Descifrando a Cormac McCarthy: una oscuridad moderna

El fallecido autor estadounidense fue un escritor clave para entender la oscuridad profunda de la tierra del tío Sam. Junto a tres lectores consumados de su obra, analizamos los recovecos de sus libros. "Son ríos llenos de material que va esculpiendo como una roca viva. Una de esas experiencias que pocas veces se tienen en la vida”, dicen.


Fue en un momento perdido a fines de los noventa o principios de la década de los 2000, cuando el joven dramaturgo Marcelo Leonart se topó con la obra de Cormac McCarthy, el trascendental autor estadounidense fallecido esta semana. “Fue con esas ediciones de Debate que hacía Constantino Bértolo -explica a Culto-. Como los libros de Sebald de la misma colección, no me animé a su lectura (había tanto para leer) hasta que apareció La Carretera. Leí el libro (la película la vi bastante después) y quedé alucinado. El tono. La brutalidad. La prosa. El paisaje. Sin exagerar me pareció una fuerza de la naturaleza contando el apocalipsis. Y en un lenguaje que era como el nuestro, pero que a la vez era como si viniera de otras épocas”.

En La Carretera (2006), está quizás el Cormac McCarthy más expansivo y puro. Ese que narra el viaje de un padre y su hijo a través de la desolación, del vacío. Todo donde alguna vez hubo vida, fue destruido por un cataclismo. Ese tono oscuro fue quizás la marca registrada de su obra.

Muy a tono con sus libros, Cormac McCarthy no daba entrevistas. Una de las pocas fue en el live show de Oprah Winfrey, en 2007. Ahí comentó: “No tenía idea de a dónde iba” mientras escribía La carretera. Frente a las cámaras, McCarthy comentó que la inspiración para el libro le llegó hace unos años cuando estaba en una habitación de hotel en El Paso, Texas, mientras su hijo pequeño se encontraba dormido. Fue en ese sucucho sucio, en medio de la noche, cuando miró por la ventana y se preguntó cómo sería la ciudad dentro de 50 o 100 años. “Pensé en mi hijito” y tomé algunas notas, dijo. Ahí comenzó todo.

Si bien la novela de viajes es muy propia de la literatura yankee (sino veamos En el camino, de Kerouac), Cormac McCarthy no recurría a estereotipos. Eso es algo que sobre su obra destaca el escritor boliviano Edmundo Paz Soldán, a Culto.

“Lo primero que leí fue Todos los hermosos caballos, en inglés, apenas salió, allá por el 92. Me atrajo el hecho de que buena parte de la novela transcurriera en México, y de que esta se alejara de muchos de los estereotipos que han circulado en la literatura de los Estados Unidos sobre México, sin por ello romantizar al país. Me sorprendió el tono melancólico de la novela, sobre todo por la imagen que uno tenía de McCarthy como un escritor ‘duro’. La dureza, la crueldad, el sadismo, aparecen a raudales en Meridiano de sangre, su mejor novela y aquella que condensa el destino manifiesto de los Estados Unidos (’War is God’)”.

Marcelo Leonart también rescata Meridiano de sangre (1985): “En ese tiempo no puede encontrar Meridiano de sangre. Lo encontré en un viaje y eso fue un mazazo aún mayor. Para mí es una de mis novelas preferidas de todos los tiempos. Fue una novela que habité durante su lectura. Los paisajes. La coreografía y la putrefacción de la violencia. Es verdad que tiene ecos shakespereanos, incluso en las traducciones castizas”.

Ríos llenos de material

Pese a esa fama de escritor “duro” que menciona Paz Soldán, McCarthy tenía una pulida y sorprendente pluma. Lo comenta el crítico literario de Culto, Matías Rivas: “Es una obra bastante peculiar, narra cosas del siglo XIX, donde aparecen mercenarios, indígenas, la frontera con México, pero cuando uno lo lee, parece tremendamente moderna. Es una de sus peculiaridades. Yo creo que captó distintas épocas con mucha genialidad, porque tenía una prosa muy afilada, que es parte de su gracia, de su estilo, que es despojado, sin muchos adjetivos, rápido. Diálogos muy ajustados”.

No es país para viejos es un gran libro y La carretera es más poético, a mi entender. Ahí se pega un giro, ya que su obra tiene distintas etapas. No es lo mismo las primeras novelas como Todos los hermosos caballos, Meridiano de sangre que La carretera, o con Stella Maris / El pasajero, que son más experimentales desde el punto de vista de los temas que toca, se mete con la ciencia. Es alguien que entendió muy bien la soledad, la violencia, la moral en situaciones extremas. Ahí es donde uno engancha con él”.

Leonart también comenta su tipo de escritura: “McCarthy es un gallo que se mete en la narración, en la historia, en los personajes, en tipos que son hacer y no sicología, pero también en el lenguaje, en el ritmo, en la estructura. No es un simple storyteller. Sus novelas, incluso las más cinematográficas, son ríos llenos de material que va esculpiendo como una roca viva. Una de esas experiencias que pocas veces se tienen en la vida”.

Para Edmundo Paz Soldán, la prosa de McCarthy es fascinante. “Por la contradicción entre una sintaxis minimalista (no hay marcas de diálogo, no hay puntos y coma, no hay dos puntos) y un lenguaje tan sublime como rebuscado, que, por un lado, desempolva muchas palabras ya no tan usadas en inglés, y por otro es muy preciso y específico en sus descripciones. Algunas de sus novelas no tan conocidas son mis favoritas (Child of God), otras me vencieron (The Crossing) y otras pueden ser desiguales (The Passenger); en casi todas, la escritura alcanza momentos de trascendencia, de revelación, de exaltación. Es uno de los grandes indudables de la literatura norteamericana”.

A la hora de comentar cuáles fueron los libros más trascendentes de la obra de Cormac McCarthy, Leonart señala: “La más importante es, sin duda, Meridiano de sangre. Añadiría La carretera (es una novela que produce emociones físicas, estremecimientos en la piel) y No es país para viejos. Pero creo que es importante decir que McCarthy es un tipo que construye obra. Su corpus de novelas y guiones y obras teatrales es un cuerpo de muchos tentáculos. Agregaría, como teatrista y dramaturgo que soy, Sunset limited, un texto teatral muy clásico (dos personajes, una situación límite, una conversación filosófica al borde de la vida y la muerte) que da para actuaciones que cortan el aliento y hielan la sangre”.

Matías Rivas también se pronuncia al respecto: “Yo creo que Meridiano de sangre. También La carretera, me parece un libro post apocalíptico interesante, y hay uno que se llama Hijo de dios, que no circula mucho. Es un libro pequeño, interesante, violento, que pertenece a la época de sus novelas de vaqueros. Es una historia cruenta, media gótica”.

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