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Las costumbres extranjeras que se toman la Navidad en Chile

Las tradiciones caribeñas se han ido adaptando al contexto y van dialogando con las dinámicas locales, dando forma a celebraciones híbridas donde memoria y pertenencia se entrelazan.

En Venezuela, la Navidad suele ser una festividad intensamente comunitaria y extendida en el tiempo. JONNATHAN OYARZUN/ATON CHILE

A las puertas de cada diciembre, la Navidad vuelve a instalarse como un ritual compartido en Chile. Árboles iluminados, cenas familiares y regalos marcan una celebración que, si bien ha cambiado con el tiempo, mantiene rasgos reconocibles. Sin embargo, para la comunidad extranjera, y entre ellas la venezolana —una de las migraciones más numerosas en nuestro país—, estas fechas adquieren un sentido particular: son una oportunidad para reproducir tradiciones propias, adaptarlas al contexto chileno y, en muchos casos, mitigar la distancia con el país de origen. En Venezuela, la Navidad es una festividad intensamente comunitaria y extendida en el tiempo. Comienza formalmente a inicios de diciembre y se expresa tanto en el ámbito familiar como en el espacio público. A ello se suman celebraciones adicionales, como la festividad del “Espíritu de la Navidad” el 21 de diciembre.

José León (34) llegó a Chile desde Caracas hace nueve años y da cuenta de cómo es esta celebración. A pesar de los retos de estar lejos de su familia, ha encontrado una nueva forma de celebrar esta festividad previa a la Navidad.

“Es un encuentro donde agradecemos lo que tuvimos durante el año y pedimos 21 deseos para el próximo. Cada persona pone algo en una mesa como un gesto de compartir”, dice. La fiesta se mezcla con ritos paganos que antes se realizaban para agradecer o pedir por una buena época de cosechas. De hecho, en Chile se celebró la Navidad hasta inicios del siglo XX con algo parecido: regalar frutas y flores de la estación para celebrar la abundancia estacional. El sociólogo y máster en Teología de la U. Central, Rodrigo Larraín, complementa que estas festividades se realizaban principalmente fuera de las catedrales o iglesias más importantes de cada localidad. En Santiago, regularmente se veían fuera de la Iglesia San Francisco y de la Catedral de Plaza de Armas.

León remarca que cada 24 de diciembre tiene su plato navideño venezolano en la mesa, “aunque sea comprándolo”. La cena navideña incluye platos tradicionales, como ensalada de gallina, pernil, pan de jamón y hallacas -un plato hecho de masa de maíz, relleno de carne y verduras, que se cocina en hojas de plátano-.

Hallacas la-tercera

“Nos juntamos en familia y hacemos unas 60 hallacas. Es una forma de mantener viva la tradición, llevándola a un contexto nuevo”, menciona. La preparación de las hallacas en Venezuela a menudo es un evento comunitario. “En familias más grandes todos cooperan para hacerlas, llegando a hacer 300 o 400”, dice.

En Chile, en cambio, la celebración tiende a concentrarse en la noche del 24 de diciembre, con una cena familiar y un énfasis creciente en el intercambio de regalos. La música navideña, mayoritariamente de origen anglosajón, y la centralidad del árbol decorado, contrastan con la tradición venezolana del pesebre como eje simbólico.

Rodrigo Torres comenta que cuando vivía en Venezuela solían hacer una práctica de esconder al Niño Jesús del pesebre de una casa, y en comunidad salir a buscarlo por el barrio. Algo que, según él, se da más en las zonas andinas del país caribeño. “Había que ir en procesión preguntando, con canciones, en cada casa hasta que se encontraba el niño”, recuerda. Si bien él nació en Chile, a los ocho años se fue a Venezuela y estuvo allá por 35 años. Una suerte de ir y venir entre costumbres que terminaron siendo asimiladas. La diferencia se hace especialmente visible en el repertorio culinario. Mientras la mesa chilena suele incluir pavo, papas duquesas, ensaladas y pan de Pascua, los venezolanos procuran reproducir su comida, incluso con ingredientes adaptados.

Pan de jamón

José León reconoce que adaptó el consumo del cola de mono en estas fechas, pero lo hizo porque este se asimila a un brebaje de su país, llamado “ponche crema”.

Por otro lado, la dimensión religiosa también marca una diferencia. En Venezuela, las “misas de aguinaldo”, celebradas de madrugada entre el 16 y el 24 de diciembre, convocan a comunidades enteras. En Chile, si bien existen misas del gallo, su carácter es menos frecuente y masivo. Algunas parroquias capitalinas, conscientes de la presencia migrante, han incorporado liturgias especiales. Es el caso de la Parroquia San Pablo Apóstol y la Parroquia de Los Sacramentinos, en la comuna de Santiago, que en los últimos años han acogido celebraciones con cantos y lecturas propias de la tradición venezolana. “Le ha dado muy buena acogida a los migrantes venezolanos, sobre todo, aunque hay de distintas nacionalidades”, dice Carolina Rodríguez, feligresa caraqueña residente en nuestro país. Estas misas son celebradas a las 5.00 am, donde comienza con los cantos de aguinaldos, luego escuchan la misa, hacen la Novena -un ejercicio de devoción que se practica durante nueve días para obtener alguna gracia o pedir por una determinada intención-, y después cada quien a sus actividades diarias.

La música es otro elemento diferenciador. Mientras en Chile predominan villancicos tradicionales o repertorios internacionales, en las celebraciones venezolanas resuenan gaitas navideñas, géneros que incluso en contextos migratorios funcionan como anclajes emocionales. “Era una obligación poner esa música mientras se cocinaban las hallacas en familia, recuerda Torres.

Parroquia de Los Sacramentinos, en Santiago. la-tercera

Con el paso de los años, no obstante, se observa un proceso de hibridación. Muchas familias venezolanas incorporaron prácticas chilenas -como el intercambio de regalos o la cena del 24-, mientras que algunos chilenos comenzaron a familiarizarse con platos, músicas y rituales traídos por la migración. En ese cruce, la Navidad se transformó en un espacio de convivencia cultural. “Lo que traen los migrantes, culturalmente, puede permear, por supuesto, pero van a correr por caminos distintos cuando empiecen. Luego, al casarse con chilenos y a crear familias, estas funden sus navidades y comienzan a hacer una celebración híbrida”, dice Amalia Castro, directora del Centro de Investigación en Artes y Humanidades de la U. Mayor.

Así, para los venezolanos en Chile, la Navidad no es solo una fecha del calendario, sino un ejercicio de memoria y pertenencia. Celebrarla “como en casa” implica recrear sabores, sonidos y encuentros, aun cuando el entorno sea distinto. Y en ese gesto también se amplía el paisaje cultural de la Navidad chilena, incorporando nuevas formas de entender y vivir una de las festividades más significativas del año.

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