Isabel Allende: “Con lo que está pasando en Estados Unidos, me dan ganas de ir a instalarme en el sur de Chile”
La escritora en castellano más leída del mundo presenta su nueva novela, Mi nombre es Emilia del Valle (Sudamericana). Un viaje al pasado donde una periodista estadounidense viene a Chile para cubrir la Guerra Civil de 1891, y a buscar a su padre. Con Culto, Allende rememora sus años en el periodismo, por qué le gusta la historia, la nostalgia por el país y su visión de gobierno de Donald Trump.
Con su habitual interés por la historia de Chile, había un acontecimiento que a Isabel Allende Llona (82) siempre le había llamado la atención, pero del que nunca había escrito: la Guerra Civil de 1891. La contienda que terminó con la presidencia de José Manuel Balmaceda e inauguró el período de la República Parlamentaria. Tras darle muchas vueltas, un día simplemente decidió lanzarse.
“Es un evento que me ha interesado por mucho tiempo -comenta a Culto vía Zoom desde San Francisco, Estados Unidos-. Pero como tantas historias que tengo adentro, las cosas demoran en madurar hasta que llega un día en que ya estoy lista para contarla. Entonces, tenía ese evento que era la Guerra Civil y mucha investigación al respecto, pero me faltaba una protagonista".
Hasta que la encontró, y la usó para el título de su nueva novela. Mi nombre es Emilia del Valle que este 20 de mayo llegará a las librerías de España, Latinoamérica y Estados Unidos de forma simultánea y en todos los formatos, bajo el sello Sudamericana, a tono con su estatura de ser la escritora en español más leída del mundo. Es el regreso de Isabel Allende a una novela basada en la historia de Chile desde Largo pétalo de mar (2019), donde abordó la llegada de los inmigrantes españoles en el Winnipeg, en 1939.
En este libro leeremos la historia de Emilia del Valle, una californiana, hija de una monja irlandesa, Molly Walsh, y de un aristócrata chileno que se desentiende de su responsabilidad y simplemente se viene al país. Aún así, la chica lleva el apellido Del Valle. Tiempo después, con 23 años, logrará ser columnista del Daily Examiner, un periódico de San Francisco, siempre oculta tras una falsa identidad de hombre. Allí conocerá a su compañero Eric Whelan, un reputado periodista y cronista de guerra. Abriéndose paso en un mundo totalmente masculino, Emilia destaca por su pluma y su trabajo, tanto que logra publicar bajo su propio nombre.
Un día, el director la cita a ella y a Whelan para darles un encargo: deben viajar a Chile porque las noticias hablan de una insurrección contra el gobierno establecido. Antes de embarcarse, Emilia recibe una carta que su madre le ha escrito al señor Del Valle. Le reclama que su hija acceda a la herencia, pues le corresponde. Así, Emilia llega a Chile no solo como corresponsal de guerra, sino con una misión personal.
Apoyada en una sólida investigación documental (que incluyó encargo de libros a Chile) y con la historia clara, Allende comenzó a darle forma a la novela, siempre con su particular punto de vista. “La historia la escriben los vencedores, que son hombres. Y las voces marginales, las voces de las mujeres, de los derrotados, de los pobres, de los niños, del soldado raso, esas nunca están. Entonces, en un acontecimiento histórico como es la Guerra Civil, están todos los documentos militares en los que tú sabes cómo se dispusieron los regimientos, qué armas se usaron, cuántas personas murieron, pero el detalle de cómo murieron, qué pasó con los cadáveres de los caballos, qué pasaba en el hospital de campo -que se llamaba Hospital de Sangre- eso no sale en ninguna parte. Entonces eso hay que averiguarlo por otro lado. ¿Qué papel tenían las mujeres en ese conflicto? Eso es lo que a mí me interesa, las voces marginales”.
Además de periodista, Emilia del Valle también es escritora. ¿Cuánto de usted tiene ella?
Fíjate que mucha gente que ha leído esta novela, cuando todavía no estaba publicada, me ha señalado que Emilia es como mi alter ego, que muchas cosas de la vida de ella son como la vida mía: su padre desaparece, tiene un padrastro que la forma, se convierte en escritora, de ahí pasa al periodismo, etcétera. Pero la verdad es que no lo pensé para nada. Yo supongo que uno escribe desde la memoria, la experiencia personal, lo que uno oye y ve en el mundo. Entonces supongo que, al final, todo eso se filtra entre líneas y se parece un poco a la propia experiencia de vida, pero no estaba pensando en que yo era ella. Para nada.
Me imagino que al escribir la experiencia de Emilia en el Examiner recordó su propia vivencia en revista Paula.
Fíjate que me puse en el caso de una persona a finales del siglo XIX y que pensé que su realidad era mucho más difícil que la mía. De partida, no existía una escuela de periodismo, y las mujeres, las muy pocas que tenían acceso a la prensa, escribían cosas sociales o columnas de opinión que tenían que ver con la mujer y los temas domésticos. Pero que una mujer fuera periodista, y más aún corresponsal de guerra, era rarísimo. Entonces yo tenía que hacer una trayectoria para ella. No podía llegar de repente a ser corresponsal de guerra, tenía que tener una trayectoria. Por eso ella empieza muy temprano, a los 17, años escribiendo lo que se llamaban novelitas de diez centavos, que eran casi todas de cowboys, de bandidos. El público era masculino, gente semi analfabeta, muy sencilla, novelas de menos de 90 páginas escritas a toda carrera. Pero en aquella época había un público muy importante para eso. Entonces, así empieza Emilia y con un seudónimo masculino, porque como mujer no la habrían publicado. Después, cuando empieza a trabajar como periodista, tampoco la publican como mujer. Tenía que tener un pseudónimo masculino para que cualquier cosa que ella diga sea respetada. Fíjate que hace muchísimos años, cuando yo empecé a escribir en el 82, conocí a Carmen Balcells, que era la gran agente en Barcelona. Y lo primero que Carmen me dijo es: mira, como mujer vas a tener que hacer el doble o el triple esfuerzo que cualquier hombre para tener la mitad de reconocimiento y respeto. Y es cierto. Era cierto entonces, es cierto hoy y para qué decirlo como era en el siglo XIX.
¿Y extraña ser periodista?
Sí, pero mira, más que la ‘chuchoca’ del quehacer cotidiano, echo de menos el ambiente que teníamos en la revista Paula en los años 70. Éramos cuatro mujeres jóvenes, atrevidas, curiosas, empezando la vida, descubriendo el feminismo, descubriendo quiénes éramos, chocando a la sociedad chilena que era lo más cartucha del mundo. Era fantástica esa época. Eso sí lo echo mucho de menos.
¿Cree que esa experiencia en Paula le ayudó a ser escritora?
¡Claro que sí! Amanda Puz me enseñó a escribir. Yo había tenido una pésima escolaridad de un país a otro siguiendo los pasos de mi padrastro diplomático. No sabía escribir bien en español, y ella me enseñó. También me enseñó cómo se escribe una historia para que sea sólida. Yo no sabía nada de nada. Pero además me enseñaron a pensar, porque yo creo que desde muy chica tenía una especie de rabia adentro, no canalizada, que no sabía nombrar. Era una rabia contra la autoridad: la iglesia, la policía, mi abuelo, todo lo que representaba esa autoridad masculina. En otras palabras, el patriarcado, pero no sabía que se llamaba así. No estaba conectada con un movimiento feminista. No sabía cómo utilizar esa energía negativa que tenía dentro. Y en la revista Paula se transformó en energía positiva que me ha servido toda la vida para conducir una vida como feminista, como escritora y como activista también. Y en el ejercicio del periodismo aprendí a conducir una entrevista, a atraer al lector con las primeras líneas y retenerlo hasta el final, a chequear toda la información que uno tiene, o sea, no quedarse con una sola fuente. Todas esas cosas que hoy me sirven en la escritura las aprendí en el periodismo.
En esta novela las mujeres son fuertes y toman el destino por sus manos. ¿La considera una novela feminista?
Mira, todo lo que escribo es feminista, porque es la persona la que sale entre líneas ¿Por qué escoge uno contar esa historia y no otra? ¿Por qué eliges esos personajes que van a decir y hacer esas cosas y no otros? Porque en el fondo son todos reflejos de quién uno es como persona. A mí me resultaría muy difícil escribir una novela sobre, por ejemplo, un par de evangélicos en alguna parte, porque no es mi realidad para nada, ni lo que yo creo. Eso que uno elige y se refleja a través del personaje es casi inevitable. Ahora, esas mujeres que aparecen en el libro son mujeres puestas en circunstancias muy especiales. Por ejemplo, Angelita, que es una cantinera. Son mujeres de la guerra. Esas son mujeres que siguieron a los soldados, pelearon con ellos, sufrieron con ellos y no tuvieron ningún reconocimiento. Son las enfermeras, son las mujeres como Emilia, que hacen periodismo, hacen lo que pueden y sus voces son acalladas una y otra vez.
El personaje de Paulina del Valle aparece también en Hija de la Fortuna y en Retrato en sepia.
A mí me encanta ella, porque es realmente una vieja pesadísima (ríe). Pero fantástica. Fíjate que cuando ella aparece por primera vez, mi agente, Carmen Balcells, me dijo: ‘Tú a esta la modelaste pensando en mí. Yo fui inspiración’. Y es verdad. Paulina es muy parecida a Carmen: en lo buena para los negocios, atrevida y con un dejo sentimental que ella lo trata de aplastar, pero siempre está ahí. García Márquez le dedicó un libro y puso: ‘A Carmen Balcells bañada en lágrimas’, porque Carmen lloraba por todo. Esa contradicción en el personaje a mí me encanta.
De hecho, la familia Del Valle también vuelve a aparecer. Los vimos en La casa de los espíritus, Hija de la Fortuna, Retrato en sepia y en Violeta. ¿Cómo fue volver a ellos?
La familia Del Valle es la familia de mi abuela materna, que por supuesto no se llamaban Del Valle, sino Barros. Muchos de ellos eran muy originales, unos locos deliciosos, algunos de ellos llenos de historias, de anécdotas. Y yo crecí conociendo y escuchando a esta gente. Entonces, cuando escribí La casa de los espíritus, todos ellos me sirvieron. Y vuelven a reaparecer porque son esos personajes que dan para todo, realmente para todo. Yo lo veo como tener una caja llena de tesoros, me meto ahí y saco uno de estos personajes que hacen cosas locas que me encantan. Hay algo de mágico en eso, pero no es una obsesión.
Balmaceda, la Historia, Chile
¿Qué le llamó la atención de la Guerra Civil de 1891?
El fin del siglo XIX es muy interesante históricamente. Me interesaba porque en esos pocos meses de batalla, en Chile murieron más chilenos que en la Guerra del Pacífico contra el Perú y Bolivia. Entre nosotros nos matamos de manera espantosa y por supuesto la carne de cañón son unos pobres soldados reclutados de zonas rurales que no saben ni por qué pelean. Eso me interesaba mucho y además tiene ecos con lo que pasó después, en 1973, en que hubo un presidente progresista, una oposición conservadora, intervinieron los militares y en el caso de 1891 las fuerzas armadas se dividieron. Entonces hubo una guerra civil. En Chile no hubo Guerra Civil en 1973 porque las fuerzas armadas en bloque se opusieron al gobierno y en ambos casos el presidente prefirió suicidarse antes de ir el exilio. Entonces hay muchos paralelos. También es cierto que después de la guerra civil de 1891 hubo gobiernos parlamentarios, unos tras otros que fueron un desastre para Chile y después de 1973 tuvimos 17 años de dictadura. Entonces hay algunos paralelos que son interesantes.
¿Cuál es su opinión de José Manuel Balmaceda como personaje histórico?
Un personaje histórico fascinante, porque era un hombre riquísimo, dueño de prácticamente una provincia, un aristócrata hasta los huesos, que sin embargo tenía una idea del futuro, de cómo debía ser Chile. Entonces, cuando entró todo ese montón de dinero después de la Guerra del Pacífico, él dijo: “Nos ha entrado todo este dinero para ser un gran país, hagámoslo”, dice él en una parte. Y eso es textual, literal. Y los conservadores dijeron no, para qué vamos a estar invirtiendo esto en trenes y otras cosas. Si el país está regio, no necesitamos gastar esta plata en eso. Y lo que Balmaceda dijo: “Esto no nos va a durar para siempre. Nos ha entrado este chorro de dinero, pero vamos a invertirlo, no gastarlo”. Entonces como una persona que tenía esa visión y se echó encima a toda su clase social, es muy interesante.
En varias de sus novelas aborda la historia chilena. ¿Por qué le gusta la Historia?
Me encanta la Historia porque, primero que nada, desde el punto de vista de la escritura, es mucho más fácil cuando escribes una novela histórica. Ya tienes un lugar, un hecho y un tiempo. Si investigas eso, ya tienes el teatro donde se va a mover tu personaje. En cambio, en una novela que no cuenta con eso, como cualquiera de las otras que he escrito, no tengo ningún material más que la imaginación, no cuento con nada concreto. Por eso me encanta, pero además me gusta estudiar la Historia, porque veo cómo repetimos algunos errores, cómo aprendemos y cómo no aprendemos otras cosas. Es muy interesante.
Cuando escribe novelas que tienen que ver con Chile, ¿siente nostalgia del país?
Claro que sí. Si me preguntan ‘¿qué eres tú?’, aunque llevo como 40 años afuera, te digo chilena. Y sigo hablando como chilena, pensando como chilena y haciendo unas empanadas espantosas que no se las come nadie (ríe). O sea que no he perdido eso. Y además, tal vez porque me tira la tierra, me interesa tanto escribir sobre Chile. Por ejemplo, cuando escribí Inés del alma mía, me puse en el caso de esos españoles aguerridos que cruzan el desierto y llegan a este país fabuloso. Es tan interesante, tan interesante.
¿Y ha pensado en volver a residir en Chile?
Ahora con lo que está pasando en Estados Unidos, que es un desastre, claro que me dan ganas de ir a instalarme en el sur de Chile. Tengo mi hijo, mis nietos, mi marido y mis perros. Así que si puedo acarrear con todos ellos, claro que sí.
¿Tan mal ve a Donald Trump?
Lo veo pésimo. Pero todo pasa y por cada brutalidad que está sucediendo viene una reacción. En este momento siento que cualquier resistencia ha estado paralizada, la gente está asustada y en shock. Como que no saben muy bien qué hacer, pero eso no va a durar. O sea, va a haber una reacción y ya se está viendo. Ahora hay protestas a cada rato, la gente está resistiendo de alguna manera. Yo creo que falta muchísimo por hacer, pero este es un proceso que se puede tener o por lo menos redireccionar.
¿Ha seguido el tema de las elecciones en Chile de este año?, ¿quién le gustaría que ganara?
Bueno, no la derecha. Pero no he seguido de cerca el tema. Chile es un país de centro y cada vez que hay un gobierno que se va demasiado para un lado o para el otro, hay una reacción en contra del gobierno y el siguiente va para el otro lado. Entonces yo creo que tenemos que encontrar ese lugar central en que haya menos polarización, más entendimiento.
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