Opinión

Columna de Paula Escobar: Dar el ancho

Cuántas horas y cuánto papel destinado a los “30 años”. Y resulta que mientras corrían ríos de tinta enjuiciando los gobiernos desde el retorno a la democracia, por debajo se incubaba silenciosamente la posibilidad de la reivindicación de lo impensable: de lo que había antes de los tan vilipendiados 30 años: la dictadura de Pinochet.

La candidatura de José Antonio Kast, su éxito y el de su partido en la elección del domingo pasado, la adhesión del resto de la derecha, más los dichos de uno de sus diputados electos icónicos, Johannes Kaiser, han obligado a recordar el Chile de antes del plebiscito de octubre del 88, cuyo 5 de octubre ya casi ni se celebra, como si fuera obvio, como si no significara mucho, como si fuera un piso básico desde el cual no hay retroceso posible. Pero para quienes tenemos edad suficiente -y memoria- aparecen los recuerdos de tiempos imposibles de olvidar. El trauma más grande de la historia de Chile, una herida que casi cinco décadas no terminan de sanar, se abre de nuevo frente a nuestros ojos. No porque exista la posibilidad de un golpe militar, sino porque está allí, a la vuelta de la esquina, el retorno al poder de esa antidemocrática mirada del mundo.

Y eso es justamente lo que -para quienes aún dicen que el proyecto Republicano no es “ultra” ni “extremo” ni comparable a Bolsonaro o Trump- les vino a probar en su cara Johannes Kaiser. “Un gran amigo”, como dijo Kast, a quien antes felicitó por “sus aciertos comunicacionales”. En sus videos -divulgados esta semana- aparecen, una a una, aquellas transgresiones y abusos que una dictadura militar infligió a un país entero, y la justificación -activa o pasiva- de aquellas barbaridades por parte de millones que igual siguieron apoyando a Pinochet hasta el final.

Kaiser justifica los fusilamientos de Pisagua por Consejos de Guerra: “Bien fusilados están”. Dice que los jueces que condenaron a los militares violadores de DD.HH. deben ser ellos los encarcelados. Que la senadora electa Fabiola Campillai merece la lacrimógena que la cegó: “La lacrimógena está bien recibida”. Y sus frases sobre las mujeres -un capítulo aparte- revelan con nitidez su misoginia. Y no se trata ni de una frase fuera de contexto ni de un exabrupto. Es una ideología de contrarreacción al feminismo y sus avances, que hace de la humillación y la provocación un dispositivo para disciplinar a las mujeres. De allí su cuestionamiento acerca del voto femenino, si “terminan votando por partidos que apoyan a migrantes que las violan en parques” (xenofobia y machismo son conceptos que se quedan cortos en este caso). Es digno de un análisis psiquiátrico su fijación con la violencia y la sexualidad femenina, su sociopática definición de que “el 62% de las mujeres” tiene la fantasía de ser violada, su idea de que debería dárseles una medalla a los violadores “de mujeres feas”, o que las feministas “no calientan a nadie”. O que las mujeres ya no “venden la vaca, sino que arriendan la leche... Si recibes el sexo gratis, para qué te vas a comprometer con una mujer”. Escuchar y ver esto hoy día por la erradicación de toda violencia contra la mujer es algo difícil de digerir.

Su ideario político -muy público y muy publicado en redes sociales-, que antes le merecía felicitaciones, propuestas de cargos y anchas sonrisas en su partido, hoy se hizo una carga imposible de llevar, y partió antes de que lo echaran de Republicanos. Porque Kaiser justamente le abrió su flanco más débil a la candidatura republicana, que no es un plan económico que no cuadra, sino su falta de compromiso en el respeto a valores esenciales, como los derechos humanos, las dignidad e igualdad de las mujeres y las disidencias sexuales, los diversos proyectos de vida que deben poder realizarse en libertad en una democracia plena. Relativiza la base de la base, lo mínimo de lo mínimo de una democracia. Nada extraño en un pinochetista de tomo y lomo como él y muchos de sus seguidores.

“Por mi historia, por quién soy, debo decir Boric”, dijo el expresidente Ricardo Lagos Escobar esta semana. Es difícil encontrar un grupo que haya denostado más la figura y el legado de Ricardo Lagos que el Frente Amplio. Pero el expresidente, en esta disyuntiva, no se pierde, expresó. Como protagonista no solo de los 30 años, sino de aquel grupo que nos sacó de lo que había antes -esos 17 años de horror- entiende exactamente lo que está en juego. Además, expresó que Boric puede “dar el ancho”, pues el 15 de noviembre se jugó por la democracia y el diálogo, aun cuando su partido lo dejó solo.

Es de esperar que el FA y Apruebo Dignidad den el ancho también. Que sean capaces de mirar la nueva y adversa realidad que hoy tienen al frente y adaptarse. Recuperar la continuidad histórica en vez de seguir maldiciendo los 30 años es esencial para no invocar los fantasmas de lo que había antes. Lo mejor es enemigo de lo bueno.

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