eléctricos son seductoramente baratos comparados con los modelos ejecutivos de maderas nobles y otros materiales.
Además, entre un sinnúmero de estudios que evidencian una correlación entre la vida sedentaria y toda una variedad de enfermedades que impactan sobre la esperanza de vida, la revista British Journal of Sports and Medicine y un documento publicado en 2015 por la autoridad para la salud de Inglaterra, Public Health England, recomiendan minimizar el tiempo que pasamos sentados quietos.
Para muchos empleados de oficina, una jornada laboral implica pasar sentados muchas horas del día y durante largos períodos de tiempo.
Por eso hace al menos dos décadas en algunas oficinas han empezado a masificarse los escritorios ajustables que permiten trabajar de pie.
Un estudio publicado en la revista Scandinavian Journal of Work, Environment and Health, estima que el costo de darle a los trabajadores este tipo de escritorios es de unos US$344 por persona, pero los autores de la investigación creen que esa cifra se podría reducir con la economía de escala, haciendo pedidos grandes y compartiendo equipos.
Para los consumidores el anzuelo, como suele ocurrir, es el precio. Pero también se llevan a casa el sueño escandinavo: líneas limpias y la promesa de cuidar la espalda de una vida encorvada sobre el teclado.
Un barniz de historia
Ernest Hemingway escribió parado los que sean acaso sus mejores libros. El señero autor estadounidense martillaba su máquina Royal en su casa de Finca Vigía, cerca de La Habana, a menudo descalzo. Ahí dio talle y detalle a El viejo y el mar, Por quién doblan las campanas y París era una fiesta. Es la primera imagen que recordamos de un escritorio no solo en altura sino que, además, listo para usar de pie y así evitar pasar largas horas sentado, como supuestamente dicta el oficio de escribidor.
Si bien como idea los escritorios altos existen desde hace décadas, fue para el cambio de milenio cuando los modelos regulables eléctricos se hicieron masivos en los países nórdicos, donde incluso se establecieron estándares ergonómicos.
La idea hizo eco rápidamente en Europa Central y Estados Unidos, donde se volvieron muy populares, sobre todo por los riesgos de pasar muchas horas sentado, particularmente tras la difusión de la frase “sitting is the new smoking” (estar sentado es el nuevo fumar), popularizada por un doctor de la Clínica Mayo.
A Chile también llegaron con desfase, pero el marketing sobre todo apuntaba al diseño escandinavo. Comenzaron a aparecer en tiendas especializadas alrededor de 2015, pero el interés por los escritorios ajustables eléctricos se disparó significativamente después de la pandemia de 2020, cuando el teletrabajo y los espacios híbridos se consolidaron.
Hoy, en 2025, los escritorios eléctricos ajustables forman parte del equipamiento estándar de las oficinas más modernas, algunas universidades y home offices, con precios que oscilan entre $150.000 y $900.000 dependiendo del motor, tamaño y materiales.
En La Tercera probamos uno de los tantos modelos que se venden en la tienda de muebles y accesorios para el hogar Ikea.
¿Vale la pena un escritorio ajustable eléctrico?
Vaya por delante que Rodulf es un modelo de la tienda sueca Ikea, disponible en Chile por $299.990 (en el mismo retail hay modelos más grandes y costosos, y más pequeños y baratos).
Consiste en una base de mesa regulable ($250.000) y un tablero firme de 140x80 cm ($49.990) que se ajusta con un motor eléctrico usando apenas dos botones: subir y bajar. En ese tránsito va de los 70 cm hasta los 117 cm como máximo, por lo que se puede trabajar parado idealmente con una laptop, aunque también anda bien con un computador (ya veremos por qué).
Soporta un peso máximo de 70 kg y entre sus funciones destacadas incluye la “gestión de cables” gracias a una discreta red de malla que va por debajo del tablero.
Una vez armado, uno de los primeros comentarios que vimos -entre las reseñas publicadas por clientes en el sitio de Ikea- es que se tambalea al escribir. Más que un escritorio, parece un compañero de trabajo con un severo problema de ansiedad, dice alguien en un foro de la web.
En nuestra experiencia este punto depende únicamente del armado. Si lo subes hasta su máxima altura, lo cierto es que el Rodulf no se tambalea apoyando los codos o los antebrazos, ni tampoco al escribir con pasión sobre un teclado o laptop.
Luego está el corazón de la bestia: el motor. El mecanismo eléctrico es apenas ruidoso y más que intuitivo; “suena muy poco cuando se acciona”, escribe uno de los clientes en su reseña. Funciona, hasta que un día, sin previo aviso, decide que ya no, advierten en foros de Internet sobre este tipo de escritorios.
Aunque no fue nuestro caso, las comunidades en la red están llenas de historias de terror: motores que mueren a los pocos meses, dejando a sus dueños atrapados en el purgatorio de una altura fija. En nuestras pruebas, no tuvimos problemas en dos semanas de uso intensivo con Rodulf.
Luego viene la superficie del tablero, que aunque no es robusta ni de madera, sí se siente firme y consistente. De entrada, el Rodulf no es una opción premium. Usa un compuesto de aserrín y relleno de papel. Aunque firme, no recomendamos instalar un brazo de monitor pesado. Si bien, la estructura es de acero, el tablero es de un material reciclado con un relleno tipo “panal”, recubierto con pintura acrílica. El manual, además, invita a distribuir el peso sobre toda la cubierta y no en un punto específico del tablero.
A ver, los lectores matemáticos: una torre de computador con múltiples componentes puede pesar fácilmente más de 15 kg, y un monitor de gama alta puede fácilmente superar los 9 kg por sí solo, o incluso los 41 kg, como el monitor curvo Odyssey Ark de segunda generación. Por lo que, incluso con una de las pantallas más pesadas disponible en el mercado chileno, el Rodulf soporta un buen setup encima.
Aunque es bien simple, el secreto, recordemos, está en el correcto armado de las partes. Un atornillador inalámbrico puede ser un buen aliado para el montaje.
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