Opinión

Pensar en algo más grande

Pensar en algo más grande Dragomir Yankovic/Aton Chile DRAGOMIR YANKOVIC/ATON CHILE

Hay palabras que, de tanto repetirse, experimentan una evaporización de contenido. ¿No les pasa que acostumbran a ver recurrentemente, y con relación a distintos asuntos, términos como “talento”, “crisis”, “punto de inflexión”, “innovación”, “incertidumbre” y “encrucijada”? Sucede, sin embargo, que -de repente- a alguna de ellas le llega su momento de utilización justo y preciso.

Es el caso de la idea de “encrucijada” para hablar del Chile actual a la que recurre el exdirector de Idea Internacional para América Latina y el Caribe, Daniel Zovatto. Observa una combinación de factores que le resultan llamativos: la falta de crecimiento económico, la pérdida de productividad, la aparición de la corrupción, el temor por la inseguridad, la delincuencia y el crimen organizado, a lo que añade “un sistema político bloqueado, sin capacidad para avanzar en reformas”. Ello generaría “el peor de los mundos”. Advierte, eso sí, que “todavía tiene anticuerpos para combatir esos riesgos”.

¿Qué podría hacerse, entonces, para evitar lo que el especialista en riesgo político visualiza como el peligro de “liderazgos personalistas, con un discurso antisistema y antipolítica?

La respuesta a esa pregunta no se circunscribe tanto a la contienda presidencial, casi de vértigo, que las encuestas muestran como choque entre Kast y Jara. Más bien se relaciona con que los desafíos que enfrenta el país difícilmente podrían ser resueltos por ninguno de los candidatos, tomados por sí mismos.

Expertos denuncian que nos acercamos a “convertirnos en un narcoestado si no hay una acción urgente”. Súmese a ello un deterioro progresivo observable en rankings, traducido en retroceso institucional y económico, así como estancamiento en materia social. Para colmo, la única política de Estado que iba quedando, la exterior, ha sido pulverizada por el propio Presidente Boric.

Una alternativa ilusoria, pero no por ello menos necesaria, sería que quien ganase intentase conformar un gobierno de unidad nacional. Tanto los expresidentes Aylwin como Piñera buscaron acercarse a algo parecido. El primero, recurriendo al suprapartidismo mediante la suspensión de su militancia DC, y el segundo, apelando a la “democracia de los acuerdos” de Edgardo Boeninger e incorporando a Jaime Ravinet a su gabinete, un DC, como ministro de Defensa.

Pero un gobierno como el que pensamos es una figura distinta. Acostumbra a recurrirse a él como medida de excepción. Pensar hoy en su posibilidad se hace difícil, dada la polarización afectiva tan intensa y difundida. Hasta ahora, ha emergido en contextos de grave crisis nacional, bloqueo político o delicadas transiciones.

Sería hora de pensar en algo más grande, distinto de un gobierno de coalición o de uno de cooptación de figuras individuales. Ello supone acuerdos mínimos, así como renuncias ideológicas. Pero, para cruzar ese Rubicón, faltaría una condición indispensable: la existencia de liderazgos que, hoy por hoy, no logran avistarse.

Por María de los Ángeles Fernández, doctora en Ciencia Política

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