El boom de los colegios virtuales y la educación online

Nataly Villagra mientras realiza una de sus clases virtuales en el Colegio Virtual Haziel.

Cuando recién comenzó la pandemia, los establecimientos educacionales tradicionales se tuvieron que adaptar a una modalidad que para otras instituciones ya era una forma de vida y que hoy las tiene con un fuerte aumento en sus matrículas. Pero, por otro lado, esto mismo las tiene lejos aún de recibir el reconocimiento del Ministerio de Educación.


“Fueron varios los eventos para tomar la decisión de tener a mis hijos en colegios virtuales. Desde pequeño uno de ellos sufrió bullying y tristemente también de algunos profesores. Lo que hacíamos era cambiarlo y vivíamos de colegio en colegio, con buenas calificaciones, pero tenía este tema (…). No estaba siendo eficiente que se mantuviera en el sistema académico. Hoy él está en la universidad y le va bien, así que con los chicos que están en quinto y sexto no lo pensamos dos veces”.

Así resume Jessica Hupat el sentir de cientos de apoderados que desde antes, y con más fuerza durante la pandemia, han optado por una modalidad online de enseñanza. Ella tiene tres hijos y todos se han educado o se están educando de esta forma.

Si para algunos ya era un estilo de vida asumido, para otros recién lo está siendo. Así se ve reflejado en las cifras que manejan los mismos colegios virtuales, quienes cuentan que sus matrículas han tenido fuertes alzas desde la llegada del coronavirus a Chile.

“Cuando empezó la pandemia comenzaron a llegar de 20 a 30 niños al día y la matrícula aumentó a más del doble. Pasamos de 200 a 500 alumnos”, dice el director del Colegio Virtual Conecta, Germán Solís, institución que funciona de prekínder a cuarto medio.

Algo similar ha vivido el Colegio Senda Nueva, donde su director, Rodrigo Faunes, calcula que en un año -marzo de 2020 a marzo de este año- su matrícula creció en aproximadamente un 60%, y si se compara 2019 con 2020, el aumento llega a un 200%: “Teníamos aproximadamente 200 alumnos y ahora estamos bordeando los 300”.

El director ejecutivo del Colegio Betel, Francisco Conejeros, expone que pasaron de 100 alumnos el año pasado a 250 en 2021: “Diría que alrededor del 80% del aumento de solicitudes son de personas que venían de colegios tradicionales”. Conejeros, además, agrega: “La principal razón es el temor a la pandemia. Otro porcentaje importante argumenta que algunos colegios no tienen clases en vivo, que envían solamente guías y hay apoderados que no tienen las habilidades para ayudar a sus hijos”.

En esa misma línea, uno de los fundadores de Alumno Libre, Cristián Morales, dice que en su caso el aumento ronda el 50%, el que notaron principalmente este año. “En 2020 había más incerteza de si se volvía a clases o no, pero este año era algo un poco más claro que la pandemia seguía”, comenta Morales, quien agrega que en el caso de los niños que llegaron del sistema tradicional “venían pésimo, con un 30% o 40% de lo que debían haber aprendido, mientras que los que estudiaban con nosotros tenían sus conocimientos completos”.

El boom de la educación virtual ha sido tal, que incluso ha llevado a algunos docentes provenientes del sistema tradicional a emprender con sus propias instituciones. Lo que para algunos fue una crisis, para las profesoras María Padilla y Nataly Villagra fue una oportunidad. Así fue como a inicios de este año abrieron el Colegio Virtual Haziel.

“La idea nació por esos padres a quienes no les gusta el sistema tradicional y deciden educar a sus hijos en casa, pero no tienen herramientas suficientes para enseñar. La pandemia obviamente también influyó”, expone Villagra, quien ejerce como directora académica. Cuentan con nueve profesores y, en su caso, los primeros estudiantes llegaron por publicidad en Facebook e Instagram. Hoy suman 20 alumnos, los que provienen no solo de Santiago, sino que también de Antofagasta o Rapel.

Estar en regla

Actualmente, estas instituciones no son reconocidas oficialmente por el Ministerio de Educación (Mineduc). Por lo tanto, este tipo de colegios lo que hacen es preparar a los estudiantes para rendir exámenes libres. La ausencia de reconocimiento explica que el Estado no tenga un registro acabado de cuántos establecimientos de este tipo existen en el país.

“No hay ningún establecimiento online que esté reconocido por el Estado, pero somos parte de la asociación de colegios online que se creó el año pasado no solamente por la pandemia. Este tipo de educación es una realidad. Llevamos casi 10 años de funcionamiento y el reconocimiento y la validación son una demanda que venimos solicitando”, expone Conejeros, del Colegio Betel.

Estar en norma es algo que es visto no solo como útil por los actores de la educación online, sino que también como algo necesario. “Obviamente sería bueno que hubiera un grado de regulación, porque puede haber calidades de servicio distintas que se tienen que fiscalizar”, dice Morales, de Alumno Libre.

Por eso, mientras aquello no ocurra, hay instituciones que empezaron a mirar más allá de las fronteras chilenas: “El Mineduc no está de acuerdo con los colegios virtuales y por eso a largo plazo queremos tener el reconocimiento en Estados Unidos, donde este tipo de educación sí está normado”, revela la directora académica del colegio Virtual Haziel.

Para que estos colegios sean reconocidos deben pasar por un proceso aprobatorio del Mineduc. ¿Cómo funciona? La cartera educativa emite una autorización administrativa llamada “reconocimiento oficial” cuando se cumple con una serie de requisitos estipulados en la Ley General de Educación, que abarca la estructura jurídica del establecimiento -su sostenedor- y los elementos mínimos de infraestructura y contenidos educacionales, lo que permite que se reconozca que sus certificaciones de curso son válidas en el sistema educacional chileno.

La modalidad

¿Cómo funcionan sus clases? ¿Qué enseñan? ¿De qué se prescinde?

“La escuela online es una herramienta de apoyo a los padres que decidimos hacer homeschooling. Lo más importante es el apoyo desde la perspectiva familiar, porque los niños necesitan bastante apoyo”, reseña Jessica Hupat. La apoderada detalla que tener un trabajo independiente la ha ayudado a acompañar a sus hijos en este proceso que tiene formas tan variadas como cantidad de colegios online existentes.

En el caso de Heizel, sus cursos son de hasta siete alumnos y con las materias primordiales, porque “los niños pierden mucho tiempo en los colegios regulares y con este proyecto pueden tener más tiempo libre para otras actividades”.

En Conecta, en tanto, la modalidad es mixta, con videollamadas individuales y grupales. “Dentro de la misma plataforma tienen guías, ejercicios y van avanzando en la materia”, expone su director, Germán Solís, quien explica que por sesión se conectan entre ocho y 12 alumnos y es una hora y media al día que se va complementando con el material asincrónico en la plataforma. Ellos, asevera, se rigen por la malla curricular del Mineduc. Muy distinto a lo que ocurre, por ejemplo, en Alumno Libre, donde sus clases son personalizadas. “Nunca hay más de un alumno, porque está demostrado que ya un segundo interfiere en la educación del primero”, asevera Morales, uno de los fundadores.

En Betel, en tanto, la dinámica es más amplia. Sus cursos van de primero básico a cuarto medio y las clases duran entre una y tres horas, dependiendo del nivel. Además, hacen talleres de canto, repostería, arte, música y algunos de reforzamiento en matemáticas o lenguaje. Los contenidos están disponibles las 24 horas para los alumnos del día, así como los videos y guías. “El año pasado todos nuestros alumnos pasaron su examen libre y eso es lo que le alegamos al Mineduc: no estamos improvisando, tenemos un sistema educativo con evidencia”, asegura Conejeros.

Desde Senda Nueva, en tanto, Rodrigo Faunes señala que tienen profesores que guían en las asignaturas durante la jornada que dura cuatro horas diarias, aunque con intervalos pensados en que el alumno no esté frente a la pantalla más de 20 minutos viendo un contenido, sino que en interacción con sus compañeros o el profesor.

“Antes teníamos salidas pedagógicas mensuales, en las cuales nos juntábamos con apoderados”, expone en cuanto a los cambios a los que los obligó la pandemia. “Además de los ramos básicos, tenemos talleres de arte, música y esas actividades extraprogramáticas”, agrega, aunque también aclara que ven “contenidos tradicionales para prepararlos para la universidad”.

¿Los precios? Son variados y depende del programa que se escoja en cada una de las instituciones virtuales disponibles, pero en general son matrículas y mensualidades más bajas que colegios tradicionales. Por ejemplo, en el Colegio Betel la matrícula es de $ 75.000 con cuotas mensuales de $ 95.000, mientras que en Alumno Libre los planes rondan entre los $ 150.000 y $ 225.000 mensuales.

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