Jacqueline van Rysselberghe: “El gobierno estuvo muy cerca de caer, más cerca de lo que la gente piensa”

La senadora repasa sus cuatro años al mando de la UDI -que ahora queda bajo la conducción del diputado Javier Macaya-, relata sus momentos más difíciles y destaca sus logros. Y, además, dice que “logramos enfrentar todo lo que significó apoyar a un gobierno que nuestro sector no ve con buenos ojos, que ha perdido la adhesión de nuestros votantes”.


Cuatro años estuvo al mando de la UDI, un período que la senadora inició en medio del duro momento que enfrentaba el partido, que venía fuertemente golpeado por investigaciones judiciales contra sus dirigentes históricos. Fue, también, una etapa en la que el gremialismo vio cómo -según ella misma dice- el segundo gobierno de Sebastián Piñera estuvo a punto de “caer” en medio del estallido social. Jacqueline van Rysselberghe deja la conducción de la colectividad en manos del diputado Javier Macaya. Y en esta entrevista repasa su gestión, cuenta lo que se vivía en el oficialismo tras el 18-O y relata sus momentos más complejos. “Cuando me tocó asumir, era un partido que estaba agonizando”, dice. Y agrega que “logramos enfrentar todo lo que significó apoyar a un gobierno que nuestro sector no ve con buenos ojos, que ha perdido la adhesión de nuestros votantes”.

¿Le sorprendió el resultado de la elección interna en la que ganó Macaya?

Yo sabía que iba a ser una elección súper competitiva, estrecha, básicamente porque Víctor Pérez no pudo hacer campaña. Tuvo tres semanas para empezar a desplegarse desde que Longueira dejó el tema. Longueira había trabajado con su equipo, yo no me había incorporado mucho, pero me sumé al final a la campaña de Víctor, porque tuvo un nivel de generosidad, de primero aceptar ser ministro, sabiendo que lo más probable es que iba a terminar en una acusación constitucional, y posteriormente aceptar ir a una contienda interna, que creo que era necesario. Hubiera sido muy malo para la UDI que no hubiera habido competencia en las circunstancias en las que se dio. Un grupo no menor de la UDI siente que a Longueira lo bajan como por secretaría. En ese escenario, Víctor, para contener esto y que hubiera un cierto equilibrio dentro de lo que se estaba dando, acepta. Y me pareció que uno no podía dejarlo solo. Ahí nos sumamos, pero fueron tres semanas apenas.

¿A qué atribuye el resultado?

Es que, básicamente, no hubo mucho despliegue. Macaya se sumó al final, pero la lista de ellos -y esto no es una crítica, todo lo contrario- venía trabajando desde antes del plebiscito. Y nosotros estábamos al margen. Normalmente, tú trabajas con varios meses de anticipación.

Siempre se vio esta elección como una disputa entre una lista de continuidad a su gestión -ya que usted era parte de esa lista- y una nómina de la generación de “recambio”…

No creo que sea de continuidad. Yo tengo una amistad con Pérez. De hecho, por eso en otras circunstancias yo no me habría sumado a la lista, porque no quería que esta elección se transformara en una especie de plebiscito. Pero a una persona como Víctor no correspondía dejarlo solo.

¿Qué evaluación hace usted de sus cuatro años de gestión al mando de la UDI?

Creo que hay que hacer un poco de memoria. Cuando nosotros asumimos, veníamos en una crisis súper profunda. Acuérdate que hubo una directiva que no pudo terminar su período.

La de Ernesto Silva…

Y después asumió Hernán Larraín para terminar ese período. Nunca había pasado que una directiva no pudiera terminar su período. En ese contexto, todo el mundo auguraba que la UDI era un partido en estado terminal y no le daban más de seis meses de vida. Y hoy logramos zafar de ahí, generar orden interno… Sigue habiendo aportes legales de campaña, pero nadie quería darle plata a la UDI.

O que no se supiera, al menos…

No, no, nadie quería, porque tenían a los fiscales por todos lados muy encima. Entonces, aunque fueran legales, no querían exponerse ni que los vincularan. Con todas esas restricciones y a pesar de los pronósticos, logramos tener un partido consolidado, es decir, con la bancada de senadores más grande, con la segunda bancada de diputados más grande, cuando todo el mundo esperaba que fuéramos más irrelevantes que el Partido Radical. Y empezamos nuevamente a avanzar en la conquista del mundo popular. Se habían dejado de formar jóvenes en este partido, y empezamos a retomar los trabajos de invierno; empezamos a convocar a jóvenes de tercero y cuarto medio para hacerles una semana de formación, no sólo de servicio social, sino que también de formación política; empezamos a avanzar en la conquista de los centros de alumnos; avanzamos en el estamento sindical, lo que provocó críticas de algunos sectores internos del partido, porque decían que cómo la UDI iba a estar formando dirigentes sindicales si nosotros creemos en la autonomía de los cuerpos intermedios. Entonces, yo les decía que ese es un concepto ideológico y hay que formarlo, pero lo que no puedes hacer es instrumentalizar los sindicatos, pero me niego a entregarlo a la izquierda… Bueno, y logramos enfrentar todo lo que significó apoyar a un gobierno que nuestro sector no ve con buenos ojos, que ha perdido la adhesión de nuestros votantes. Y eso solo por responsabilidad política, porque creemos que lo peor que le puede pasar al país es que el gobierno caiga, o que cayera en su minuto, porque hoy ya no es viable. Todo eso no era fácil. Y me siento orgullosa de que en todo ese proceso la UDI haya sido un partido relevante y haya podido jugar un rol para darle estabilidad al gobierno, cuando tuvo serios riesgos de caer.

A su juicio, ¿ustedes fueron el principal soporte del gobierno?

No sé si fuimos el principal soporte. La UDI es un partido que, en general, es responsable. Nosotros entendíamos, sobre todo después del 18 de octubre, que lo peor que le podía pasar a Chile es que se quebrara la democracia. En ese contexto, nosotros estuvimos dispuestos a pagar los costos de lo que eso significaba. Y de eso no me arrepiento.

Ahora ya no están tan dispuestos a pagar los costos. Eso se ve en varios hechos…

Sí. Lo que pasa es que, de verdad, el gobierno estuvo muy cerca de caer, probablemente más cerca de lo que la gente piensa.

¿Por qué? ¿Qué información no se sabe?

(Se ríe) Estuvo muy cerca. Si el país seguía en esa escalada de violencia que estábamos viviendo para el 15 de noviembre, la misma gente de derecha le habría pedido a Piñera que se fuera.

Gente de derecha… ¿Los dirigentes? ¿Ustedes?

No nosotros, pero la opinión pública. Es decir… No sé si me explico, pero se habría generado una situación política muy compleja que habría puesto en jaque la estabilidad del gobierno.

¿Por eso dice que el gobierno estuvo más cerca de caer de lo que se piensa?

Sí.

¿Pero hubo algún hecho puntual dentro del gobierno?

No, no, pero uno maneja antecedentes de cómo se estaban dando las cosas. Entonces, estuvo cerca. Y si todos hubiésemos actuado irresponsablemente, lo más probable es que hubiéramos terminado en una situación en que se hace insostenible que el gobierno pueda seguir gobernando. Eso, aquí y en cualquier parte, es un golpe de Estado blanco, pero golpe de Estado al fin.

¿Usted le escuchó al Presidente Piñera alguna vez algo sobre eso?

A Piñera no. No, no, no. Él siempre estuvo con la cabeza fría y dispuesto a avanzar.

Era el entorno…

Sí, el entorno, y cómo tú veías que se estaban dando las cosas: con un dólar que se estaba disparando, con una corrida bancaria que se podía venir, con un país que se estaba quemando por los cuatro costados. Se te podía generar un escenario complejo, digamos.

En este contexto, ¿cuáles fueron sus momentos más difíciles como presidenta de la UDI?

Yo creo que mi momento más difícil fue la firma del acuerdo (constitucional) del 15 de noviembre.

¿Por el simbolismo de que podía caer la Constitución de Jaime Guzmán?

No, no fue por eso. Fue porque nosotros estábamos frente a una oposición que era refundadora. Yo no tengo ningún problema en modificar la Constitución en todo lo que haya que modificarla para que el país esté mejor. No tengo la Constitución del 80 como un fetiche, pero sí creo que tiene cosas que están buenas y que tenían que modificarse con grandes acuerdos, si es que las quieres modificar. La gracia es que una Constitución le pueda dar estabilidad a un país, y eso se genera con grandes acuerdos. Por eso nosotros pataleamos tanto con los 2/3. Y cuando estábamos avanzando en eso, cuando uno escuchaba las conversaciones, lo que uno pensaba era si nos iremos a arrepentir de esto. Yo no me arrepiento, porque creo que no había otra opción, porque la violencia iba a escalar de nuevo e iba a ser francamente inmanejable. Y después lo que me pasó fue que, después que firmamos como a las 3 de la mañana y estábamos haciendo los discursos, estaba hablando la gente de izquierda. Yo hubiera esperado de Boric que tuviera un discurso agresivo, porque él se la jugó y firmó solo, y su partido le quitó el piso, por lo que yo entendía que él tenía que hablarle a su partido, pero hubiese esperado del resto de los presidentes de partidos que le hubieran hablado a Chile, no a su lote. Hubiera esperado un acto de grandeza de ellos, de reconocimiento, no una alegoría de descalificaciones, que fue lo que se escuchó. Cuando pasó eso dije que esto no va por buen camino… Pero sigo creyendo que no había otra opción.

¿Y su momento más complejo en relación a la UDI?

Para las elecciones parlamentarias, porque cinco días antes de inscribir las candidaturas formalizan a Moreira. Y como son las vueltas de la vida: la única que estuvo al lado de él en el punto de prensa fui yo. Todo el resto arrancó.

Y ahora Moreira dice lo peor de usted…

Sí, pero da lo mismo. A lo que voy es que fueron épocas difíciles, porque había que reclutar a candidatos para que fueran por un partido que tenía a la mayoría de sus dirigentes históricos que estaban siendo perseguidos por los fiscales. No era fácil. Además, tuvimos el refichaje de militantes. Nosotros salimos a la calle, al Paseo Ahumada. Me decían “nos van a pegar”. Y pusimos stands, con el logo de la UDI, y no nos pegaban. Pero en ese contexto no era fácil: “¿Quiere firmar este papelito para ser de la UDI?”. No era fácil.

Usted tuvo momentos difíciles también con los otros presidentes de Chile Vamos, principalmente con Mario Desbordes. Ustedes no tenían una mala relación, pero hubo episodios de mucha tensión…

Yo, efectivamente, no tenía una mala relación con Mario. Todo lo contrario: era una relación bastante franca. Pero sí hubo episodios de mucha tensión, porque Mario tenía su agenda propia y en un momento complejo, en el que de repente hacía cosas con las que nosotros no estábamos de acuerdo. O por lo menos yo entendía que habíamos quedado en una cosa distinta.

Habiendo pasado esos episodios y otros de tensiones internas, como el debate por el primer retiro de fondos de AFP, ¿qué tipo de partido es el que hereda Javier Macaya?

Creo que la UDI es un partido fuerte. Yo entiendo lo que pasó, porque era muy duro estar en contra del 10%, pero la UDI hoy es potente. Y creo que vamos a tener un buen resultado en las municipales, tuvimos un muy buen resultado en las primarias de alcaldes…

¿Es un mejor partido que, quizás, durante el primer gobierno de Piñera?

Cuando a mí me tocó asumir era un partido que estaba agonizando producto de una serie de circunstancias internas. Y de alguna manera renegaba, o sea, estábamos cambiando hasta el nombre. Estábamos tratando de reinventarnos, pero no desde nosotros mismos. Hoy, la UDI es un partido que se reconoce como tal, como lo que es, y con capacidad de mirar hacia adelante, con juventudes que están funcionando, con regiones que están funcionando, con un estamento potente de mujeres, y que creo que va a tener buenos resultados electorales.

¿Está de acuerdo con el discurso de Macaya de los últimos días? Él ha planteado que la UDI no puede pretender quedarse sólo con el porcentaje de personas que votó por el Rechazo, que hay que ampliarse y que no pueden únicamente buscar disputarle la hegemonía de la derecha dura al Partido Republicano…

Obvio. Nosotros no queremos ser el Partido Republicano. Eso es una caricatura que es usada en campaña, pero a mí no me gusta el Partido Republicano. Nosotros somos la UDI popular, el partido que es capaz de salir a disputarle a la izquierda las poblaciones, que no hace política en los clubes sociales ni en el Starbucks. Yo no quiero ser una momia, es decir, un partido petrificado en la extrema derecha. No es nuestra aspiración. La UDI no es eso. La UDI, de hecho, ganó las primarias en sectores populares en Santiago.

Pero es innegable que siempre ha sido un flanco para ustedes la presencia de José Antonio Kast por el lado más a la derecha…

Sí, está bien, pero eso te habla del partido que es hoy la UDI, porque Kast, habiendo sido secretario general de la UDI, decidió arrancar. Nosotros nos quedamos y reconstruimos. Yo no pretendo parecerme a Kast y no me gusta lo que Kast representa. No me gusta parapetarme en la extrema derecha como francotirador. Si ese fuese mi estilo de hacer política, yo no habría ganado en Concepción, que es una región de izquierda.

Después de la elección de la UDI, ¿usted ha hablado con el Presidente Piñera?

Sí.

¿Qué le dijo él? Con él también tuvo una relación franca…

Siempre he tenido una relación franca con Piñera. Me preguntó cómo estaba Víctor, hablamos del tema de los constituyentes, cómo veía yo el pacto y cómo se iba a hacer para adelante. Me preguntó que iba a pasar con el Partido Republicano.

¿El Presidente cree que ese partido debe estar dentro del pacto?

Sí, yo también. Ellos no pueden tratar de ser la niña bonita. Es decir, Republicanos tiene una obligación con el país de ayudar a que podamos tener una buena elección de constituyentes.

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