Columna de Pablo Ortúzar: Los mapuches necesitan al Estado

Funeral ceremony for Mapuche man Pablo Marchant who was shot dead by Chilean police, in Lumaco
Funeral de Pablo Marchant en Lumaco. Reuters


¿Quién atacó al equipo de TVN frente a la casa de Héctor Llaitul, luego de que lo entrevistaran? ¿Tiene ese evento algo que ver con la radicalización de la CAM? ¿A quién le estaban mostrando las armas en el funeral de Pablo Marchant? ¿Hay una disputa por control territorial entre distintos grupos? ¿Cuál es la naturaleza de estos grupos, si es el caso? ¿Sólo organizaciones etnonacionalistas o también bandas criminales?

¿Está siendo la relativa autonomía de las comunidades mapuches explotada por el crimen organizado? El secuestro, tortura y asesinato de un mecánico por una organización narco que involucra a la hermana y al sobrino de Víctor Ancalaf entregan una pista preocupante. También la detención, hace un año, del exdirigente de la CAM Emilio Berkhoff con una tonelada de pasta base. Ancalaf señaló que la situación de sus parientes tenía que investigarse y no era parte de la lucha mapuche. Poco después fue atacado a tiros en su casa. Y, en rigor, hermana y sobrino también figuran detenidos en mayo por cortes de ruta y desórdenes públicos por “la causa”. Los mismos en cuyo contexto fue asesinado el sargento Francisco Benavides.

Por otro lado, ¿cómo y por qué terminan estudiantes de raigambre urbana como Berkhoff (UC Temuco) y Marchant (U. de Concepción) involucrados en grupos radicales mapuches? ¿Cómo fueron reclutados? ¿Tiene algo que ver que ambos estudiaran Antropología? ¿Cómo fue su proceso de radicalización? ¿Cuántos otros estudiantes siguen ese camino?

La zona abarcada por el “conflicto mapuche” crece día a día, así como la complejidad y brutalidad del mismo. Y demasiadas preguntas terminan sin respuesta. Tanto, que cuesta hacerse una idea de lo que está ocurriendo. Esto, a su vez, es explotado sistemáticamente por campañas de desinformación y propaganda de los grupos radicales, que trafican medias verdades como “información independiente”. Y así se alimenta el “agujero de conejo” que lleva a los incautos a una realidad paralela empapada en consignas.

Todo esto, sin embargo, parece no quitarle el sueño a Santiago. En la capital el asunto es tratado con total superficialidad. Hay poco espacio entre los estetas del marichiwew y los convencidos del “correr bala”. Y ambos grupos coinciden en no darle prioridad política al asunto mapuche. Se retuercen de gozo o rabia al ver a Elisa Loncón como presidenta de la convención, pero más allá de eso, nada.

Y lo cierto es que el asunto de La Araucanía es uno de los más importantes para Chile. Es una zona de nuestro territorio mal constituida, con daño político estructural. Un verdadero problema constitucional, que podría seguir creciendo hasta dimensiones de las que todos, finalmente, se arrepentirán.

Los mapuches necesitan al Estado chileno. Necesitan un marco institucional y un horizonte político moderno. La autonomía política a la que muchos aspiran jamás surgirá de la guerra anárquica entre bandas. El bienestar añorado tampoco surgirá de anclarse en la pobreza campesina y asumirla como componente identitario. Sin embargo, necesitan vincularse al Estado de una forma distinta a la que hemos venido cultivando (curiosamente, de forma realmente subsidiaria). Ahí está el desafío. ¿A alguien le interesa?

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