Eva Illouz: “Los líderes populistas prometen seguridad pero en realidad la ponen en peligro”

Esta socióloga franco-israelí plantea que gobernantes como Netanyahu o Trump enfrentan a un grupo contra otro. “Prosperan en el caos”, dice. Además, dice que “la mayor dificultad de las socialdemocracias en todo el mundo es que han perdido contacto con la clase trabajadora”.


Eva Illouz es una de las más prestigiadas sociólogas de la actualidad. Franco-israelí y profesora de la Universidad Hebrea de Jerusalén, sus investigaciones se centran en la sociología del capitalismo, de las emociones, del género y de la cultura. Su último libro lleva por título The Emotional Life of Populism: How Fear, Disgust, Resentment, and Love Undermine Democracy (2023) y sobre ese texto conversa vía Zoom con La Tercera.

Parto preguntándole cómo está viviendo la guerra...

Mi reacción se parece a la que tuve cuando el Covid y el confinamiento planetario comenzaron. Leo compulsivamente todo lo que puedo encontrar y escribo para darle sentido al evento y compartir esa comprensión con los demás. Leo y escribo para aliviar la ansiedad y la ira. En esos momentos de crisis, me digo a mí misma cuán cruciales son los periodistas para que nuestro mundo sea inteligible.

Yuval Noah Harari ha escrito que “el horror de Hamas es también una lección sobre el precio del populismo”. Usted escribió un capítulo en su libro sobre el tema.

Sí, dediqué un capítulo entero a mostrar que los líderes populistas prometen seguridad pero en realidad la ponen en peligro. Lo hacen al menos de dos maneras y Netanyahu es un caso de libro al respecto. Primero, comprometen la excelencia profesional de las instituciones porque prefieren poner a sus compinches en posiciones clave o toman decisiones de seguridad para satisfacer a sus socios de coalición; en resumen, siempre subordinan el interés colectivo a su interés personal. En segundo lugar, fomentan la guerra cívica dentro de la sociedad al enfrentar a un grupo contra otro. Netanyahu o Trump prosperan en el caos. Hemos visto ambas cosas en Israel.

¿Cree que los populistas están llegando directamente a nuestro núcleo emocional?

Creo que todas las ideologías están impregnadas de emociones. Las ideologías socialistas tenían un control emocional muy poderoso sobre sus creyentes y seguidores. Las ideas y las emociones suelen estar estrechamente entrelazadas, mucho más de lo que nos gustaría reconocer. Lo que fue fascinante para mí fue el debate en el que me metí, en el sentido de que “nosotros” -siendo este “nosotros” una entidad occidental muy vaga e indefinida- hemos luchado por la democracia durante los últimos 200 años, a veces hemos luchado muy duro, pero parece que en la última década casi todos sus principios han estado siendo descartados, ignorados: la factualidad, la creación de consenso, la deliberación, la tolerancia hacia ideas hostiles a nuestras creencias, todo esto parece amenazado desde el interior de la propia democracia. Y la gente vota por esto. La gente quiere esto. Mire la reciente votación en Holanda o en Argentina. Parece una extraña mezcla entre antisistema, voto rebelde y autodestrucción. Esta mezcla es fascinante.

La socióloga Eva Illouz.

¿Cómo así?

Creo que la autodestrucción es muy interesante porque desafía las suposiciones básicas que tenemos sobre los seres humanos -que son motivados por su autoconservación o algún interés-, pero la mayoría de las veces, podemos ver en individuos que no es así. Especialmente cuando la revancha, el resentimiento, la envidia, la ira, el odio empiezan a jugar un papel en nuestra vida psíquica y política. La mayoría de la gente preferirá aferrarse a su odio o resentimiento. Y al observar el ascenso de los populistas y las maneras en que tantos grupos en muchos países democráticos parecen respaldarlos con entusiasmo, me pregunté por qué la gente estaría dispuesta a destruir la herencia democrática por la que tanto lucharon.

¿Qué pensó sobre eso?

La envidia, el resentimiento y la ira, si son lo suficientemente fuertes, normalmente te hacen preferir hundirte, siempre y cuando puedas derribar al otro, al que odias o envidias. Algunas emociones nos hacen inmunes a nuestra autopreservación. Me parece que el resentimiento hacia las élites urbanas o el gobierno liberal, por un lado, y hacia los inmigrantes que parecen beneficiarse del Estado de Bienestar, por el otro, son clave para explicar gran parte de la revuelta populista.

¿Cómo afrontar esas emociones, políticamente?

Me siento más cómoda analizando patologías que curándolas. Los sociólogos son médicos muy extraños, porque piensan más en las causas de las enfermedades que en su cura. Creo que un elemento sería que los socialdemócratas se dirigieran no sólo a la clase media, sino también a la clase trabajadora. Pero esto sería necesario controlar a las grandes corporaciones. Exigirles un mayor compromiso con los grupos sociales y la sociedad de los países en los que obtienen sus beneficios. Hemos visto a capitalistas y corporaciones pagar menos impuestos que antes, abandonar su responsabilidad social, sentirse comprometidos sólo con sus juntas directivas en lugar de con su sociedad, y hemos tenido élites liberales también involucradas en una globalización de la cultura. Esto ha dejado a muchos grupos sociales con la sensación de que no se les considera. La mayor dificultad de las socialdemocracias en todo el mundo es que han perdido contacto con la clase trabajadora. La izquierda ha estado ocupada construyendo coaliciones arcoíris, es decir, reuniendo razas, mujeres y minorías étnicas, y en el proceso han abandonado a la clase trabajadora.

¿Cómo volver a conectar con ella?

Creo que un remedio necesario sería que la izquierda encontrara un lenguaje para hablarle a la clase trabajadora, que en este momento se siente más visible, más atendida por los líderes populistas. Uno de los problemas es que la clase trabajadora se siente invisible. Pero el régimen de intensa visibilidad en el que vivimos, que nos permite ver la vida de personas que viven mucho mejor que nosotros, crea formas de envidia que son legítimas y la sensación de invisibilidad, de muerte social. Estas invisibilidades también son concretas: regiones enteras de Estados Unidos han quedado en decadencia y las infraestructuras no han sido reparadas. Por eso creo que el proyecto de Biden para mejorar la infraestructura es tan importante. Otra dificultad aún mayor que la anterior es que la clase trabajadora está dividida dentro de sí, a menudo entre una clase trabajadora blanca nativa y la clase trabajadora que proviene de la inmigración, y no se puede hablar el mismo idioma con ambas. En Francia, la clase trabajadora blanca vota por la Rassemblement National de Le Pen. La clase trabajadora étnica vota por el populista de extrema izquierda Melenchon. Ambos son igualmente catastróficos. Pero esto muestra por qué es difícil. La izquierda suele considerar racistas las preocupaciones de la clase trabajadora blanca. Por ejemplo, la inmigración. La izquierda, en su mayor parte, no ha dado una respuesta a esta preocupación.

¿Qué papel juega el feminismo en esta agenda?

Javier Milei, durante las elecciones primarias de agosto. Foto: Reuters

En primer lugar, creo (y tal vez no se insista lo suficiente en esto) que el populismo es una reacción contra los avances del feminismo y del movimiento gay y transexual. Y aquí suscribo a los trabajos de Pipa Norris y Ronald Inglehart, en el sentido de que el populismo puede ser una reacción de rechazo que se asienta sobre una brecha generacional. Diría que para las personas mayores de 60 años, la familia era fundamental para su identidad. Los roles e identidades de género también. Pero no lo es para la Generación Z y los millennials. Añadiría algo: hay un grupo para el que adoptar ideas nuevas y no convencionales es muy congruente con su profesión. Si eres académico, periodista, cineasta, novelista, las nuevas ideas no te amenazan: de hecho, son material para tu creatividad. Pero hay otras personas para quienes la estabilidad de la familia es el recurso clave que tienen en sus vidas, y la estabilidad de la familia significa que el hombre es el hombre, la mujer es la mujer y el padre es el padre y la madre es la madre… Y entonces, cuando ven que esto se cuestiona, lo que sienten es que toda su visión del mundo se derrumba.

¿Hay factores entrelazados?

Creo que hay dos cosas que están entrelazadas, una es el privilegio masculino, que es que incluso los hombres de clase trabajadora siempre tuvieron una mujer debajo de ellos para servirles, y ese ya no es el caso, y esto está entrelazado con el hecho de que la familia representa un recurso clave para la clase trabajadora y una clave de identidad. Y el feminismo y los movimientos sexuales cuestionan las definiciones tradicionales de familia. Así que el populismo también es una reacción a esto. No solo, pero también. Putin y Orban son ejemplos obvios. Y en Estados Unidos, Trump está aliado con los evangélicos que estuvieron durante las últimas décadas en las campañas contra el aborto. Y en Israel el gobierno y coalición de Netanyahu son profundamente patriarcales, sexistas y anti LGBT, esto es muy explícito. Por eso quiero partir diciendo que la dislocación de las identidades de género y la familia han jugado un papel importante, es algo en lo que no se ha enfatizado lo suficiente.

¿Qué debiera hacer el feminismo hoy?

Frente a qué rol puede jugar el feminismo hoy, diría que es bastante sorprendente que cuando se mira a los populistas, sólo hay dos mujeres: Le Pen y Meloni (que llamó a su partido hermanos de Italia), pero excepto estos, todos estos movimientos están liderados por hombres altamente hegemónicos, caricaturas de lo que es la masculinidad tóxica hegemónica. Trump y Bolsonaro ciertamente lo son, Milei parece dar bastante miedo (con su motosierra, ¿qué tan aterrador puede llegar a ser?). Luego, cuando miras a Meloni y Le Pen, son dos mujeres que no son feministas de ninguna manera. Por estas razones, creo que el feminismo es una de las cosas atacadas por el populismo.

Decía que aquello mostraba cuán lejos están aún las mujeres del poder. ¿Por qué, si hay muchas mujeres líderes?

Porque no tenemos acceso a las armas. Hemos mejorado nuestra posición en la sociedad durante los últimos 30 años pero no hemos cambiado la estructura de poder. Mire los grandes conflictos del mundo: todos son provocados por hombres y manejados por hombres. Los conflictos reflejan la estructura del poder. Son los hombres los que disponen de los medios para matar; los que tienen poder real son los que tienen el dinero y el poder de matar. La mayor parte del dinero y los activos financieros del mundo pertenecen a hombres. Los ejércitos están controlados por hombres. En ese sentido, creo que los líderes populistas revelan hasta qué punto las mujeres todavía están increíblemente lejos de lograr cualquier tipo de igualdad de poder. (...) Entonces, el feminismo está en el centro del backlash populista, que se trata de tomar el control de nuevo, y mostrar quién está a cargo. Y las mujeres deberían resistir mucho más de lo que lo han hecho. Me sorprende que la resistencia en Estados Unidos no fuera mucho más contundente contra la revocación de Roe vs Wade.

¿Los feminismos no están suficientemente organizados?

El feminismo está organizado, pero es no-violento. No tiene, creo, una estrategia para contrarrestar eficazmente este tipo de (intento) de retomar de control de sus cuerpos. Quizás tampoco las mujeres se sienten profundamente amenazadas, pero deberían. Es un error no sentirse amenazadas por el populismo. Además de esto, las feministas no se han transformado en un partido político. Ya es hora de que las mujeres se conviertan en una fuerza política como tal, porque habrá muy pocos hombres que las defiendan.

Marcha en la Alameda por el día de la eliminación de la violencia en contra de la mujer.
Marcha en la Alameda por el Día de la eliminación de la violencia en contra de la Mujer, en noviembre de 2022. Foto: Lukas Solis / Agencia Uno.

Finalmente, ¿qué emociones deberían moviliza los políticos como antídoto?

En mi conclusión hice una distinción entre dos conceptos diferentes: solidaridad y fraternidad. Por lo general, se confunden. Dicen que deberíamos ser más solidarios unos con otros, pero creo que lo que quieren decir es que deberíamos tener más fraternidad. La solidaridad a menudo se recibe de personas del propio grupo. La fraternidad, por otra parte, es el tercer lema nacional en Francia, “Liberté, égalité, fraternité”. Los teóricos políticos han dedicado mucha atención a la libertad y a la igualdad pero muy poca a la fraternidad, como si fuera algo con lo que no supieran qué hacer. Pero, en mi opinión, la fraternidad es realmente el ingrediente clave para una sociedad civil que funcione bien en una democracia. Significa que estás dispuesto a mirar al extraño, o a la persona del exogrupo, de una manera benévola, estás dispuesto a ampliar el círculo de humanidad para incluirla. La fraternidad es la capacidad de ser benévolos con los extraños, de sentirse comprometidos con el bien colectivo. Sin ella, las democracias no funcionan bien.

¿Cómo desarrollarla?

Se necesita un modelo de entrenamiento para no ver a los demás como enemigos, algo profundamente arraigado en Israel. Esta visión del mundo dividido entre los que están con nosotros y nuestros enemigos; esta distinción entre endogrupo y exogrupo, hace mucho más fácil para el populismo plantear sus agendas. La fraternidad es una forma de hacer que estas distinciones implosionen. Es una noción cristiana, pero todas las religiones (judaísmo, islam y cristianismo) tienen el concepto de hermandad. Debería ser adaptada a las culturas seculares; es necesario sintetizarla en una noción más política de fraternidad. Y la razón es porque muchas personas que siguen a los populistas también son religiosas. Meloni, los evangélicos, los mesianistas israelíes y los ultraortodoxos, en Polonia, son religiosos de alguna forma. Creo que si quieres hablar con ellos, debes intentar tomar referencias de ese mundo, y ver si se integra con las ideas de la izquierda.

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