No son vacaciones



Por Bernardita Yuraszeck, directora ejecutiva de la Fundación Impulso Docente

Termina oficialmente el primer semestre escolar de este año para todo el sistema educativo. Si en marzo este hito se percibía lejano, el sorpresivo anuncio de adelanto y extensión de las vacaciones provocó el efecto contrario. Una vez más, las comunidades educativas han tenido que sacar a relucir su capacidad de adaptación al cambio y actuar a contrarreloj para cerrar de la mejor forma posible uno de los semestres más desafiantes de los últimos años.

Decir que fueron meses complejos parece de perogrullo, pero no por eso menos cierto. Los estudiantes tuvieron que retomar rutinas, volver a encontrarse después de dos años de aislamiento prolongado o intermitente, en algunos casos con gran dificultad. Los docentes debieron volver a ajustar sus estrategias a una presencialidad distinta y los directivos manejar estas y otras situaciones emergentes para liderar el esperado retorno a las aulas en contextos desiguales.

Sí, el agotamiento es real. Si bien la capacidad de adaptación al cambio es una habilidad clave en este siglo, vivir en permanente adaptación no es fácil para nadie y consume más tiempo del esperado. El problema es que el futuro no descansa, y las brechas de aprendizaje y de convivencia social que con tanta alarma se han discutido siguen y seguirán por un buen tiempo estando ahí.

Hoy en una misma sala de clases conviven estudiantes que saben y que no saben leer, que sufren cuadros ansiosos, de obesidad, adicción a las pantallas, desmotivación que puede llevar al límite de la deserción, entre otros fenómenos que, si bien no son nuevos en nuestras escuelas, se han vuelto más críticos o más visibles. Problemas que, tras el receso, seguirán exigiendo soluciones complejas y urgentes.

Cabe entonces preguntarse, en concreto, ¿cuál es el plan para el regreso a clases? ¿De qué forma le damos continuidad al camino pavimentado el primer semestre para que los niños, niñas y adolescentes retomen su proceso de aprendizaje y los vínculos?

Como cada inicio de semestre, los docentes y educadoras de párvulos volverán a sus aulas para retomar lo que queda del año. El tiempo apremia, pero no los dejemos solos. Hace algunos días se publicaron los resultados de una encuesta que realizó Elige Educar y GfK que señaló que los docentes, en promedio, están trabajando 11,5 horas extras no remuneradas, 2 más que en 2019 (9,2 horas). Recordemos que su labor es conducir y resguardar los aprendizajes y el desarrollo integral de nuestros niños y niñas en un ambiente seguro. No son psicólogos, nutriólogos o asistentes sociales, roles que muchas veces se ven obligados a asumir por falta de apoyo o por simple omisión.

Sabemos que enfrentar los desafíos de hoy y del futuro requiere de mucho trabajo, pero también de mucha colaboración. Estos 25 días para muchos actores del sistema educativo no serán vacaciones, y son claves para que, entre todos, apoyemos el nuevo retorno. La escuela en Chile es mucho más que un lugar para aprender y estamos llamados, tanto los organismos públicos como la sociedad civil, a contribuir para que aquello siga siendo así.

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