Cristina Rivera Garza: “En casos como este, la sanación implica la justicia”

Cristina Rivera Garza (c) Marta Calvo.

El invencible verano de Liliana, se llama lo nuevo de la destacada escritora mexicana, flamante Premio Iberoamericano de Letras José Donoso. En este libro rescata la figura de su fallecida hermana, víctima de un femicidio en 1990. "Es un festejo de su vida, una conmemoración de su paso por la tierra", señala a Culto.


Era la frase que solía decirles a sus amigos cuando se encontraban en dificultades, como una especie de cariño en palabras. “En lo más profundo del invierno aprendí al fin que había en mí un invencible verano”. No era suya, sino del filósofo francés Albert Camus. El préstamo valía la pena para la veinteañera Liliana Rivera Garza, una joven estudiante de arquitectura quien pasaba sus días en Ciudad de México, entre los pasillos y salas de la UAM y las juntas con sus amigos.

Sus días tuvieron un abrupto final en la madrugada del 16 de julio de 1990, cuando en su residencia fue estrangulada por un joven posteriormente identificado como Ángel González Ramos, quien había sido un antiguo novio suyo y se negaba a dejarla ir de su vida, pese a que ella ya lo había apartado. Desde esos días aciagos, el presunto asesino se ha mantenido como prófugo de la justicia mexicana.

Su hermana, la destacada escritora Cristina Rivera Garza, acaba de publicar un libro en su memoria. Se titula El invencible verano de Liliana, y se encuentra en las tiendas nacionales vía Literatura Random House. La fuga de González fue uno de los motores que llevó a la autora de Nadie me verá llorar a trabajar en este nuevo título.

“Es una de las primeras razones por las que era importante para mí escribir este libro, evidentemente es porque hay muchos feminicidas sueltos y que han permanecido impunes, pero hay uno en especial sobre el cual pende una orden de aprehensión, Ángel González Ramos, que está allá afuera”, dice la autora en conversación con Culto. Su voz es suave, pausada, como queriendo elegir con pinzas cada palabra. Construyendo frases ladrillo a ladrillo.

En rigor, lo que Cristina hace en este libro es también una arquitectura. Una reconstrucción de la vida de su hermana. Para ello, utilizó el material encontrado en unas cajas que le pertenecían y donde se encontraban sus escritos y efectos personales. “Es una de las experiencias fundamentales y estaba buscando compartir con los lectores, una sensación de cercanía material muy concreta con mi hermana. No solo me encontré con una agenda, había un archivo muy generoso, muy abundante, que Liliana misma había armado a lo largo de su breve vida. Había cartas, notas, apuntes. Lo que encontré ahí fue una confirmación de la hermana que yo conocí, por supuesto, pero también la existencia de una variedad de Lilianas que yo no conocí”.

¿Qué cosas la sorprendieron?

Aunque sabía que era lectora, no sabía que escribiera tanto, que fuera una escritora en ciernes, realmente. Mi encuentro con esta caja llena de documentos está lleno de pesadumbre y de rabia, pero también esta alegría de encontrar la presencia de mi hermana, su propio discurso, la manera en que ella veía el mundo y eso es lo que quise capturar en el libro. No quise centrarme únicamente en el crimen porque eso es lo que hace la violencia, simplifica vidas, nos las arrebata otra vez en la narrativa. Yo quería explorar lo que nos dejó. Es un festejo de su vida, una conmemoración de su paso por la tierra.

Gracias a la agenda encontrada en las cajas, Rivera Garza pudo contactarse con los amigos de Liliana. Libreta en mano, comenzó un proceso cuasi artesanal de ir llamando uno por uno. “No fue sencillo, pese a todas las plataformas sociales como Facebook, Twitter o LinkedIn llevó mucho tiempo ir de un lado para otro virtualmente tratando de encontrarlos. La ciudad de México es un monstruo, usualmente la gente no conserva los mismos teléfonos ni vive en los mismos lugares, por supuesto, excepto uno que -contra todas las expectativas- era todavía el número de la casa familiar. De ahí empezamos a hacer la conexión, de amigo a amigo”.

¿En su familia qué opinaron del libro?

Participaron en el proceso, fue un trato que no solo tuve con mis padres, sino también con sus amigos. Les aseguré desde el inicio que ellos iban a revisar todo lo que yo estuviera escribiendo y que no iba a publicar nada con lo que no estuvieran de acuerdo, eso fue un punto central y lo mantuve a lo largo de la escritura del libro. Tanto mis padres como los amigos de Liliana tuvieron la oportunidad de revisar distintos borradores. No quería que algún error de oído o de interpretación pudiera colarse por ahí y quería ser lo más fiel a sus comentarios y quería honrar la memoria de lo que ellos estaban compartiendo conmigo.

¿Qué fue lo más complejo a la hora de escribir este libro?

Es una travesía llena de vericuetos, llena de abismos en cada vuelta. Escribir sobre la violencia, con la violencia, no es un trabajo sencillo. Es muy fácil caer en las resbaladillas de la revictimización de las víctimas, la tentación de transformar a las víctimas en víctimas pasivas, quitarles otra vez la voz, lo que hace tanto en el cine de Hollywood o en las series de Netflix que es centrarse demasiado en los motivos y en la mente del asesino casi glorificándolo o glamorizándolo en lugar de poner la atención en la víctima. Por eso, fui tomando medidas, dándole espacio a la palabra de Liliana, por algo las dejó escritas, entonces quería que se escucharan así. No he querido editorializar ni sobreinterpretar lo que ella escribió. En todo caso contextualizo el lugar, el tiempo, en que estas notas existieron y, en lugar de trabajar con la ficción lo que hice aquí fue ceñirme a un trabajo de investigación.

¿Considera la escritura un medio para sanar heridas?

Tengo mis dudas al respecto. En el caso del duelo en particular, hay una diferencia entre el duelo silencioso -y silenciado- que por tantos años llevamos mi familia y yo, a la fase del duelo en que ahora entramos, que es un duelo articulado con otros, en comunidad y yo creo que hay mucho de alivio en el proceso. Este último año, cuando estuvimos en la tumba de mi hermana, el 16 de julio, la sensación de estar unidos a muchos más no fue imaginaria, fue muy real, muy concreta. En casos como este, la sanación implica la justicia, y mientras no haya justicia, no hay perdón, no hay olvido.

Un violador en tu camino

En 2019, una performance nacida en Chile dio la vuelta al mundo. Con la frase directa, al hueso, el colectivo Lastesis espetaba: “El violador eres tu” para denunciar la violencia misógina y los femicidios. Entre quienes vieron las imágenes y se impactaron estuvo Rivera Garza, y en el libro le dedica elogiosas palabras a las chilenas, ya que pusieron en la palestra palabras que tenía atragantadas.

“Se trataba de un lenguaje ya en uso, un lenguaje que diversos grupos de activistas, y diversos grupos de sufrientes, habían puesto a funcionar en juzgados y plazas, en marchas bulliciosas y alrededor de la mesa del comedor, pero que pocas veces antes de ese invierno de 2019 había sonado así. Tan contundente. Tan sin tapujos. Tan verdadero”, escribió.

Rivera Garza aún se estremece al recordar el momento. “Es una performance poderosísima, y que nos da una buena indicación de lo que pasa en Chile, ustedes pasan por momentos políticos bien interesantes. No me acuerdo si describí puntualmente cómo se me erizó la piel cuando vi esa performance, el latigazo de electricidad que sentí porque algo que había pensado intelectualmente lo vi convertido en una cosa carnal, ahí, al frente, inescapable. Eso es lo que hace la literatura, es lo que hace el arte. Ese fue uno de los acicates que me convencieron que este era el momento, que yo estaba lista para enfrentar lo que viniera, lista en la escucha para oír esta historia como creo que esta historia quería ser escuchada.

En su literatura en general hay una fuerte presencia de las mujeres, ¿cree que de alguna manera el corpus de su obra dialoga con este libro?

Necesité muchos de los libros anteriores para poder escribir este, no solo por mi trayectoria o la experiencia personal que tuve que atravesar, sino por una serie de cuestionamientos estéticos que he venido acompañando a mis libros. Los últimos tres los he denominado como mis libros geológicos, muy pegados a la tierra, donde los agentes humanos y no humanos juegan papeles igualmente relevantes, libros que plantean preguntas sobre la acumulación y sobre la justicia. En ese sentido, diría que hay una liga que los va hermanando, la violencia y la guerra contra las mujeres -como lo ha descrito Rita Segato- ha estado presente como preocupación en muchos de mis trabajos. No es un tema en particular, es más bien como un vértice, un eje alrededor del que siguen dando vueltas muchas cosas que he escrito.

Hace poco recibió el Premio Iberoamericano de Letras José Donoso. ¿Qué le pareció recibir el galardón?

Imagínate, si lo hubiera planificado no hubiera salido mejor, ¿verdad? haber publicado El invencible verano de Liliana acompañado del premio. Todos lo sabemos, es un premio muy prestigioso que han ganado escritores que yo admiro y que quiero mucho. Diamela (Eltit) es una de ellas, que acaba de recibir el premio FIL y el Carlos Fuentes; Cristina Peri Rossi, ¡por el amor de Dios, pienso que merece todos los premios del mundo! En fin, estoy muy contenta, por supuesto, muy agradecida, y el hecho de que sea otorgado en Chile, y que el libro salga en Chile me cae de mil maravillas, además tengo unas ganas locas de ir a Chile.

¿Le sorprende haber recibido este reconocimiento desde Chile, un país tan lejano del suyo?

Los premios siempre sorprenden, ¿no? Uno nunca está pensando en que me va a llegar tal premio, al menos yo no. Me sorprende en el sentido de que mi trabajo apenas se empieza a distribuir en Chile. El año pasado salió mi poesía completa y mi libro de ensayos Dolerse. Textos desde un país herido con Libros del Cardo; también mi libro de ensayos con Los libros de la mujer rota (Los muertos indóciles: Necroescritura y desapropiación), y ahora viene esto. Me parece importantísimo que los libros de los escritores de habla hispana continúen circulando dentro del continente a veces sin la necesidad de que pasaran por España primero, como era antes.

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