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Sebastián Lelio y La Ola: “Intentamos hacer una película sobre hoy, que mezcla espectáculo y política”

Estrenado con aplausos en el Festival de Cannes 2025, el nuevo filme del director es un musical sobre una estudiante universitaria al centro del movimiento feminista. En esta conversación con Culto, su primera entrevista en extenso sobre la cinta, detalla las claves de la producción que marca su regreso a Chile tras ocho años. “Estaba en un momento vital y profesional en que podía jugar una carta así. Y la jugué con todo lo que pude”, afirma.

Sebastián Lelio y La Ola: “Intentamos hacer una película sobre hoy, que mezcla espectáculo y política”

El clímax de Gloria (2013) era una escena de baile, la de la protagonista perdiéndose en la pista mientras suena el irresistible hit interpretado por Umberto Tozzi. También en clave musical, uno de los momentos más memorables de Una mujer fantástica (2017) es cuando Marina baila una coreografía en una discoteca.

Sebastián Lelio ha dado más de una prueba de su gusto por los musicales. Si quedaba alguna duda, en 2020 hizo uno de ocho minutos en las circunstancias más inesperadas: en las primeras semanas de cuarentena, y ocupando su casa y celular, filmó Algoritmo, un cortometraje en que la actriz Amalia Kassai –su pareja– ensayaba movimientos y cantaba sobre el desconcertante momento que enfrentaba el planeta.

Foto: Diego Araya

Ahora, en su primer largometraje chileno en ocho años –después de tres producciones en inglés–, el director y guionista aborda en plenitud su devoción por ese género cinematográfico. Desde Francia, en las horas previas a su estreno mundial en el Festival de Cannes (ayer, en la sección Cannes Premiere), brinda su primera entrevista en extenso sobre una cinta que empezó a imaginar a fines de 2018.

Ese año se produjeron masivas protestas feministas en el país, en apoyo a las denuncias de abuso y acoso sexual que se originaron en diferentes universidades. De la mano de Manuela Infante, Paloma Salas y Josefina Fernández escribió el guión de La ola, una película que, según indica, homenajea los códigos del musical sin temor a desafiar las pautas hollywoodenses del género.

“Lo difícil fue hacerlo y tener que ir aprendiendo sobre la marcha. Y, pese a todo lo que estudiamos, a punta de tropezones, encontrar nuestra propia forma”, dice a Culto vía Zoom desde su habitación de hotel.

El filme gira en torno a Julia (interpretada por la debutante Daniela López), una estudiante de música que es parte de una universidad en la que se multiplican las denuncias de índole sexual. Mientras sus compañeras se organizan y se transforman en un colectivo que gana fuerza, ella se pregunta si debe hablar públicamente sobre un confuso encuentro que tuvo con un ayudante. Sin buscarlo, se transforma en la inesperada protagonista del movimiento.

Foto: Diego Araya

-¿Qué le llamó la atención del movimiento de mujeres que se tomó las universidades del país en 2018? ¿Cuánto tiempo pasó hasta que empezó a considerar que ahí podía haber una película?

Empecé a tener la idea a fines de 2018 y contacté a las guionistas –Manuel Infante, Paloma Sala y Josefina Fernández– en marzo de 2019. Ahora es más fácil… Si uno mira para atrás y ve lo que pasó en Chile, todo lo que estaba latente, a punto de explotar, y que además luego el feminismo se convierte en uno de los pilares de esa explosión, supongo que estaba probablemente sintiendo que ahí había algo, hablando en términos más generales. Porque en términos más particulares también me parece que las principales demandas del movimiento son de todo sentido común. Lo que estaban pidiendo en 2018 las estudiantes son mínimos civilizatorios. Me produjo admiración verlas. Justo estaba en Chile en ese momento y vi la portada de un diario cuando hicieron la marcha con las capuchas de colores, y me impresionó. Pero empezar a cristalizar la idea de que era tema para una película, que podía convertirse en un musical... Ahora que está tan de moda esta idea de la heroicidad colectiva, había algo de eso también ahí, había algo del grupo pensando. Y digo pensando porque el grupo también puede destruir, cualquier grupo. Un grupo unido en algo es peligroso, porque puede o pensar o descargarse y destruir. Pero tiene fuerza. Y esa fuerza colectiva me llamó la atención, me pareció que era terreno fértil para meterse.

-Hoy hay varias universidades en paro por denuncias de índole sexual, por lo que el tema sigue plenamente vigente.

Dudo que en mi arco de vida vaya a ver que esto tiene solución. Van a haber avances, pero las fuerzas estructurales, atávicas que generan los abusos no son removibles en una generación, y no se remueven por decreto tampoco. Tiene que cambiar el nivel de conciencia. Viendo lo que ha pasado, sobre todo en Chile ahora que está en este momento del péndulo tan condenatorio con todos los anhelos de cambios que hubo, como si no hubiera habido nada legítimo en esas demandas, como si todo hubiera sido sólo fuego y vandalismo, y no pensamiento… Un país así no da mucha esperanza, es un poco iluso pensar que sí. Pero, insisto, el problema por supuesto que es político, pero para que deje de estar vigente es un problema de conciencia colectiva. De educación, por supuesto, pero en última instancia es de conciencia.

Foto: Diego Araya

-Desde afuera uno puede intuir que La ola se hace cargo de todos los subtemas derivados del tema principal: de la funa, del consentimiento, de la presunción de inocencia. ¿Había alguno de ellos que le despertara particular interés? ¿De qué modo se acerca a cada uno de esos conceptos?

En Una mujer fantástica el personaje central era nombrado, categorizado, juzgado por distintos personajes secundarios. Los que además representaban distintas zonas del espectro de pensamiento político, si quieres. Entonces, creo que el espectador tenía la oportunidad de, siendo de cualquier lado, al menos en un momento decir: ¡Ah, eso es lo que yo pienso! Esa vocación un poco holística también está en La ola. La ola es en gran parte sobre este momento cacofónico que estamos viviendo, donde todo el mundo tiene un altavoz y lo que hay son emisiones sonoras chocando y guerras narrativas en plena plaza pública. Charly nunca tuvo más razón al decir: difícil que lleguemos a ponernos de acuerdo. Y la película le da a distintos estamentos de la sociedad su momento de decir lo que ellos piensan con respecto a las demandas del feminismo.

“Lo que yo pienso no es tan relevante como el anhelo de hacer el retrato de lo que todos los demás piensan. Ahora, otra cosa es que la película tenga su corazón puesto del lado de las mujeres y de las demandas de todo sentido común. Pero también es crítica con hombres y con mujeres y, al darles espacio para simplemente decir lo que piensan, la película expone las luces y sombras de esos argumentos. Pero sobre todo expone, a la manera de un mural mexicano, la sumatoria de todos los argumentos, la sumatoria de todas las pasiones, y el caos y la locura y la energía y la gran inestabilidad que genera que todas esas pasiones puedan tener expresión. Creo que eso habla de un momento de gran potencialidad, porque es tremendamente inestable, por lo tanto, las cosas pueden ir hacia un lado o hacia el otro. Pero también hace un retrato sobre cómo la política y el poder se apropian siempre de los anhelos de cambio y los enriela y los domestica”.

Foto: Craig Gibson CRAIG GIBSON

Y adelanta: “El hecho de que yo sea un director hombre metiéndome en este tema también es parte de la película, es parte de las cosas que expone. La película en varios sentidos expone sus propias limitaciones como parte de sus materiales. En ese sentido, es una película que está bastante situada. Su hablar es situado. No es una película en la que hay un hablante abstracto. Estoy completamente situado y tiene esa particularidad. Estoy muy curioso de lo que va a pasar y tengo muchas ganas de que la película salga del mundo y de mi sistema. Pero como en la película todas las críticas ya están dichas, también estoy preparado, frente a lo que sea que se diga, para decir: ¡Exacto, por supuesto! Porque la película, al hacer de sus propias contradicciones su material principal, hace de eso parte de la gracia de la experiencia”.

El vértigo de la ausencia de tradición

Desde que empezó a trabajar en los cimientos de La ola, hace más de siete años, Sebastián Lelio se encontró con una realidad que puede lucir intimidante o apasionante, según quien lo analice: salvo casos aislados, Latinoamérica carece de una tradición de musicales en el cine.

Su diagnóstico es contundente: “No existe porque el musical ha sido un género de industrias de países ricos. O sea, ha sido un género del imperio: ha sido norteamericano, ha sido inglés, francés, indio. Lo interesante fue meterse en un género en el que uno no debería meterse por ser un cineasta chileno. Y lo difícil fue justamente funcionar libres de la tradición. Por un lado, la tradición puede ser una camisa de fuerza, pero también te garantiza que hay transmisión de saber. Y nosotros no teníamos la camisa de fuerza, pero tampoco teníamos el saber”.

Con la mirada más puesta en Europa que en Hollywood, pero siempre con la independencia que otorga no tener una herencia directa, el largometraje fue encontrando su propia identidad. El resultado probablemente sea difícil de encasillar para el mundo anglo.

Foto: Diego Araya

“Estábamos buscando nuestra propia solución –concebida, pensada, realizada desde Latinoamérica– al problema de hacer una película musical contemporánea, en un género que ha tendido a estar recluido a ejercicios de nostalgia. Lo que nosotros intentamos hacer fue una película sobre hoy, que mezcla espectáculo y política, y que usa los mecanismos del musical para lo que el musical existe, que es hablar de aquello para lo que las palabras no son suficientes”.

Amalia Kassai asistió a diario al rodaje. Además de interpretar un personaje en la historia (una psicóloga), se encargó del coach actoral junto a Moira Miller. “Hacer un musical siempre implica harto conocimiento del oficio, porque se abarcan muchas áreas. Sebastián logró que, a pesar de lo difícil, fuera un deleite estar en el set. Era un gran desafío, pero era una maravilla presenciar esos momentos de altísimo nivel artístico y humano”, señala a este medio desde Cannes.

El director de La sagrada familia (2006) también contó con contribuciones desde el extranjero. Los números musicales estuvieron a cargo de Ryan Heffington, bailarín y coreógrafo estadounidense que ha trabajado con figuras como Sia y Chet Faker, y que obtuvo un Emmy por la serie Euphoria.

Y volvió a unir fuerzas con Matthew Herbert, el músico electrónico británico con el que ha colaborado ininterrumpidamente desde Una mujer fantástica. Además de componer el score, supervisó todo el apartado musical de la cinta, lo que incluyó trabajar en canciones originales junto a 17 artistas chilenas. En ese grupo se encuentran Ana Tijoux, Camila Moreno y Javiera Parra, entre otras.

“A algunas de ellas Matthew ya las conocía y las contactamos. Pero también hicimos un llamado abierto que recibió cientos de postulaciones. Algunas de las participantes llegaron de esa manera. Es un sistema bastante híbrido”, cuenta Lelio.

-Todo el elenco principal es muy joven. ¿Cómo descubrieron a Daniela López, la protagonista?

La película presenta a una nueva generación completa de artistas, principalmente actores y actrices, cuyo promedio de edad creo que es 22 años. Es gente que está en medio de sus estudios de Teatro o saliendo. Eso me tiene muy orgulloso. Hicimos un casting masivo, vimos cientos de postulaciones y por ahí entremedio venía la de Daniela y a mí me conmovió de inmediato. Me pareció que tenía una presencia capaz de llenar la pantalla. Es muy talentosa, tremendamente chilena y con algo profundamente humano en la mirada. Entonces, pese a que vimos a cientos de cientos de cientos (de candidatas), una vez que se entendió que podía ser ella, el casting empezó a articularse en torno a Daniela.

-¿Cree que esta es su película más osada?

No me corresponde a mí decirlo. Pero creo es una película llena de juego y es una película que se mete en el género queriendo mucho al género, pero que también lo da vuelta, lo estira, lo usa para cosas para las cuales el género no se usa. En ese sentido, es una película bien contemporánea. Y en la que yo también, producto del momento de vida en el que estoy, hago uso de las libertades a las que puedo acceder. Por eso la pregunta me hace un poco jaque, porque siempre he hecho lo mismo. Siempre he hecho lo más audaz que he podido con los medios que he tenido... Con altibajos, ¿me entiendes? Pero en este caso estaba en un momento vital y profesional en que podía jugar una carta así. Y la jugué con todo lo que pude, para bien y para mal.

-Ocupó todo su crédito.

Ocupé todo el crédito, exacto. Ahora tengo que reconstruir el crédito.

El director en el set de Una mujer fantástica.

-¿Cuán especial es volver a Cannes 16 años después del estreno de Navidad (2009)? ¿En algún momento fue una posibilidad esperar a Venecia e intentar competir con La ola en ese festival durante el segundo semestre?

Yo tenía el anhelo de estrenar acá. Me parecía que podía quizá ser un buen momento. Por supuesto que Cannes no gira en torno a los anhelos de los cineastas; gira en torno a sus propios anhelos, y es tremendamente difícil asomar la cabeza aquí. Mucho por ganas personales, y también bastante por el cine chileno, sentía que con esta película quizás podíamos tener una chance de entrar a la Selección Oficial. Claro, estuve aquí hace más de una década con Navidad en la Quincena de Realizadores, que es una gran sección, pero que no es propiamente el festival principal.

-No es el escenario principal.

Exacto. Me parecía que con un gesto así de grande –porque la película es un gran gesto– era importante encontrar un lugar que fuera coherente con el tamaño del gesto. Lo que me preocupaba de que Cannes no nos seleccionara, o eventualmente más adelante Venecia, es: ¿dónde te metes el gesto? Porque en el cine contemporáneo, como están las cosas, las cantidades de ventanas hoy no son muchas, (sobre todo) para empezar con una película con este despliegue, con esta escala, con esta ambición. Entonces, estoy muy feliz de estar acá. De verdad se siente como un paso importante y también como un reconocimiento al esfuerzo de cinco años de guión y dos años de completa y absoluta inmersión en la realización de la película. Una película que tiene una escala inusual para el barrio; es grande para Latinoamérica. Y que además se mete, como te digo, con esplendor, con juego, con audacia formal, en temas que no sólo están vigentes, sino que están candentes, están en el centro de la realidad, y lo van a seguir estando por mucho tiempo.

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