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Mariana Enriquez vuelve a su segunda novela: “Es un relato de iniciación hacia una vida para nada edificante”

La destacada escritora trasandina está de vuelta en las librerías nacionales con una reedición de su segunda novela, Cómo desaparecer completamente. Original del 2004, narra la historia de un adolescente que vive en un entorno marginal y que sufre las consecuencias del abuso. En charla con Culto, Enriquez se explaya sobre el libro y del proyecto que la unió con el cineasta chileno Pablo Larraín.

©Nora Lezano

Tras finalizar una novela que resultó fallida, Mariana Enriquez decidió jugarse por otro camino. En 1995 había publicado su primera novela, Bajar es lo peor, y se encontraba aún explorando su lenguaje como escritora. “Lo que más quería era escribir una novela fantástica, de terror. Escribí una, la leyeron en editoriales, pero todos me la rechazaron y tenían razón. Ahora me doy cuenta de eso. De hecho esa novela no existe, la tiré, no tengo copias”, cuenta a Culto vía Zoom desde Australia, país donde se encuentra residiendo desde inicios de este año.

Pero lejos de quedarse en los lamentos, Enriquez decidió pasar página y seguir escribiendo. El resultado se llamó Cómo desaparecer completamente. Originalmente publicada por Emecé en 2004, hoy vuelve a las librerías de la mano de la catalana editorial Anagrama. En sus páginas, relata la historia de un adolescente de 16 años, Matías Kovac, quien vive en un entorno familiar duro: una madre neurótica con la que tiene una pésima relación, una hermana que no puede sostenerse por sí misma debido a que quedó desfigurada por un intento fallido de suicidio, un entorno marginal donde lo que abunda son la drogas. Y además el padre ha abandonado a la familia tras convertirse a la fe evangélica, y su hermano está en Barcelona. Matías lo añora y solo piensa en reunir dinero para juntarse con él. Además, carga con otro pesado trauma: el haber sido abusado sexualmente por su padre.

“Decidir ir por el camino de los otros intereses literarios que tenía. No me gusta decir que la novela es realismo sucio pero digámoslo suburbano. Es una novela con jóvenes pero no juvenil. Es un relato de iniciación hacia una vida para nada edificante. Era un poco el clima de fines de los años noventa. Había un clima súper ‘no futuro’, quizá el mayor que yo haya vivido”.

Foto: Nora Lezano

¿En qué estabas tú?, ¿cuál era tu contexto?

En ese momento estaba trabajando como periodista y en muchísimas cosas más, en todo lo que pudiera. El mío era un momento económicamente muy difícil, como también el del país. Así que fue escrita en ratos libres, en el tiempo que le quedaba al trabajo.

¿Hubo alguna persona en particular en que basaras el personaje de Matías?

No. Ninguno en particular. Es una suma de muchas personas que conocían amigos. Es una mezcla. Sí tuvo un disparador real pero no era un adolescente, era un niño que yo conocí que había sufrido una situación de abuso. Vi a su familia, su entorno, vi el daño que se le hizo, lo vi en él y quise escribir sobre eso. Me fui imaginando cómo iba a crecer, qué iba a pasar después, pero obviamente no es Matías porque era un niño pequeño, un niño de primaria.

Y, ¿cómo te sumergiste en el tema de los abusos sexuales a adolescentes varones?

Hay una parte que tuvo que ver con la literatura que estaba leyendo en ese momento. Puntualmente, de Dennis Cooper, Bret Easton Ellis, esos escritores que piensan mucho el cuerpo juvenil. Además, yo me encontraba con chicos de mi edad que habían sufrido abuso y que les costaba muchísimo hablarlo, entenderlo, vivir con su sexualidad. Me sorprendió mucho ver los efectos devastadores del abuso en chicos que conocía. No recuerdo bien por qué no tuve ganas de hablar de una mujer, supongo que me impresionaban mucho más -y todavía ahora- las exigencias de ciertas masculinidades y la vulnerabilidad de las masculinidades. Eso me interesaba.

Foto: Culto

¿Considerabas que era un tema que faltaba abordarlo en la literatura?

Quizás. Me parecía que ahí había una narrativa. Contar un cuerpo, contar cómo esos cuerpos de los que se esperan determinadas cosas -la eficiencia, la invulnerabilidad, el mando, el no trauma- no son narrados, o son narrados de maneras estigmatizantes, vergonzosas y asociadas a una narrativa carcelaria. Pero no sé, no recuerdo haberlo pensado como algo ausente en el 2004. Creo que me impresionaron mucho esas narrativas cuando las leía en otros escritores y la valentía que tenían de poner el cuerpo del varón en ese lugar del daño, porque tradicionalmente, en la literatura es el cuerpo de la aventura, de la resolución, de la violencia, de la guerra. Creo que eso sí me impresionó mucho. Y tenía esta experiencia cercana de haber visto el daño y de preguntarme cómo se podía desarrollar ese daño ese daño después.

Esta novela es realista, ¿de alguna manera necesitabas pasar por el realismo para después sumergirte en el terror?

Yo creo que fue un intento de resetear, porque en el medio escribí esta novela de terror fracasada, entonces lo que tuve que hacer fue ir dos pasos para atrás y decir empecemos de vuelta a ver cuál es la novela que puedo escribir en este momento, y después de eso volver a hacer el intento hacia el género. Pero a mí me gusta. O sea, es sencillamente una cuestión de gusto. En este momento me siento cómoda y tengo ganas de escribir terror, pero no tengo nada específicamente en contra o a favor del realismo. Esta es una novela realista pero donde pasan cosas espantosas.

Foto: Nora Lezano

En IG comentaste que releíste la novela pero no la corregiste, ¿cómo fue volver a encontrarte con esa escritura de hace tantos años atrás?

Sorprendente, porque hace mucho que la escribí así que no recordaba escribirla. Es muy diferente, es muy oral y yo no uso tanto ese registro de oralidad. Quiero decir, hace mucho que no tengo ese registro y es un registro del que ahora me siento bastante lejos. Pero en general no me gusta corregirlo, le puedo cambiar una coma de lugar, por supuesto, hay cosas de forma que sí, pero hacer una corrección de un texto así, en que su valor o no tiene que ver con ese registro, ese estilo, esa voz, me parece que no se puede tocar. Además yo no creo en tocar textos anteriores, sobre todo de hace tanto tiempo, porque me parece que yo no soy la misma persona que escribió eso, no soy la misma escritora. Tendría que reescribir todo el libro y no se puede volver a ese momento y lugar en el que lo hice. Entonces es una especie de documento de esa escritora, de esa época, de ese momento. No sabría cómo hacerlo ahora. No es tanto una cuestión de moral o ética que me parezca bien o mal, me parece que no tiene razón de ser, es un ejercicio muy fútil. Es como tratar de ganarle al tiempo.

¿Qué cosas crees que han cambiado en ti como escritora desde esa época?

En esa época todavía estaba aprendiendo muchas cosas. Era muy esporádica en la producción. O sea, ahora puede pasar bastante tiempo entre un libro y otro, pero estoy trabajando en libros permanentemente. Hay libros que por algún motivo se quedan estancados y avanzo con otros. Tengo ideas, planes. Pero en ese momento no tenía ningún plan. A mí misma, no me consideraba una escritora todavía, había publicado la primera novela casi por suerte, había escrito otra que había sido un fracaso narrativo y este era un intento de encontrar una voz, de contar una historia. Me interesaba poner mis influencias literarias y mis lecturas contemporáneas en diálogo con escritores que a mí me interesaban entonces. Me parece todavía una novela de búsqueda de voz, de formación como escritora, quizá incluso más que Bajar es lo peor, porque si bien las dos son novelas muy personales en Bajar es lo peor había un espíritu más punk, más de fanzine, en cambio esta es una novela de formación.

Foto: Mario Téllez / La Tercera.

En otro plano, está el proyecto de Pablo Larraín de una serie basada en cuentos tuyos, Mis muertos tristes, ¿en qué va eso?

Yo no escribí el guion, pero sí armamos una idea general con Pablo y los guionistas. Después leí los guiones, supervisé, contribuí. Hubo como idas y vueltas de todos los todos los episodios. No sé cuánto te puedo contar, es una fusión de tres cuentos y esa sí fue una idea de Pablo y de la productora que yo acepté y me lancé a la aventura de ver cómo funcionaba. Son todos cuentos del último libro, Un lugar soleado para gente sombría. Para mí son tres cuentos muy diferenciados pero Pablo como lector vio un mundo, entonces pensó una historia que los entrelaza, y a mí me pareció bien tomar ese riesgo, ver cómo funcionaba. Fue un proceso muy interesante, muy distinto para mí, nunca lo había hecho. Fue muy fácil de hacer, en el trato yo esperaba una cosa un poco más histérica, como más Hollywood, pero fue todo muy apacible y con mucha bonhomía, muy negociado, muy charlado y muy interesante para mí. Aprendí un montón de lo que significa una adaptación, de cuánto un autor tiene que escuchar a los lectores, de la diferencia entre una narrativa audiovisual y una narrativa literaria, la diferencia de cómo se cuenta, de cuánto cuenta la imagen -que resultan obviedades para la literatura-, de la diferencia enorme que hay entre un guion y una novela o un cuento. La verdad fue muy interesante, creo que ya están terminando pero no tengo mucha idea.

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