Columna de Juan Ignacio Eyzaguirre: “Avergonzado”

REUTERS/Pascal Rossignol/File Photo

"Si bien las ideas de Fink se han prestado para algunos excesos, el centro de su propuesta sobre el propósito empresarial sería combatir el cortoplacismo de resultados. No hay otra manera de explicar que una determinada compañía mantenga deliberadamente relaciones negativas con sus stakeholders. Pues, no hay empresa sin clientes, empleados, proveedores o comunidades. En el corto plazo fijan su atención los analistas de Wall Street y se devengan importantes bonos. Pero no es donde se justifica la creación de valor de largo plazo."



Avergonzado dijo estar Larry Fink, CEO de Blackrock, la mayor administradora de fondos del mundo. Su vínculo con la agenda ESG -acrónimo de los compromisos medioambientales, sociales y de gobierno corporativo- le ha valido recriminaciones tanto a él como a su empresa. Tanto ha sido que se ha comprometido a no volver a usar el término ESG. Un cambio drástico para el gurú de las finanzas sustentables.

En su carta de 2019 a los CEO del planeta, titulada Profit and Purpose, Fink se posicionó al promover el propósito empresarial y un capitalismo de stakeholders.

En 2020, siguiendo fuertes activismos climáticos, avizoró una remodelación fundamental de las finanzas, basadas en los compromisos medioambientales. El riesgo climático es un riesgo de inversión, dijo, y amenazó votar en contra de ejecutivos que no muestren suficientes compromisos con el planeta, además de promover la estandarización de indicadores sustentables.

Pero ya en 2022, Fink comenzó a explicarse. Dijo que sus propuestas no eran políticas, ni woke. Reconoció que era difícil seguir sus preceptos, pues muchas veces las empresas eran tironeadas en diferentes direcciones por sus diferentes incumbentes y que los retornos financieros seguían definiendo ganadores y perdedores.

Blackrock comenzó a recibir ataques. Encabezó la lista negra de Texas y su industria de combustibles fósiles, frente a lo cual Blackrock se defendió arguyendo, paradójicamente, que era su principal inversionista. Florida, en tanto, le retiró fondos públicos. Así, Blackrock y Fink comenzaron a posicionarse al centro de un polarizado y violento debate sobre el rol de la empresa. Un lugar en el que ningún CEO ni gran compañía quiere estar.

Si bien las ideas de Fink se han prestado para algunos excesos, el centro de su propuesta sobre el propósito empresarial sería combatir el cortoplacismo de resultados. No hay otra manera de explicar que una determinada compañía mantenga deliberadamente relaciones negativas con sus stakeholders. Pues, no hay empresa sin clientes, empleados, proveedores o comunidades. En el corto plazo fijan su atención los analistas de Wall Street y se devengan importantes bonos. Pero no es donde se justifica la creación de valor de largo plazo.

Independiente del racional que pueden sustentar las ideas originales de Fink, las críticas a su propuesta se entienden por el contraste con su principal competidor. Tim Buckey, CEO de Vanguard, estableció: “nuestro deber es maximizar el retorno de largo plazo de nuestros clientes. El cambio climático es un riesgo material, pero no es el único factor de nuestra decisión de inversión. Ya estamos viviendo una crisis de pensiones que no debemos agravar por nuestras preocupaciones climáticas.”

Más aún, Aswath Damodaran, reputado profesor de NYU, disparó contra Blackrock arguyendo que invertir en base a criterios ESG es inconsistente y fundamentalmente incoherente, argumentando que los precios ya integran la información disponible, por ello restringir el espectro de inversión solo a compañías “buenas” solo deprimiría su retorno relativo.

Sus criticas apuntan a que el verdadero propósito de Fink sería cobrar más comisiones en sus fondos sustentables. Rima con los descargos del exdirector de sustentabilidad de Blackrock, quien dijo que el ESG seria solo un placebo de estar salvando al mundo. Tal desafección se ha visto en la última ronda de presentaciones a inversionistas: apenas 74 empresas del S&P500 mencionaron la palabra ESG.

“DESpropósito, el sentido empresarial y cómo la corrección política amenaza el progreso”, libro de quien escribe estas líneas, entra al debate respecto al balance entre la verdadera sustentabilidad, una correcta definición del propósito empresarial y los múltiples conflictos de interés que afectan a las compañías y sus ejecutivos. Temas que sin duda estarán en la agenda de quienes anhelen empresas y empresarios “orgullosos”.

* El autor es ingeniero civil UC y MBA/MPA de la Universidad de Harvard. También es autor del libro “DESpropósito. El sentido empresarial y cómo la corrección política amenaza el progreso”

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