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Las vidas de tres íconos de la música se toman Sanfic

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Las vidas de estrellas rockeras siempre han llamado la atención en igual o incluso mayor medida que su música. Exitos, fracasos, adicciones, crisis creativas y personales, son parte del paquete que usualmente el mundo de la música ofrece a sus fanáticos.

En una época escasa de grandes y complejos íconos artísticos, es habitual para el cine echar mano a antiguos nombres y llevar a la pantalla grande sus historias, como sucedió con el jazzista Ray Charles o el cantante country Johnny Cash.

Siguiendo esa línea se presentan hoy, en la cuarta edición del Santiago Festival Internacional de Cine (Sanfic), tres películas que abordan la historia de íconos musicales de las últimas décadas: I'm not There, de Todd Haynes; Control, de Anton Corbijn, y Berlin, de Julian Schnabel.

En I'm not There (Hoyts San Agustín, 20 horas, sala 5) pareciera que "todos y ninguno" fuera la premisa. Seis rostros distintos que encarnan la verdad o lo que pareciera ser la verdad del mundo dylaniano. Con esta película, Todd Haynes desentraña, a través de una propuesta con tintes oníricos, simbólicos y plagada de metáforas, la omnipresente y camaleónica figura de Bob Dylan.

Ya sea como un personaje de respuestas cínicas escondido bajo lentes oscuros y un compulsivo cigarro en la mano (Cate Blanchet), una estrella consagrada envuelta en una crisis matrimonial (Heath Ledger) o un músico que se convierte al catolicismo entonando melodías para sus fieles (Christian Bale), I'm not There es un paseo por las distintas personalidades de este verdadero mito viviente.

Un collage que se aparta de las convenciones del género para presentar una colorida, nostálgica, distante e imaginaria biografía musicalizada con algunas de las más emblemáticas canciones del autor de Like a Rolling Stone.

En la vereda opuesta se ubica Control (Hoyts La Reina, 23 horas, sala 4), película que en dos hora de metraje en blanco y negro aborda la meteórica y fugaz carrera de Ian Curtis como vocalista de la banda inglesa Joy Division, que con sólo un disco editado marcó la historia de la movida post punk inglesa con sus oscuros e intensos sonidos.

La historia de un líder extrañamente carismático es encarnada en la cinta por Sam Riley, quien replica casi a la perfección la voz profunda y los espasmos eléctricos que Curtis patentó sobre el escenario.

Corbjin, director de videos musicales y fotógrafo holandés, realiza el retrato de un hombre agobiado por su enfermedad: la epilepsia, dos mujeres, la fama y el talento, que opta por el suicidio como escape al inicio de una exitosa carrera. Es la visión nostálgica de una época y un personaje, pocas veces abordado en su fuero íntimo y alejado de la fría estampa de ícono.

Pero si Manchester tenía a Joy Division, Nueva York contaba con el vocalista de Velvet Underground, Lou Reed, quien en 1973 editó el álbum Berlin, oscura ópera rock sobre celos, amor y rabia, que la crítica y el público de la época despreció. El disco nunca fue presentado íntegro en vivo.

Elevada actualmente al estatus de obra maestra del músico, los temas del álbum fueron interpretados por primera vez sobre un escenario durante el 2006, con tres conciertos en Nueva York que el cineasta Julian Schnabel registró para su documental Berlin (Hoyts La Reina, 24 horas, sala 10).

Una cinta que presenta este redescubrimiento de música y arte en un escenario cuya escenografía de una habitación de hotel abandonada junto a la proyección de una serie de cortometrajes que dramatizan la historia narrada en el disco, presentan una atmósfera enrarecida. Un documental que no es intervenido por escenas de backstage ni entrevistas y que sólo tiene como objetivo registrar el fin de un esperado ciclo.

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