Yasunari Kawabata, la vida infinita de un Nobel japonés
Tras su suicidio en 1972, se publicó su novela póstuma Dientes de León. Por estos días llega por primera vez su traducción en español. Un texto que es un retrato de su destino, inclinado hacia la fragilidad humana y con un desenlace trágico.
El libro Dientes de león, del autor japonés Yasunari Kawabata, tuvo un devenir pedregoso: no sólo se trata de un borrador inconcluso; también es una pieza póstuma publicada tras su suicidio en 1972. “La novela es una larga conversación entre la madre y el novio de la chica, un diálogo que nos propone una sensible reflexión sobre el peso de nuestras decisiones y nos lleva a pensar en la imprecisa frontera que separa la cordura de la locura”, señala su reseña.
“Había muchos dientes de león a orillas del río Ikuta. Que hubiera tantos en la ribera decía mucho del carácter del pueblo: Ikuta era así, como una primavera llena de dientes de león. De sus 35.000 habitantes, 394 eran ancianos de más de 80 años”, con este párrafo comienza la historia de Ineko, joven diagnosticada con “ceguera de cuerpo”.
El relato es una larga conversación que ocurre en un solo día. Ineko fue internada en un manicomio, y su madre y su novio van a visitarla. En el recorrido de vuelta, ambos personajes caminan bajando la colina hasta llegar a Ikuta, un pueblo rodeado de la flor perenne. Este intercambio es el que da forma a un texto fundamental de la cultura japonesa.
Yasunari Kawabata nació en 1899, quedó huérfano a los tres años y sufrió la muerte del resto de sus familiares a corta edad. Publicó su primer relato en 1926, La bailarina de Izu, pero no fue hasta País de nieve, novela de 1937 –que vio su versión definitiva en 1948–, que el autor se consagró dentro del mundo literario del siglo pasado en el continente asiático.
Las traducciones de sus obras tardaron varios años en concretarse. En Chile, bajo el sello Emecé, están País de nieve, El maestro de Go, Historias en la palma de la mano, Mil grullas, La bailarina de Izu, El sonido de la montaña, Kioto, La pandilla de Asakusa, En el lago, La casa de las bellas durmientes, Lo bello y lo triste, además de una recopilación de Correspondencia; todas publicadas desde el 2000 en adelante.
Para Miguel Sardegna, escritor y especialista en literatura japonesa, “es posible acercarse y estudiar la literatura de su país partiendo de él, prestando atención a sus gustos y afinidades”, de acuerdo a un artículo de La Nación, de Argentina.
Este año, llega a librerías Dientes de león, por primera vez en español. Sus obras destacan por la representación de la soledad y el erotismo, con una prosa contemplativa que explora el interior del pensamiento humano.
Kawabata fue el primer japonés en recibir el Premio Nobel de Literatura, en 1968. “Por su maestría narrativa, que expresa con gran sensibilidad la esencia de la mente japonesa”, expresa la Fundación Nobel en sus registros.
En su discurso de aceptación, citó varios poemas, comenzando con uno que refería a los cerezos en flor: “Al contemplar la belleza de la nieve, de la luna llena, de los cerezos en flor, es decir, cuando despertamos ante las bellezas de las cuatro estaciones y entramos en contacto con ellas, cuando sentimos la felicidad de habernos encontrado con la belleza, es cuando más pensamos en quienes amamos y deseamos compartir con ellos esa felicidad”, dijo después.
Pasados cuatro años tras recibir el importante galardón, el autor falleció el 16 de abril de 1972, a causa de suicidio por inhalación de gas. A pesar de ello, hay quienes creen que la muerte fue accidental. Alejandra Kamiya, responsable del prólogo de la nueva edición, escribe en los últimos párrafos: “La relación que tenía Kawabata con la belleza es la que hace que yo elija situarme junto a los que dudan de su suicidio, en contra del cual él se había manifestado en varias oportunidades. Me gusta pensar, como Donald Richie, que si el agua estaba corriendo en el baño en el que fue encontrado es porque él iba a darse un baño, que el caño de gas quedó abierto por accidente, que el agua aquella corría como la del río Ikuta en Dientes de león, que la historia no había acabado, porque las historias no acaban, continúan en otros”.
“La literatura mundial perdió una buena voz con la muerte de Kawabata, de lo que esta obra elegantemente enigmática es un testimonio”, compartió el medio Kirkus Reviews.
“Flores, campanas, árboles heridos: los mundos natural y humano se encuentran y se mezclan en esta narrativa esbelta y muy perfeccionada. (...) Una renga podría surgir de esa línea lírica, que en cambio prepara el escenario para la impactante continuación: el río y la ciudad que se encuentra a su lado pueden ser plácidos y encantadores, pero también es el lugar de un asilo al que Kizaki Ineko ha ido”, agregó.
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