Columna de Paula Escobar: Un folleto indecente

Las campañas del Apruebo y el Rechazo para el plebiscito del 4 de septiembre.


Un folleto sobre educación sexual integral fue repartido -según denunció una diputada- en las afueras de una escuela de La Serena. Una niña pequeña, dibujada en situación sexualizada, se utilizó para “alertar” sobre los males que traería la Educación Sexual Integral, uno de los derechos reconocidos en la propuesta constitucional que se plebiscita en septiembre. El texto del volante señala que este tipo de enseñanza “es una herramienta ideológica”, “una sexualización”, que deja “indefensos a los menores de edad frente a ataques pederastas”. Luego plantea que “rechazar la nueva Constitución es rechazar que manipulen a tus hijos con fines perversos”.

Una cosa es que sea igualmente legítimo votar Apruebo o Rechazo en el plebiscito, como por cierto lo es. Otra, muy distinta, es mentir para lograrlo. Y otra, peor aún, es utilizar a niños y niñas para ello. Todo tiene un límite.

En primer lugar, lo que dice el folleto es mentira. La Educación Sexual Integral es una herramienta para prevenir que los niños sean presa de pederastas, ¡no para dejarlos indefensos! Lo que se establece en la propuesta constitucional es que toda persona “tiene derecho a recibir una educación sexual integral, que promueva el disfrute pleno y libre de la sexualidad; la responsabilidad sexoafectiva; la autonomía, el autocuidado y el consentimiento; el reconocimiento de las diversas identidades y expresiones del género y la sexualidad; que erradique los estereotipos de género, y que prevenga la violencia de género y sexual”. Respeto, autonomía, autocuidado, responsabilidad, consentimiento: ¿Qué hay allí que pueda ser visto como peligroso? Al revés, el peligro es no contar con esa educación, que les permita a niños y niñas poner límites y protegerse frente a quienes los pueden abusar.

En segundo término, ¿por qué sería “ideológico” que los niños tengan herramientas para autocuidarse, para comprender la sexualidad, para proteger sus derechos, para dar y exigir respeto? Ni esta, ni la igualdad de género, deben ser vistas como una causa ideológica (como un “caballo de Troya” ideológico, según un abogado). Debieran constituir una política de Estado, como, de hecho, lo son en los países desarrollados. La masiva violencia contra las mujeres -desde el acoso callejero, abuso sexual, violaciones y femicidio- hace imprescindible enfrentar esta materia desde la infancia y desde la educación más temprana.

Más de 4.800 niños, niñas y adolescentes sufren en Chile abusos sexuales y otros delitos de esa índole. Y como dice la escritora y feminista Rebecca Solnit: “La violencia contra las mujeres es la más extendida e impactante en el mundo. Ella no solo tiene como consecuencia miles de muertes al año (...), sino la existencia de una atmósfera donde las mujeres no están seguras, y no son libres e iguales, sean o no víctimas directas”. Pero hay un grupo que se empeña en transformar la búsqueda de plena igualdad entre hombres y mujeres en algo partisano y amenazante, y se sienten en una cruzada por “denunciarlo”. Sin ánimo de dialogar ni comprender, arman extemporáneas cacerías de brujas en torno al tema.

Más allá de las divisiones que una elección como la del 4 de septiembre suscite, hay que intentar resguardar aquello que constituye una materia de interés nacional, una política transversal. Justamente eso debiera ser que niñas y niños tengan una educación sexual que les enseñe el autocuidado, prevenga que caigan en manos de pedófilos o cualquier abuso contra ellos y ellas. Como dijo certeramente la defensora de la Niñez, Patricia Muñoz, la educación sexual integral “es un desafío para el país. Que representa un avance necesario destinado a la prevención de la violencia sexual y otros espacios de vulneración de niños, niñas y adolescentes”.

El 5 de septiembre, pase lo que pase con el resultado del plebiscito, habrá que volver a dialogar y conversar, y a ponerse de acuerdo. Hay que salir ¡ya! de esa tendencia catastrofista a aplicar la peor posible interpretación a todo, con el fin de llevar las aguas al propio molino. Con ese predicamento, es imposible acordar nada. Tampoco avanzar, en un momento y en un mundo que lo hacen imprescindible. Esto no significa que todo cambio sea bueno en sí, pero es un deber mirar el mundo del siglo XXI como es, con los retos que trae. Temas como el cuidado y respeto al medioambiente, el reconocimiento de los derechos de los pueblos originarios y, por cierto, la plena igualdad de género no son modas o caprichos “identitarios”, sino aspiraciones de nuevos mínimos civilizatorios, importantes y urgentes. Sin educación no sexista, libre de estereotipos, no es posible avanzar hacia una sociedad con igualdad de género. Lo torcido no es la Educación Sexual Integral, sino -como varias personas notaron- la mirada distorsionada acerca de la sexualidad, el género y la infancia que se revela en el folleto.

Un mecanismo de defensa que Freud denominó proyección.

Comenta

Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.