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Los 25 años de Amores Perros en voz de sus mentores: “Hay un músculo que no ha envejecido”

Recién reestrenada en las salas chilenas –con una copia restaurada–, la película extiende los festejos de su aniversario con una instalación, un libro y un vinilo. Alejandro González Iñárritu y Gael García Bernal conversan con Culto sobre ese hito y recuerdan la trastienda de una obra clave del cine latinoamericano de las últimas décadas. “Todo era un reto cinematográfico que logramos vencer”, afirman.

Los 25 años de Amores Perros en voz de sus mentores: “Hay un músculo que no ha envejecido”

Amores perros (2000) se mostró por primera vez en mayo de 2000 en el Festival de Cannes, específicamente en la Semana de la Crítica, una de las secciones paralelas del afamado certamen. Dentro de las múltiples anécdotas que coleccionó en Francia, Alejandro González Iñárritu (Ciudad de México, 1963) recuerda con especial cariño sus charlas con Bernardo Bertolucci.

Leyenda del cine, el italiano –entonces de 59 años– ofició como presidente del jurado de la Semana de la Crítica y además presentó una proyección de 1900 (1976) a raíz de su 25° aniversario. Mientras aún masticaba la experiencia de haber logrado hacer su primer largometraje (que terminaría acaparando premios y logrando una nominación a los Oscar) y cruzaba los dedos para tener la oportunidad de realizar el segundo, el director estaba lejos de entender las implicancias de celebrar el primer cuarto de siglo de una obra propia.

Pero la vida es curiosa: en mayo pasado, con más canas y arrugas (y más películas en el cuerpo), González Iñárritu volvió a Cannes para festejar los 25 años de Amores perros, aquel filme que marcó el despegue de su carrera y un hito para el cine mexicano y latinoamericano. Asistió al evento en compañía de Gael García Bernal, su buen amigo y uno de los protagonistas de la recordada cinta sobre tres historias unidas por un accidente automovilístico en Ciudad de México.

“Los dos somos muy críticos, pero coincidimos en que todavía hay un músculo que no ha envejecido. Retrata un momento en una ciudad, en un país –un país en trance–, pero no solamente tiene algo histórico, sino que también tiene algo atemporal. Y creo que es porque es una película profundamente humana, de temas que no caducarán jamás”, indica a Culto desde la capital de su país.

Sentado a su lado, García Bernal agrega: “Siento que las preguntas abiertas que hace hoy en día me generan una inquietud quizás hasta más potente que antes. Será por la edad, será por la experiencia vivida, pero hay algo que me genera nostalgia. Seguimos en la pregunta ‘¿qué sigue para la humanidad?’”.

Foto: Brigitte Lacombe

El cineasta destaca que el filme transformó la vida de todos los involucrados, pero “sin planearlo y sin desearlo”. Lo cierto es que, con la distancia que otorga el paso del tiempo, Amores perros luce como el ensamblaje perfecto de distintas piezas: por un lado, el guionista Guillermo Arriaga, responsable de un intrincado y voluminoso texto; por el otro, el propio González Iñárritu, quien había hecho sus armas en publicidad, radio y cortometrajes. Y el ojo de la productora Altavista Films, que estuvo dispuesta a otorgar el 75% del financiamiento (el otro 25% lo entregó la productora del director).

De regreso en salas chilenas a partir de esta semana (distribuida por Mubi y con una copia restaurada), la cinta abre con la historia de los hermanos Octavio y Ramiro y de Susana, una joven que está embarazada del segundo y planea escaparse con el primero. Luego están Daniel y la modelo Valeria, una pareja de clase alta que sufre una tragedia cuando se mudan al mismo hogar. Y remata con El Chivo, un exguerrillero comunista que se convirtió en sicario y vive en la marginalidad. Aunque cada segmento posee una cadencia propia, están aglutinados por la visceral dirección del realizador y su mano derecha en el set, el director de fotografía Rodrigo Prieto.

“Las peleas de perros, el accidente, las persecuciones... Todo era un reto cinematográfico que todos logramos vencer”, apunta el responsable de Birdman (2014), quien lanza una definición: “La inocencia es mucho más poderosa que la experiencia. En la inocencia puedes brincar sin miedo a fallar. Había esta cosa eléctrica de ser un amateur y de estar aprendiendo. Había todos los retos técnicos, todos los retos de la estructura, de los mosaicos, de las texturas. Es una película muy ambiciosa”.

Foto: Karla Lisker / Realización: Fer Aragonés

Formado en Londres, García Bernal llegó al set con el arrojo propio de la juventud y dispuesto a llevar su preparación a fondo. “Entre tantas cosas que aprendimos de la película y entre tantas cosas que nos dio, me dio este regalo de poder agarrar a un perro desde los cachetes, sin correa, sin protección, sin nada. Agarrarlo completamente y controlarlo no como un ser humano controlando a la bestia, no desde ese lugar común, sino más bien del instinto al instinto, del instinto animal al instinto animal. Y eso me ayudó muchísimo también para la preparación del personaje y para todo lo que hicimos”.

En los últimos 25 años el actor ha trabajado en diferentes puntos del planeta: Hollywood, Europa, Asia y Chile, donde ya ha filmado tres largometrajes con Pablo Larraín. Pero siempre regresa al entrañable vínculo que formó con González Iñárritu, a quien conoció haciendo un comercial en los 90.

“Ahora que he estado dirigiendo, me pregunto en muchas ocasiones: ¿qué haría Alejandro? Si algo aprendí de él es el rigor, la pasión y la completa concentración en torno a las películas”, señala. El cineasta responde manifestando un deseo concreto: “Las cosas no las puedes forzar, pero ojalá que hagamos otro proyecto juntos. No hay nada que me gustaría más, cuando se dé la oportunidad”.

Reencuentro y más festejos

Si El renacido (2015) fue su mayor reto a nivel técnico y Bardo, falsa crónica de unas cuantas verdades (2022) probablemente fue su mayor reto a nivel personal, Amores perros tiene algo que ninguna de sus obras pasadas y futuras podría aspirar a igualar: “El primer amor no cambia. El primer amor siempre lo vas a recordar con esa inocencia, esa pureza. Por eso es tan potente”, subraya.

Ese énfasis acompañó una proyección especial de la película que se celebró en el Palacio de Bellas Artes unas horas después de esta entrevista. En el evento se reunieron el elenco y los realizadores, incluyendo Guillermo Arriaga, con quien González Iñárritu había mantenido una glacial distancia durante las últimas décadas (la ruptura se remonta a la época en que hicieron Babel, el cierre de la trilogía que iniciaron con Amores perros y 21 gramos).

Tras pronunciar un discurso en que habló de una “fractura, una separación muy dolorosa”, el director pidió un fuerte aplauso para “su hermano y gran talentoso escritor”. El guionista devolvió el gesto con la misma calidez (“Es bonito que estemos juntos, como lo que siempre fuimos, hermanos”, señaló) y ambos se fundieron en un caluroso abrazo. Quizás ese sea el mayor acontecimiento de la conmemoración en torno a su ópera prima.

Además de la elaboración de una copia restaurada, los festejos incluyen una instalación que acaba de debutar en Milán (Sueño Perro: Instalación Celuloide de Alejandro G. Iñárritu, que luego estará en Ciudad de México y Los Angeles), un libro de más de 300 páginas compuesto de fotos y textos inéditos (editado por Mack) y un vinilo del que pronto habrá novedades. “Es un álbum que va a contener el score (de Gustavo Santaolalla) y todas estas canciones en un vinilo de aniversario”, adelanta.

Esos hitos son fruto de una labor que González Iñárritu ha desarrollado durante varios años (“un trabajo arqueológico”, en sus palabras) y que coincidió con los preparativos de su nuevo largometraje, una comedia protagonizada por Tom Cruise, Jesse Plemons y Sandra Hüller, que terminó de filmar en Inglaterra en abril y se estrenará en cines en octubre de 2026.

¿Hasta qué punto un proceso tiñó los avances del otro? Si bien no es categórico, entrega ciertas luces. “Fue bonito desempolvar y ordenar, y hacerlo al mismo tiempo que estoy editando una película tan diferente. De hecho, me causaba mucha placer estar en el cuarto de edición en Londres, y cuando ya me cansaba de Tom Cruise decía: quiero ver a Gael García. Y me iba entonces al cuarto y veía a los perros y a Gael García. Entonces estaba yo entre dos guapos hombres. Fue muy placentero. Un proceso me ayudaba a limpiarme la cabeza del otro. Ha sido muy rico. Difícil, pero muy rico”.

El director de Biutiful (2010) confiesa que en algún minuto consideró no hacer nada a propósito de los 25 años de su ópera prima, pero que echó pie atrás, convencido de que “es una película que ya pertenece a la memoria colectiva del país”. “Hay tanto cariño de tanta gente y de tantos jóvenes que veo que les ha afectado... En nuestro país a veces dejamos las cosas y no reconocemos los esfuerzos que hacemos. Reconocer algo que es trascendente y celebrarlo, permitirse ser feliz por un momento y decir ‘hicimos algo bien’, creo que es importante”, finaliza.

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