Pablo Neruda y los 100 años de los Veinte poemas de amor: historia a fondo de un libro doloroso y pastoril

Pablo Neruda y los 100 años de los Veinte poemas de amor: historia a fondo de un libro doloroso y pastoril Ilustración: Sandro Baeza

En junio de 1924, y con 19 años, Pablo Neruda publicó su segundo libro. Originalmente sería un poema cósmico, pero luego comenzó a pensarlo en clave de poemas de amor. Escrito en precarias condiciones, y en un Chile convulso, el poeta firmó acaso su libro más inmortal. Hoy, una edición conmemorativa vuelve a ponerlo en el tapete, y en Culto revisamos su historia y sus claves.


Se lo recomendó con ahínco, y el entusiasmo es tan contagioso como un virus. Ante la insistencia, a Carlos George Nascimento no le quedó otra que simplemente decir que sí. Al frente estaba Eduardo Barrios, el primer fenómeno editorial chileno con su novela El niño que enloqueció de amor (1915). Este le aseguró que tenía un dato imperdible. Un joven poeta llamado Pablo Neruda, y que tenía su segundo poemario bajo el brazo, Veinte poemas de amor y una canción desesperada.

No lo perdí de vista -recordó años después Nascimento, citado en el libro de Felipe Reyes Nascimento el editor de los chilenos-. Algo tenía, no puedo explicarlo. Era muy flaquito y muy pálido, hablaba apenas, pero estaba siempre tan calmado y seguro que sin darme cuenta me convenció y hasta tuve que hacer el libro a la medida que él pidió: un formato grande, cuadrado, que no era nada económico porque se perdía mucho papel. Pero ya ve, tan flaquito y callado, se salía con la suya”.

Y vaya que se salió con la suya. En junio de 1924, las vitrinas de la librería Nascimento, en la Plaza de Armas de Santiago, mostraban al público la primera edición de Veinte poemas de amor y una canción desesperada. Acaso el poemario que le dio el salto a la fama a Pablo Neruda, y que le granjeó el boleto a la inmortalidad.

Pablo Neruda, 1968. Foto: Evandro Teixeira.

Es que el libro contiene algunos de los poemas que todo escolar chileno ha aprendido alguna vez de memoria. El poema 15, el de “Me gustas cuando callas porque estás como ausente”, o el 20, el que empieza con “Puedo escribir los versos más tristes esta noche”. Neruda terminó siendo sinónimo de aquellas líneas eternas, aunque el poemario contiene otros versos igualmente notables. ¿Un ejemplo? “Es tan corto el amor y es tan largo el olvido”.

Para junio de 1924, Neruda -o Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto- contaba con 19 años. Había llegado tres años antes a Santiago, procedente de Temuco -ciudad donde se había criado- con el fin de estudiar Pedagogía en Francés en el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile. La decisión no era antojadiza, pues los literatos franceses habían influido fuertemente en el joven poeta, ya en el Liceo de Temuco.

El profesor Ernesto Torrealba pone a su alcance un volumen que deviene fundamental para su formación de poeta: La poesía francesa moderna. Antología ordenada y anotada por Enrique Díez-Canedo y Fernando Fortún (Madrid, Renacimiento, 1913)...Neftalí Reyes transcribió desde esta antología dos poemas de Sully Produhomme, tres de Baudelaire, uno de Verlaine, uno de Henri de Réginer, uno de Henri Bataille, dos de Paul Fort, uno de André Spire y uno de Jean Richepin”, detalla el investigador nerudiano Hernán Loyola en su libro El joven Neruda (Lumen, 2014).

Neruda ya había publicado su primer libro, Crepusculario, en 1923, con una autoedición que le costó tener que vender el reloj que le había regalado su padre y su “traje negro de poeta”, además de tener que recurrir a otras ayudas financieras (al final, el crítico literario Alone lo terminó salvando). Tras ello, comenzó a fraguar su próximo libro, el que originalmente tendría un tono muy diferente al que terminó siendo.

Como él mismo dice, hacía fugaces viajes al sur, a la provincia, donde renovaba sus energías -señala a Culto Ernesto González, de la Fundación Pablo Neruda-. En una de esas estadías en Temuco tuvo una experiencia decisiva. Fue una noche en la que el cielo recién lavado por la lluvia desplegaba las estrellas antárticas en lo alto. El poeta en sus memorias lo cuenta: ‘Me embargó una embriaguez de estrellas, celeste, cósmica. Corrí a mi mesa y escribí de manera delirante, como si recibiera un dictado, el primer poema de un libro (…) Me movía en una forma como nadando en mis verdaderas aguas’”.

Neruda comenzó a fraguar la idea de un poemario que se llamaría El hondero entusiasta. Y cuando ya llevaba algo ya escrito, comenzó a mostrarlo a sus cercanos. “Un amigo que leyó el libro le dijo que en este notaba la influencia del poeta uruguayo Sabat Escarty -añade González-. El mismo Sabat se lo confirmó al joven Neruda que, con esto, clausuró su aspiración de escribir una obra cósmica, ‘una ancha poesía’ como él la llama, y agrega que tenía que aprender a ser modesto. “Reduje deliberadamente mi estilo y mi expresión…buscando mis más sencillos rasgos, mi propio mundo armónico, empecé a escribir otro libro, de amor”. De este modo, Neruda comenzó a darle forma a unos versos de amor, con aire bucólico.

Este era un proyecto netamente personal, sin tanta resonancia con el convulsionado contexto que vivía. Por entonces, Chile tenía poco más de 3 millones 700 mil habitantes (según el Censo de 1920). El país vivía una creciente crisis política, debido a los graves problemas económicos y sociales que ya se venían arrastrando desde comienzos de siglo. Era la llamada “cuestión social”. La economía mono exportadora basada en el salitre, y un sistema político parlamentario no daban respuestas y mostraban su ineficacia. El Presidente Arturo Alessandri Palma intentaba llevar a cabo las reformas necesarias, pero se veía atrapado entre rotativas ministeriales y mociones de censura. Al final, todo estallaría en septiembre de ese año, con la renuncia del mandatario.

En ese contexto convulso, los Veinte poemas de amor y una canción desesperada fueron algo así como un remanso. Un oasis en el desierto. Claro que el poeta pasó ciertas penurias durante su escritura, pues era un muchacho pobre, de provincia, que apenas podía mantenerse en la capital. Sin embargo, se las arregló para romantizar un poco lo que vivía.

FILE - In this October 21, 1971 file photo, Nobel Prize winning poet Pablo Neruda sits in Paris France. Neruda was awarded his Nobel in 1971. Forensic experts have determined that Chilean poet Pablo Neruda was poisoned, Rodolfo Reyes, the Nobel Prize winner’s nephew, said on Monday, Feb. 13, 2023. (AP Photo/Michel Lipchitz, File)

“Los Veinte poemas son el romance de Santiago, con las calles estudiantiles, la universidad y el olor a madreselva del amor compartido -escribió el mismo Neruda en Confieso que he vivido-. Los trozos de Santiago fueron escritos entre la calle Echaurren y la avenida España y en el interior del antiguo edificio del Instituto Pedagógico, pero el panorama son siempre las aguas y los árboles del sur”.

“Son un libro doloroso y pastoril que contiene mis más atormentadas pasiones adolescentes, mezcladas con la naturaleza arrolladora del sur de mi patria. Es un libro que amo porque a pesar de su aguda melancolía está presente en él el goce de la existencia”.

Un punto que llamó la atención a los críticos, fue el uso del verso alejandrino en algunos pasajes del libro. Es un verso complejo, de 14 sílabas, uno de los más difíciles de trabajar en poesía hispanoamericana, que habitualmente usa el endecasílabo, de 11. Pero Neruda logró salir airoso de la prueba. De hecho, el famoso “Me gustas cuando callas porque estás como ausente”, es un ejemplo notable de esa forma métrica. Suena limpio, fluido, no forzado, y además crea una imagen.

El estudioso nerudiano Darío Oses comenta a Culto al respecto: “No solo usa el alejandrino, sino una combinación de ese tipo de verso y otros, incluyendo el verso libre. Por otra parte, las influencias el Siglo de Oro español (Quevedo), la Literatura francesa (Baudelaire/Rimbaud), la literatura chilena de la época y anterior, Walt Whitman y Poe, Víctor Hugo, etc. De acuerdo con Luis Quintana Tejera en un trabajo titulado El infinito olvido en la poética nerudiana del amor (2014), la versificación de los poemas que conforman este libro tiene un conjunto de características que construyen una estética muy particular”.

“Según Quintana Tejera, se pueden reconocer, las siguientes características formales: preferencia por los cuartetos alejandrinos, es decir, estrofas de cuatro versos, cada verso de catorce sílabas de extensión; empleo del verso de arte mayor (endecasílabo, dodecasílabo y triscaidecasílabo), cuando no del alejandrino; preferencia por la rima asonante y uso de esdrújulas y agudas al final de los hemistiquios, es decir, a mitad de los versos de arte mayor”, agrega Oses.

El influjo de esos versos alejandrinos ya venía los años de Neruda en Temuco, ciudad donde publicó sus primeros poemas en periódicos. Así lo explica a Culto el investigador Mark Eisner, autor de Neruda. El llamado del poeta (2018). “Fue su joven y pintoresco profesor de francés, Ernesto Torrealba, escritor y crítico, quien le dijo a Neftalí: ‘Si quieres escribir, no leas simplemente español y sigas sus reglas, porque nunca te liberarás de la pedagogía’. En cambio, presionó a Neftalí para que leyera, entre otros, a Arthur Rimbaud, Charles Baudelaire y Paul Verlaine; leer francés le ayudaría a escribir mejor español”.

El uso del alejandrino -agrega Eisner- “sólo tuvo éxito gracias al joven genio de Neruda para anclar estos métodos no tradicionales de composición en recursos literarios básicos con métricas fijas, esquemas de rima y rima y repetición internas. Todo su trabajo escribiendo alejandrinos cuando era adolescente en Temuco le permitió formar estas intrincadas construcciones, añadiendo precisión al lirismo. Enmarcan el poema de modo que cuando él empuja contra ellos, la tensión hace que las líneas salten de la página”.

De todos modos, el juicio del crítico literario del momento, Alone, no fue el más benévolo con el libro. En su columna del 3 de agosto de 1924, en La Nación, escribió: “A veces nos hace pasar ante la vista seres deslumbrantes…o bien tiene toques de una amable delicadeza fina y sonriente…Pero es poco, muy poco todo esto para un libro, aún cuando el libro se lea en diez minutos por su abundancia de páginas en blanco. La sensación total es la de una sementera que aún no asoma a la superficie. La tierra está hinchada…se ve que pasaron el arado una y otra vez…hicieron los surcos, echaron con pródiga mano los gérmenes. Todavía no brotan, falta el agua de la emoción humana, falta el tiempo vivificador”.

Neruda replicó el 20 de agosto de 1924, en el mismo diario, en una columna llamada Exégesis y soledad: “Emprendí la más grande salida de mí mismo: la creación, queriendo iluminar las palabras. Diez años de tarea solitaria, que hacen con exactitud la mitad de mi vida, han hecho sucederse en mi expresión ritmos diversos, corrientes contrarias. Amarrándolos, trenzándolos sin encontrar lo perdurable, porque no existe, ahí están Veinte poemas de amor y una canción desesperada”.

Con una historia editorial de 100 años, Veinte poemas de amor y una canción desesperada sigue teniendo vida en las librerías chilenas. La próxima semana llega a los escaparates una edición aniversario por el centenario de la publicación, bajo el sello Seix Barral. “Es una gran responsabilidad, en primer lugar, y una alegría enorme de celebrar a uno de los poetas chilenos con más lectores en el mundo y uno de sus libros más emblemáticos - dice a Culto Josefina Alemparte, directora editorial del Grupo Planeta Chile-. Cuando emprendimos la tarea de reeditar Confieso que he vivido y la Poesía completa buscábamos, al igual que con este proyecto, acercar al lector y la lectora chilena la obra de un poeta ineludible en castellano”.

La edición cuenta con un epílogo escrito por Darío Oses, quien responde: ¿por qué Veinte poemas de amor ha tenido tanto éxito?. “Este libro lo escribió un joven poeta pobre y bohemio, no muy exitoso en amores, que había decidido no presentarse a los últimos exámenes para obtener el título de profesor en francés. No tenía nada de exitoso. Pero sí tenía una gran capacidad para convertir en poesía su propia vida amorosa de joven pobre y sensible. Pertenecía, además, a una generación de jóvenes que se rebelaban contra las convenciones de las elites conservadoras. Con sus Veinte poemas, Neruda le dio una nueva forma de expresión a los amantes, sin derogar a los grandes contenidos clásicos de la tradición del amor en Occidente que se manifiestan no solo en la literatura, sino en la canción popular”.

Al respecto, la Presidenta de la Fundación Pablo Neruda, la académica Kemy Oyarzún, señala: “‘Cae la hora de la venganza y te amo’, dice Neruda en el Poema 20. ¿De cuál venganza, me pregunto? ¿De cuál amor? Lo cierto es que para 1972 se habían vendido dos millones de ejemplares en español, según Hernán Loyola. Hoy, los Veinte poemas se han convertido en el poemario más leído de internet”.

Es casi tan difícil hablar de éxito literario como hablar de poesía, en especial, la de Pablo Neruda -agrega Josefina Alemparte-. En ese sentido, quizás, Veinte poemas de amor y una canción desesperada se transformó en un fenómeno tan masivo porque los poemas que componen el libro se hacen cargo de una experiencia trascendental: la del desamor que acompaña en muchos casos al enamoramiento. Huelga decir, además, que en Neruda el ‘estar enamorado’ es otra forma de conocer la realidad”.

Veinte poemas de amor y una canción desesperada ¿será el mejor libro de Neruda? Contesta Kemy Oyarzún: “Me atraen más Residencia en la tierra, Canto General, las Odas Elementales, Extravagario. Los Veinte poemas de Amor y una canción desesperada dan cuenta de un lento proceso para la subjetivación masculina descolonial de los años 20. No para lo femenino. En el neocolonialismo, el origen de la diferencia genérico-sexual remite, explícitamente o no, a la clausura de lo no patriarcal, matrilineal, de las primeras naciones americanas”.

Por su lado, Juan Manuel Silva, editor de la obra de Neruda en el Grupo Planeta Chile, señala: “Todos los libros de Neruda tienen una textura distinta y diferentes maneras de enfrentar la poesía. Me gusta Veinte poemas… como me gusta Canto general, Estravagario, El habitante y su esperanza y Residencia en la Tierra. Sería injusto pensar que hay una jerarquía en un oficio —si se me permite llamar así a la poesía— que es por naturaleza ajeno a las jerarquías. Sin ir más lejos, lo que proponen los Veinte poemas es un desmontaje de la experiencia amorosa más tradicional en un país que era bastante tradicional, por decir lo menos”.

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