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Rehén: para ver sin sobrepensar

Rehén es una serie que está lejos de alzarse como una obra maestra. “Poco realista” es una frase que se queda corta al hablar de los niveles de absurdo a los que se llega en algunos momentos, pero lo cierto es que no importa mucho.

Rehén: para ver sin sobrepensar

El pronóstico del clima dice que viene un par de días fríos, de esos que hacen que no den ganas de salir de la casa. Y para quien quiera un panorama para pasar la tarde en el sillón, Netflix tiene un regalito.

Rehén, serie de cinco episodios -todos de menos de una hora-, que se puede ver de una sentada con garantía de diversión. Eso, claro, mientras se le dejen pasar detalles en su guión, algunos pequeños y otros derechamente ridículos.

La acción empieza en Londres, donde la primera ministra (Suranne Jones, Gentleman Jack, Doctor Foster) está en problemas a sólo ocho meses de ser electa, ya que su país pasa por una crisis de salud con una grave escasez de medicinas fundamentales. En este contexto, llega en visita diplomática la presidenta francesa (Julie Delpy, Antes del amanecer), una enemiga política de la primera ministra, pero que puede ayudarla a salir de este problema si su contraparte está dispuesta a ceder en otras áreas.

Con cinco episodios de mediana duración, Rehén no está para darle demasiadas vueltas a ningún asunto: en los primeros 10 minutos está planteado el conflicto político y empieza la acción. Porque mientras todo esto ocurre, el marido de la primera ministra, el doctor Alex Anderson (Ashley Thomas), está en una misión en Guyana Francesa con un grupo de Médicos Sin Fronteras que es tomado como rehén. Inmediatamente se dan las instrucciones para su liberación: su esposa debe renunciar.

Así, empieza una nueva negociación entre las políticas, ya que el secuestro ocurre en terreno francés. Pero rápidamente viene un nuevo giro, cuando la presidenta francesa empieza a ser chantajeada por el mismo grupo responsable del secuestro.

Sin dar demasiada información, Rehén es una serie que tiene mucho a favor. Las experimentadas protagonistas entregan una buena interpretación en una historia en que los giros no paran. Hay acción, intriga política, traiciones y revelaciones por montón, en una lucha no sólo contra los villanos sino que interna; la tensión entre el trabajo y lo personal, y lo que se pone por delante.

Con todo esto, es una serie que está lejos de alzarse como una obra maestra. “Poco realista” es una frase que se queda corta al hablar de los niveles de absurdo a los que se llega en algunos momentos, pero lo cierto es que no importa mucho, porque es un guión entretenido y atrapante, para ver sin sobrepensar.

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