Buzz Lightyear: anatomía de un clásico de Pixar

Foto: © 2021 Disney/Pixar. All Rights Reserved.

Hace 27 años el mundo conoció por primera vez a la figura de acción proveniente del espacio, cuando llegó como regalo de cumpleaños de Andy en la primera Toy Story. Luego de tres populares secuelas, Pixar imagina la historia del astronauta que inspiró al juguete, alargando la leyenda de una figura vital en la definición del curso del estudio de Buscando a Nemo y Los Increíbles.


Todos eran unos novatos. Al menos hasta la primera mitad de los 90, el equipo de Pixar se definía por su inexperiencia tanto como por su atrevimiento. Habían ganado un Oscar por el corto Tin toy (1988), la primera cinta en la historia en realizarse a través de animación computarizada, pero el cuerpo de su obra era acotado y el proyecto de un primer largometraje recién conseguiría luz verde en 1993.

Hoy, en que su filmografía se acerca a la treintena de títulos en formato largo y han ganado todos los premios a su alcance, cuesta imaginar a la compañía como una firma incipiente sin clásicos ni personajes consolidados a su haber. En la construcción de aquella leyenda se conjugaron algunas decisiones específicas pero cruciales con el ingenio que se alzaría como rúbrica del estudio.

En particular Toy story, la película que empezó ese legado que cambiaría el curso de la animación contemporánea, los protagonistas diferían de la pareja que el mundo conocería en 1995: un muñeco de ventrílocuo y un viejo juguete de hojalata se disputaban el corazón de un niño. Pero se detectó que algo no funcionaba en el eje de la trama: ¿por qué alguien preferiría una antigüedad olvidada por sobre su favorito de toda la vida?

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Los creadores reaccionaron. El juguete de hojalata en cuestión se transformaría en una figura de acción del espacio, y a continuación el muñeco se convertiría en un vaquero de nombre Woody. El primero sería bautizado como Lunar Larry y Tempus from Morph, antes de encontrar su identificación final: Buzz Lightyear.

A fines de 1995, cuando la cinta llegó a las salas, la figura traída del espacio deslumbró a los espectadores casi tanto como a Andy en su cumpleaños. Buzz tenía un traje increíble y habilidades que ningún otro ostentaba, además de una frase inmortal al momento de lanzarse por los aires: “Al infinito... ¡y más allá!”. ¿Quién no querría uno en su casa?

En efecto, millones de niños lo pidieron como regalo y las réplicas del personaje se vendieron como si fuera un ícono con décadas de tradición. Las cifras consignan que, tras el estreno del filme, la demanda de Buzz se alzó en 1,6 millones y de Woody en 1,2 millones, rematando en que se vendieran 36 millones de juguetes de Lightyear. Cambió a perpetuidad la concepción del merchandising de las cintas de animación.

La historia del personaje se expandiría en la secuela de 1999, en que Buzz sería encarcelado y descubriría a su más grande enemigo, el intimidante Zurg, y en la tercera parte, en 2010, donde fue configurado para ser manejado por Lotso, el oso villano de la trama. Cuando se pensaba que su trayecto estaba concluido, hace tres años los personajes regresaron en una cuarta entrega en que los protagonistas se preguntaron con más desencanto que nunca sobre qué significa ser un juguete en el mundo.

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Cualquier nueva encarnación se mide a esos recuerdos y a la estatura gigantesca de la franquicia. Pero Pixar, en una decisión que osciló desde el entusiasmo hasta el tedio, decidió dedicarle su propio largometraje a la figura espacial. Más bien, al héroe que inspiró la fabricación del juguete en la ficción. En ese sentido, Lightyear (estrenada este jueves en cines chilenos) es una precuela de las aventuras de los juguetes de Andy.

Dirigida por Angus MacLane, la cinta número 26 de Pixar presenta a Buzz –al hombre, con voz de Chris Evans y no de Tim Allen– en una misión en el espacio en que queda abandonado junto a su comandante (Uzo Aduba) y el resto de la tripulación. En su intento por regresar se le atravesará el mismísimo Zurg (James Brolin) y recibirá la inesperada compañía de un gato.

“Hemos realizado un viaje de descubrimiento, tomando a este personaje y desarrollándolo por completo durante 90 minutos mientras expandes la mitología”, explicó MacLane, quien había trabajado previamente con Lightyear: fue miembro del departamento de arte de Toy story 2 y dirigió parte de la escena inicial de Buzz Lightyear, Comando Estelar: La aventura comienza (2000), filme que fue directo al formato casero y que no es considerada por la producción que se acaba de lanzar.

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De acuerdo con la óptica de la productora Galyn Susman, las Toy story “son las historias de Woody más que las historias de Buzz. Así que él es un poco más un personaje de alivio cómico, un poco tonto”. En cambio, en la nueva película, “necesita ser un personaje más redondo y completo. Tienes que agregar conflicto y autorreflexión y todas las cosas que esperarías de un personaje principal. Así que todo eso era territorio fértil para que hiciéramos lo que creíamos correcto”.

Por más ingenio que hayan aplicado, Lightyear no está ganándose una recepción a la altura de las mayores joyas del estudio ni en la línea de la saga nacida en 1995. “No quiere, ni siente la necesidad de ir hasta el infinito, mucho menos más allá”, planteó la revista Rolling Stone, que concede que es “ligera, fresca”. En una vereda más favorable, The Guardian la celebró como “entretenida e inteligente y nos recuerda por qué amamos Pixar en primer lugar”.

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