Editorial
10 de julio de 2010.


Vacaciones de invierno ad portas. ¡Qué agradable hacer un alto en la mitad del año y desconectarse! Para los previsores, quienes guardaron semanas y se las van a tomar ahora, preparamos una completa guía de panoramas de invierno, cortos, largos, para distintos bolsillos, para que salgan, carguen pilas y vuelvan felices al trabajo en algunos días más. También pensando en los que no tienen vacaciones, pero sí niños aburridos en la casa, un completo recorrido por talleres, que les aseguramos los van a mantener entretenidos, ocupados y sin preguntar cada cinco minutos: ¿Qué vamos a hacer?
Otro tema que ha estado debatiéndose y que como revista nos preocupa, es el reciente rechazo al plan de expansión de Santiago. 10.000 hectáreas era lo que se pensaba incluir en el nuevo plan regulador, entre otros puntos, que fue rechazado por escasos dos votos. Independiente de que si el rechazo es algo positivo o negativo, lo que más nos llama la atención es que se toman decisiones respecto al tipo de ciudad que queremos construir, quedando el desarrollo actual y futuro de la capital finalmente en manos de gestores inmobiliarios no porque así lo quieran, sino porque no existen políticas definidas a las que alinearse.
¿Qué tipo de ciudad queremos? ¿Una expandida, que siga creciendo de acuerdo a las demandas de sus usuarios, consumiendo hectáreas de la mejor tierra cultivable, con baja densidad de ocupación? Pero que a la vez genera subcentros de desarrollo con menor congestión, interconectados por supercarreteras o trenes suburbanos. ¿O una más densa y vertical, que evite la desocupación del centro, promoviendo la repoblación de estas áreas, que proponga menores tiempos de desplazamiento para sus habitantes? Que promueve el transporte público sobre el uso del automóvil. En algún momento debemos optar, definiendo una política clara de ciudad, que permanezca en el tiempo y a la que se alineen los distintos entes encargados de desarrollarla.
Las megaciudades y cómo llevarlas a cabo es el gran tema urbanístico que estará presente en los próximos años producto, en gran medida, de la migración campo ciudad que nos tendrán dentro de poco más de 40 años con un 75% de la población mundial viviendo en grandes urbes –hace un siglo sólo un 10% era urbano– . Es un hecho, y no diseñar de acuerdo a esto, cuando aún hay capacidad de reacción, es el peor legado que les podemos dejar a las generaciones siguientes. Por una capital que acepte su inmensidad e invierta en hacerla más vivible, espero que salga humo blanco luego.
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