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Dos hombres, una funa y el fantasma de Anna Cook

Tras ocho años de un proceso judicial, la Fiscalía decidió no perseverar en la causa de la muerte de Ana María Villarroel por falta de delitos. Aun así, dos hombres que fueron acusados socialmente durante todo ese tiempo de matar y violar a la DJ siguen escapando de una acusación que solo existía en internet.

Anna Cook.

Matías Troncoso, músico y fotógrafo, le escribió por Facebook a Raúl Azócar -un director de arte conocido como “el gato”- la noche del 1 de agosto de 2017. Se conocían desde 2008 por el círculo artístico, aunque no eran cercanos. Ambos compartían afinidades: trabajaban en el ámbito cultural y eran padres en sus treinta.

El fotógrafo recuerda que ir a la casa de Azócar fue un hecho fortuito. No se veían desde hace un año y sabían que eran vecinos. Troncoso le ofreció tres cuartos de una botella de vino y Azócar un pito de marihuana. Vivían a cuatro cuadras de distancia en la comuna de Providencia: el fotógrafo en calle California, y Azócar en una casa en la calle Tranquila que, incluso antes de que el actor viviera allí, era conocida por las fiestas que se celebraban.

El mismo Troncoso fue a fiestas que organizó Azócar alguna vez.

Troncoso se fue en bicicleta y llegó en un par de minutos. Conversaron de trabajo y escucharon música. El fotógrafo recuerda que sentía un ritmo de música electrónica salir de una de las piezas. Azócar le dijo que era una de sus roomies que era DJ y productora de música electrónica. Se llamaba Ana Villarroel, pero era conocida como Anna Cook. Era diseñadora gráfica y estaba empezando a hacerse una incipiente fama a través de sus canciones. Cook, ademas, se declaraba lesbiana abiertamente.

Azócar le ofreció a Troncoso entrar a conocerla.

-Era una pieza súper chica -recuerda Troncoso-. Tenía olor a encierro.

Troncoso se encontró con gente diez años menor que él: Ana Villarroel en su computador tocando música, dos mujeres y un hombre, todos amigos de la DJ. Azócar le ofreció una línea de cocaína que estaba en la pieza. Luego se interesó en los equipos de música de Villarroel. La intentó ayudar a configurarlos. No pudo y salió de la pieza. Esos diez minutos fueron toda la interacción, dice Troncoso, que tuvo con Ana Villarroel en toda su vida. Al rato, dice, se fue de la casa de Azócar a medianoche y se acostó a dormir.

A la mañana siguiente, Azócar fue al dentista. No vio a Villarroel. Cuando volvió, se dio cuenta de que la DJ no respondía cuando él le tocaba la puerta. Entró a su pieza. Se la encontró acostada, con la cabeza apoyada en su almohada, con una polera de pijama, tapada con el cubrecamas con el mentón hacia el pecho. La agitó, pero no despertó.

-Vi que había una cortaplumas al lado de ella, también su celular -dice Azócar-. Le hablé a la Luna, la otra chica que vivía en la casa, que la conocía. Sabía que se pasaba de rosca. Se lanzaba, porque andaba súper deprimida siempre. No respiraba y le toqué el pulso y no lo sentí.

Azócar pidió un taxi por aplicación, la envolvió en un cubrecamas y la llevó al hospital del Salvador. En el camino, Villarroel vomitó. La intentaron reanimar durante veinte minutos. Fue declarada muerta a las 14.48. Su familia y amigos llegaron al hospital. Entre todos, recuerda Azócar, seguían manejando la tesis de una sobredosis.

Dos días después, a Troncoso lo contactó una amiga en común que tenía con Azócar.

-Me dijo “Ana se murió”. Le respondí “¿quién es Ana?“. Me dice ”la roomie del ‘gato’. Se suicidó“. Esa fue la primera información que tuve.

Desde esa mañana pasaron dos años. Troncoso y Azócar siguieron sus vidas de manera normal. A los seis meses, Troncoso recuerda que Azócar lo llamó. Le pidió sus datos personales para la PDI. El fotógrafo dice que ese fue el punto donde su vida empezó a cambiar. Pasaron otros seis meses y la Fiscalía Oriente lo citó a declarar. Troncoso dice que no le pidieron muestras: solo declaró como testigo.

En paralelo, Kattia González, la madre de Villarroel, señala que los primeros resultados de los peritajes arrojaron que no hubo intervención de terceros. Pero las pruebas científicas a ella no le hacían sentido: veía hematomas en el cuerpo de su hija, gametos sexuales masculinos en la boca de Villarroel, costillas quebradas y un tajo.

Ese año, cuando supo que la investigación se iba a cerrar, la mujer contactó un perito llamado Jaime Brieva, conocido por asesorar a la parte querellante de causas mediáticas, como la muerte de Gervasio. Él le ofreció ayuda gratuita. Brieva respaldó la tesis del homicidio y generó un informe, el cual fue desestimado por la Fiscalía. Esta tesis también era respaldada por los amigos de Villarroel.

-Los chiquillos que estaban con ella esa noche dicen que los vieron a ellos. Pero, te voy a ser bien honesta, yo les creo la mitad. He escuchado tantas versiones que al final yo voy sacando mis propias conclusiones -explica la madre.

Luego de eso, amigas de Villarroel la alentaron a visibilizar la causa a través de una publicación en Facebook. Lo hicieron el 25 de septiembre de 2019. Allí, González, a través de su cuenta personal, muestra trozos del escrito de la autopsia de su hija. Expuso, además, “incongruencias” en las declaraciones. Por ejemplo, que Azócar señaló haber estado solo esa noche; que cuando llevó a Cook al hospital no se sabía su nombre y que volvió a la casa en Tranquila luego de dejar a Villarroel.

Azócar se defiende a eso.

-En el mesón me pidieron el nombre y el RUT. Pero no los sabía. Es que siempre fue la Ana Cook. No me sabía su nombre. Fui a la casa a buscar la billetera de Ana en taxi, me demoré tres minutos, no lo encontré y volví al hospital.

Las siguientes publicaciones derivadas de otros grupos que apoyaron la causa fueron más allá. Subieron el tono: empezaron a publicar fotos y nombre completo de Azócar y Troncoso. Los comentarios en Instagram también subieron el tono: “Pero está más que claro que fueron esos dos wnes que estaban en la casa”, dice uno. Otro: “Que fuerte .... fue ahogada , asfixiada por uno o unos mal nacidos, eso es lógico”.

Troncoso estaba en su casa leyendo todo eso.

-En ese momento se me acabó el mundo -dice.

El vía crucis

Troncoso dio esta entrevista en un restorán en La Laguna, en Zapallar. De lentes oscuros y gorro de invierno, tapa lo más posible su imagen hasta ver que el entorno es seguro para él. Se fija en toda la gente que entra al local. Dice que la experiencia que vino después fue como estar muerto en vida.

-Luego de la funa, nunca nadie más me llamó para ninguna pega. Pasé de la noche a la mañana a ser un depredador sexual sin prueba alguna. Todo por un comentario en redes sociales -dice-. Les hablaba a mis amigos y no me respondían o me bloqueaban. Me llegaron miles de mensajes de amenazas. Me decían que me iban a buscar a mi casa, que me iban a matar. Desperté un día en un capítulo de Black Mirror.

Dos semanas después, una exnovia de Troncoso lo funó en redes sociales. Lo acusaba de haberle hecho “apretones”, de insultarla y de ser manipulador. Este testimonio lo sumó la madre de Villarroel a la acusación.

El escarnio siguió. Cuando reventó el estallido social en 2019, un mes después de la funa de González, Troncoso veía su nombre en las calles. Se encontró un rayado en Valparaíso que decía “Matías Troncoso lesbocida”.

Le parecía “esquizofrénico” que lo acusaran en redes sociales de un homicidio, pero en el sistema judicial ni siquiera le habían imputado o formalizado por ese delito. Por eso, hizo una vida normal: ese 2019 viajó por toda Sudamérica haciendo retratos fotográficos. No tenía orden de arraigo.

-Aparecían publicaciones que decían que estaba escondido en la Araucanía. Y yo estaba sentado en mi casa con mi hijo.

Ese 2019 llegó un punto de quiebre. Mientras compraba en un supermercado en Los Leones con su hijo de cuatro años, le gritaron asesino y lo golpearon en la cabeza.

-Quedé tirado, con mi hijo al lado mirando la escena. Me dejaron un chichón. Y dije “esto no puede pasar”. Vi que Santiago estaba destruido por completo y dije bye bye Shanghai. Me fui de la ciudad.

Troncoso vendió todas sus propiedades, tomó ahorros y se fue a vivir a una localidad en la Quinta Región, que no quiere revelar. Se dedicó a la carpintería, específicamente a construir mesas de madera.

Matías Troncoso declaró como testigo en la causa de la muerte de Anna Cook. Nunca fue imputado ni procesado. Aún así, dice, carga con una condena social que lo persigue hasta hoy. Foto: Gianluca Parrini / La Tercera.

En paralelo, Kattia González y su grupo de trabajo siguieron pujando por el homicidio. Le exigieron justicia al Estado.

La ministra de la Mujer, Antonia Orellana, se reunió con la madre de Villarroel. La cita fue en agosto de 2022. “(Ella) manifestó su total apoyo por encontrar justicia para mi hija”, escribió González en su Instagram.

En ese retiro, Troncoso dice que el periodista Rodrigo Fluxá lo contactó y entrevistó. Hasta ese minuto, dice, nadie se había interesado en su historia. El podcast documental fue estrenado en junio de 2023. Ese trabajo de investigación periodística reveló, a través de acceso a pericias policiales del teléfono de Villarroel, de los excesos de la DJ, su consumo de cocaína, una vida depresiva y una clara adicción a las pastillas de éxtasis. También mostró el consumo constante de zopiclona de Villarroel para bajar los efectos de la droga. Allí también revelaron que la tesis de que Villarroel fue asesinada no tenía sustento científico en base a las pruebas que recolectó la fiscalía.

Pero el asedio no paró. En septiembre de 2023, González entregó una entrevista a Karina Álvarez en Chilevisión. Allí repitió la tesis de que su hija había sido asesinada por Troncoso y aseguró tener antecedentes de violencia de otras mujeres contra él. El problema es que no se trataba de denuncias formales: solo testimonios que ella aseguraba poseer.

Ese, para el fotógrafo, fue el momento más duro de todos. Su abogada le recomendó autodenunciarse para que la justicia fallara y lo sobreseyera.

Eso, sin saberlo, abrió una nueva etapa para Troncoso.

El final

El jueves 23 de junio de 2025 se celebró en el Centro de Justicia la última audiencia sobre el caso de la muerte de Ana María Villarroel. La Fiscalía Metropolitana Oriente, una de las pioneras en tomar causas con enfoque de género, decidió presentar la solicitud de no perseverar. Eso significaba que la causa no estaba siendo indagada por nadie, porque no se apreciaban delitos en su fallecimiento.

El defensor penal público de la Defensoría Metropolitana Norte, Hernán Godoy, quien actúa como defensor de Raúl Azócar, explica esta resolución.

-La Fiscalía hizo una investigación muy acuciosa. Incluso se exhumó el cuerpo de Villarroel. Nunca se pudo acreditar la participación de terceros en su muerte.

Godoy explica que el Servicio Médico Legal determinó, en 2019, que las costillas rotas de Villarroel fueron producto de la reanimación médica. Los moretones que encontraron en su cuerpo eran livor mortis, manchas que aparecen en los cadáveres a los minutos de fallecer.

El defensor también explica sobre la presencia de gametos en la boca de Villarroel.

-Había cabezas de espermatozoides -dice Godoy-. Pero la muestra no estaba en buen estado para determinar un perfil genético y hacer un match con un tercero. Por lo demás, que exista semen en su boca solo indica que tuvo una relación sexual, más no necesariamente que hubo una agresión sexual.

La causa de muerte de Ana Villarroel se determinó, dice Godoy, tan atrás como el 2019, en base al informe toxicológico del Servicio Médico Legal.

-Al cuerpo de Ana María le encontraron 0,24 gramos por mil en la sangre. Le encontraron cocaína, marihuana, y una concentración letal en el hígado de alprazolam y zopiclona. Es una mezcla de sustancias que, en definitiva, le provocaron la muerte -dice-. Nadie mató a Ana Cook. Lamentablemente murió por una ingesta de sustancias.

Según el examen toxicológico de Villarroel que está dentro de la carpeta investigativa señala que la concentración de zopiclona -una benzodiazepina psicotrópica para tratar el insomnio- en la sangre de la DJ era de 1,24 microgramos. Según detalla el documento, una concentración dentro del rango tóxico y también dentro del rango letal.

A pesar de todo esto, Kattia González mantiene la versión del homicidio con violación y desestima la sobredosis. Su abogada Karinna Fernández y ella sostienen que esperarán nuevas pruebas para reabrir la causa.

Gonzalez también anuncia que demandará al Estado.

-Ninguna fiscal trajo resultados. Tenían que haber investigado bien y no hicieron absolutamente nada.

La Fiscalía Oriente no quiso entregar declaraciones. Indican en reserva que prefieren no declarar, ya que han sido víctimas de amenazas por parte de activistas a favor de la tesis del homicidio.

A Troncoso no le sorprende la posición de González.

-La verdad le dejó de interesar a su madre hace un buen rato -dice-. Acá instrumentalizaron la muerte de Ana. El cuerpo de Ana es donde se juega la justicia social. La funa no se trata de la verdad. Es un castigo a través del espectáculo.

González tampoco pide perdón por el escarnio contra Troncoso y Azócar.

-No me arrepiento de lo que les pasó a ellos. Es más, les deseo más mala suerte todavía. La fiscalía no ha encontrado nada. Pero ¿sabes qué? La funa social es peor que estar en la cárcel. Porque en la cárcel puedes pagar y vivir cómodamente. Pero en la funa social, donde vayas, van a ser indicados como violadores y asesinos.

La profesora del Departamento de Derecho Penal de la Facultad de Derecho de la Universidad Diego Portales Alejandra Castillo, conoce el caso de Anna Cook. Además, dice que está en contra de las funas. Considera que deslegitiman la acción del sistema que administra la justicia. Lo otro que lamenta Castillo es que, a diferencia de lo que pasa en un proceso judicial, un funado no se puede defender.

-La justicia te puede absolver, pero a un funado nadie lo absuelve. Tampoco tiene posibilidad de defenderse.

Castillo también indica las consecuencias de que la madre siga sosteniendo públicamente la tesis de que son asesinos.

-En este momento, mientras la causa aún pueda abrirse, antes del plazo de prescripción, eso sería una calumnia. Y si se cierra definitivamente, por una sentencia o por prescripción, pasaría a ser una injuria grave.

Matías Troncoso dice que ha podido salir adelante luchando contra su cabeza.

-Pensé en matarme todos los días durante muchos años. Pero tengo hijos. Si no tuviera hijos, no estaría acá. Hay otras salidas, como anestesiarte todos los días. Pero eso te mete en un camino de destrucción bastante rápido. Acá lo que busqué es un lugar dentro mío desde el cual pararme.

Matías Troncoso, en este local de Zapallar, dice que quiere dejar todo esto atrás. Durante años pensó en que todo iba a terminar de golpe. Que iba a ser exculpado públicamente a través de una publicación, y que todo se iba a acabar. Pero eso no pasó.

-Tampoco voy a recuperar mi vida. Va a ser una recuperación sorda: sin likes, sin glamour.

Ocho años después de la muerte de Villarroel, Troncoso aún no sabe cuánto tiempo más tendrá que seguir escapando de una acusación que solo existió en redes sociales.

-A pesar de que me autodenuncié, la gente seguirá diciendo cosas. Eso no sé hasta cuándo va a pasar. Hasta que se cansen, o hasta que gane una demanda. Pero a la gente no le interesa la verdad. Quieren otra cosa. No sabemos qué, pero es otra cosa.

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