Culto

Jorge Marchant Lazcano: “Los homosexuales son personajes siempre sometidos a miradas hostiles y humillaciones”

A los 75 años el escritor publica Historia de las humillaciones, una ambiciosa novela que atraviesa un siglo y donde entran y salen una multitud de personajes, todos vinculados de alguna forma al edificio barco de Santa Lucía, desde la hija de Blest Gana a jóvenes con VIH. Esta, dice, puede ser su última novela.

14/08/2025 - JORGE MARCHANT - Foto - Mario Tellez / La Tercera MARIO TELLEZ

Escribió una carta, sin la certeza de obtener respuesta. Y para su sorpresa, Manuel Puig le respondió. Era 1977 y el escritor argentino acababa de publicar El beso de la mujer araña. Jorge Marchant Lazcano era entonces un joven periodista de revista Paula y quería entrevistarlo. Puig lo animó a viajar a Nueva York, donde vivía. “Al final no viajé y no lo entrevisté”, recuerda. Pero las lecciones que aprendió leyéndolo forman parte de las virtudes de su primera novela, La Beatriz Ovalle.

Esa facilidad para recrear el lenguaje oral, la frescura y el ritmo del habla se respiran también en Historia de las humillaciones, la nueva novela de Jorge Marchant Lazcano (1950), editada por Tajamar. Entre una y otra hay 50 años de distancia, tiempo en que la obra del autor ganó en volumen, densidad y experiencia narrativa, pero ambas comparten algo más:

La Beatriz Ovalle comienza con la escena de una celebración durante la Unidad Popular en el Museo de Bellas Artes. Historia de las humillaciones se sitúa en el mismo barrio, pero se ancla en el edificio-barco del arquitecto Santiago Larraín García-Moreno.

-Son comienzo y un fin. El joven que escribió La Beatriz Ovalle era absolutamente inocente: escribí sin fijarme en nada, como un torrente, guiado por la intuición. Es muy distinto al que 50 años después arma esta novela con un bagaje mucho más fuerte.

14/08/2025 - JORGE MARCHANT - Foto - Mario Tellez / La Tercera MARIO TELLEZ

“Un comienzo y un fin”, dice Jorge Marchant, rodeado de libros, obras y ediciones de arte, en su departamento en el mismo edificio-barco. Desde su ventana puede divisar el cerro Santa Lucía, la Fuente Neptuno, calle Merced. Desde allí sintió también las protestas del estallido social y la desolación provocada por la pandemia, que para él fue decididamente peor.

-Más dramática fue la pandemia, en términos de la soledad abismal que se creó. Tú mirabas y no había nada, nada, nada. Y salías a caminar al Parque Forestal, sin pedir permiso, porque no podías estar pidiendo permiso a cada rato, y era una sensación de fin de mundo. Por eso esta semana fue tan bueno retomar los antiguos lanzamientos, fue como recuperar calidad de vida.

“Un libro grande en todos los sentidos: por sus páginas, por su alcance, por su ambición, por lo que intenta y lo que logra“.

Alberto Fuguet

Exguionista de TV, dramaturgo y escritor, Jorge Marchant Lazcano presentó Historia de las humillaciones el martes en el teatro del Centro Cultural de España, a sala llena. Entre el público había una amplia audiencia de actores, críticos y lectores jóvenes. Lo acompañaron Anita Reeves, que hizo una lectura dramatizada de pasajes de la novela, y Alberto Fuguet, que no ahorró elogios para el libro:

“Un libro grande en todos los sentidos: por sus páginas, por su alcance, por su ambición, por lo que intenta y lo que logra: remixear casi 100 años de historias, afectos y humillaciones de una decena de personajes, todas historias ligadas de una u otra manera al edificio El Barco o El Buque de Santa Lucía”, dijo Fuguet.

El escritor Federico Arriagada, gay, residente del mismo edificio, es el protagonista de la novela. Desde luego, comparte ciertos rasgos con el autor, como cierta propensión a la soledad, lecturas, el amor por el viejo Hollywood y la ópera, pero ciertamente se diferencia en otros: por lo pronto, es 15 años mayor.

Desde ese “barco encallado” Arriagada escribe un libro donde entran y salen una multitud de personajes que viven amores y humillaciones: desde señoras de clase alta nacidas a fines del siglo XIX, jovencitas venidas desde el sur como empleadas, trabajadores de origen mapuche, prostitutas y jóvenes gay.

Ambiciosa, culta y sofisticada, Marchant Lazcano dice que esta puede ser su “última novela”: una obra que condensa temas y preocupaciones que el autor ha desarrollado en una docena de libros.

-Creo que hay harto de mi trabajo. Desde Sangre como la mía, que marca una época de mi vida, y pasando por El favorito de las viejas, sobre el Marqués de Cuevas, un personaje de la pequeña historia chilena, pero que de alguna manera en él se advierten características de lo que somos, del arribismo, de esta necesidad de irse, de huir de este país, que ya lo observó Blest Gana en el siglo XIX. El dolor y el desasosiego también subyacen en Cuartos oscuros y El ángel de la patria.

El edificio barco diseñado por Sergio Larraín García-Moreno frente al cerro Santa Lucía.

El edificio modernista emplazado frente al cerro Santa Lucía juega un rol simbólico en la historia, y es también un testigo del paso del tiempo y de los cambios sociales. Desde luego, tiene cierta resonancia cultural: entre sus residentes tuvo a artistas y escritores como Jorge Edwards y Pablo Simonetti.

-He vivido por años en este edificio, que tiene cierto brillo que lo asocia con un pasado más grandioso. Es como la puerta de entrada a un Chile moderno; con él se intentó crear cierta diferencia social, como que aquí vivía cierta clase de gente. Por supuesto, eso se ha roto completamente. Hoy es un edificio democrático, no tiene esas características del pasado. Pero es interesante también como una mirada a lo que somos como Chile.

Los trasplantados

Blanca Blest Bascuñán, la hija menor del autor de Martín Rivas, protagoniza una de las líneas argumentales del libro. La menor de la familia vuelve a Chile desde Francia, donde murieron sus padres, y se instala en el edificio el año de su apertura, en 1935. A través de ella, el autor se aproxima a Blest Gana y a la generación que retrató en Los trasplantados.

-Blanca es un personaje perdido en la historia de Chile. Yo lo reinvento con su historia de lecturas, de gustos y disgustos en torno a la obra de su padre. La cruel decisión de haberlos trasplantado a todos a Europa y no volver nunca más. La madre de esta mujer, Carmen Bascuñán, nunca más volvió; están todos enterrados en Francia. Y ella decide volver a Chile a morir.

De este modo, la novela se asoma a una generación de familias del siglo XIX, donde las mujeres tenían roles subordinados; familias ricas que en Europa perdían glamour e influencia social. Es el caso de Amalia Errázuriz de Subercaseaux, cuyo retrato ilustra la portada.

-Amalia Errázuriz fue retratada por John Sirgen Sargent, pero en el cuadro figura como Madame Ramón Subercaseaux. Le quitaron el nombre y quedó así para la eternidad. Y hay también una pequeña humillación, si se quiere, en el hecho de que ellos vienen de este país donde se sienten príncipes y en París son petits bourgeois, pequeños burgueses. Como dice Sargent, de Ramón Subercaseaux, civil servant: son empleados con mucho dinero.

Amalia Errázuriz (Madame Ramón Subercaseauz) retratada por John Singer Sargent en 1880.

El año 2015 el escritor vio el cuadro en una exposición dedicada a Sargent en el MET. Entonces le impresionó su belleza y también la tristeza que reconoció en su mirada. Y en ella imaginó una vida en segundo plano con las exigencias de la maternidad:

-Amalia Errázuriz tuvo 10 hijos. Esa necesidad de la élite de sacrificar a sus mujeres pariendo y pariendo hijos. Son historias de hombres que sometieron a sus mujeres de una manera brutal -dice.

Madres y gays

Entre las numerosas historias de la novela ocupa un rol central la relación de Federico, el narrador, con Gonzalo Garcés. Con ella el autor explora las relaciones entre hombres, la condena social que ha pesado sobre ellas y la epidemia del VIH.

-Cada homosexual es un personaje aparte y muy distinto a cómo el mundo heterosexual se fija en la tierra firme. Los homosexuales no tienen un arraigo firme en la sociedad; son personajes que están siempre sometidos a interpretaciones, a miradas hostiles y a las humillaciones.

En la historia de Federico y Gonzalo tiene un lugar gravitante la madre de este último, tema que el autor ha explorado en otras obras.

-Sí, yo me he dado cuenta de que tengo un especial interés en describir a las madres, son un elemento muy complejo y, sobre todo, en la vida de los homosexuales, los gays. Personajes que te someten, que te niegan posibilidades, que te cierran puertas. Y eso creo que ha sido una materia que he investigado en varias novelas, como en La promesa del fracaso, donde hay una madre que se parece mucho a mi mamá.

14/08/2025 - JORGE MARCHANT - Foto - Mario Tellez / La Tercera MARIO TELLEZ

La propia relación de Marchant con su madre fue difícil: el escritor dejó su casa a los 22. Y a ella le costó aceptar su condición sexual, dice. En los últimos años las relaciones mejoraron, cuenta.

Como relata la novela, en los 80 Jorge Marchant conoció la epidemia del VIH, el miedo y el silencio social en torno al tema. Desde hace 30 años él mismo convive con el virus.

-A fines de los 80 y comienzos de los 90 muchos amigos fallecieron de Sida en silencio, la muerte ocultada, porque estaba el pánico de no visualizar la enfermedad. Amigos que fallecieron y perdieron todo: el nombre, el lugar, nunca más se habló de ellos. Hay una cosa muy trágica en esas muertes. Un poco lo que sucede con Gonzalo en la novela.

¿Cómo ha visto este tema en la literatura chilena? Usted es de los pocos autores que lo han explorado.

En la literatura chilena yo diría que no hay mucho. Yo no soy un activista, entonces no he proclamado todo lo que he escrito, pero de alguna manera queda la literatura. Yo no he querido ampliarlo a una condición de vida, sino que la literatura hable, así como lo han hecho Michael Cunningham o David Leavitt.

¿Cómo ha sido vivir y trabajar con VIH?

Ya llevo 30 años, desde el 95. Lo que aprecio de haber pasado por esta enfermedad es que es histórica. Tuve la posibilidad de haberla conocido desde dentro y creo que eso es súper importante. En los años que estuve en Nueva York, en que entraba y salía, pude conocer a Gay Men y otras organizaciones, a la gente que participaba, y ver los distintos mundos. Eso me abrió un registro enorme, en términos humanos y de conocimiento que acá en Chile ha sido más limitado. Las organizaciones en Chile han sido pequeñas y más bien de puertas cerradas. He trabajado en esas condiciones sin mayores problemas.

¿No ha tenido crisis serias?

Al comienzo, en los años 90, tuve dos o tres crisis, algunas más o menos complicadas, pero salí de ellas sin mayores problemas. He sido súper metódico con los medicamentos, en ese sentido llevo 30 años de una rigurosidad tremenda.

También se han dado casos de personas que han buscado terapias alternativas.

Exacto, y fracasaron todas. Conocí a varias personas que buscaron estas alternativas y se murieron todas. Dejaron los remedios, y uno no sabe cuando los dejas qué te va a pasar.

Personalmente, ¿cómo ha enfrentado las humillaciones?

Cargo con ciertas humillaciones, y por eso creo que el ejercicio de la literatura es tan importante. Todo lo que te hace daño, al pasarlo a la página, pierde fuerza. Se convierte en algo menos doloroso y más estimulante para quien lo lee.

Una de esas humillaciones literarias, recuerda, la vivió con José Donoso. Marchant recuerda que estuvo en su taller trabajando el manuscrito de su novela Me parece que no somos felices, que publicó en 2002.

-Cuando la tuvo para la lectura, dijo irónicamente hoy día vamos a leer Guerra y Paz. Fue muy cruel. Se estaba burlando. Creo que ahí terminó un poco mi presencia en el taller.

Donoso y su obra aparecen ahora en la novela. Marchant Lazcano cuenta que ha estado releyendo su obra, especialmente El obsceno pájaro de la noche, que le parece “la mejor novela chilena del siglo XX”. También ha leído sus reveladores diarios.

-Los últimos me provocaron un impacto tremendo, porque ver el grado humillación que sintió él mismo frente a otros escritores, cómo le dolió el triunfo de Carlos Fuentes o de Vargas Llosa, que eran los más cercanos. Y además que se complementan con el relato de su hija, que es lo más triste.

Por el arco temporal que cubre, por los juegos literarios y la cantidad de personajes, es una novela poco usual en nuestro medio. ¿Cómo la ve en relación al resto de su obra?

Yo siento que es una novela un poco final. Yo se lo he dicho a mi editor, Alejandro Kandora, que esta va a ser mi última novela. Y él me dice que por el tono y por todo lo que contiene, me cree, pero hasta por ahí no más. Yo podría volver a escribir una novela más pequeña, pero un edificio así, va a ser difícil, sobre todo porque ya tengo 75 años. Ya soy mayor que Donoso.

Pero mantiene el ímpetu creativo.

Sí, tengo un entusiasmo que no he perdido y que, al contrario, en estos últimos 20 años se ha ido alimentando de una novela tras otra. Y eso ha sido bueno. Estos han sido los mejores años de mi vida; a partir de la década del 2000 lo que mejor me ha pasado es haber escrito como he escrito.

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