Opinión

Pobreza, abordaje con óptica de serenidad

PABLO VASQUEZ R

Hace unos días se entregó el informe de la comisión mandatada para proponer cambios metodológicos a la medición de la pobreza en Chile, mediante la Encuesta Casen. Los cambios se aplicaron usando la base de la encuesta Casen 2022, y el resultado fue que la tasa de pobreza saltó de un 6,5% a un 22,3%. Es decir, al actualizar la metodología, la pobreza se disparó, dado que el desarrollo que hemos experimentado da cuenta de una realidad distinta, con exigencias mayores. Ahora se reconocen aspectos relativos a calidad de alimentación, ingresos reales y presupuesto familiar efectivo, dando cuenta de la complejidad y realidad que significa el fenómeno del bienestar en el Chile de hoy.

Por otra parte, el ingreso per cápita en Chile asciende a US$ 33.000 (paridad de poder adquisitivo) o US$ 18.000 a precios regulares (según el Banco Central de Chile). No obstante, el crecimiento económico ha sido muy débil en los últimos años, en gran parte debido al estancamiento de la Productividad Total de Factores en los últimos 16 años, según la Comisión Nacional de Evaluación y Productividad (CNEP). No superamos la pobreza sin crecimiento, y para ello requerimos un aumento drástico de la productividad.

La pobreza debe mirarse con detenimiento, analizando su impacto. Si uno de cada cinco chilenos es pobre, quiere decir que el siguiente uno de cinco es muy frágil; y el siguiente uno de cinco es frágil. Esto significa que tres de cinco personas están en condiciones de vida precarias. ¿Es posible imaginar un país estable, seguro y próspero en esas condiciones? Parece claro que no. No hay duda de que esto explica, en parte, algunos de los eventos mayores que ha experimentado el país durante los últimos años. Muchos sienten miedo, rabia e incluso desesperanza, y los clientes y trabajadores de las empresas son parte de esta realidad.

Para unos puede ser una sorpresa, ¿dónde está esa pobreza? En una ciudad, en un país donde vivimos segregados, no nos conocemos y, al no conocernos, desconfiamos. Ya sabemos lo que pasa cuando hay desconfianza: se destruye valor. Lo que experimentamos responde a procesos largos y complejos, con implicancias sociales, políticas y económicas que no logramos resolver, en parte porque “a Chile le pesa mucho la altísima homogeneidad social de sus élites” (Luna, 2025).

La pobreza es un tema país, uno que nos atañe a todos, porque no es posible el éxito cuando un integrante de tu familia o tu vecino está en problemas, afectando la cohesión social e incluso, el contrato social. Esto compete al Estado, a las empresas y a las ONG’s. Cada uno hace su aporte, pero para actuar parece clave recordar a Heidegger y su texto Serenidad, donde aborda el pensamiento calculador versus la reflexión meditativa. El primero busca resultados rápidos y eficientes, en cambio, el segundo permite una mayor comprensión del ser y del mundo que habitamos y, por lo tanto, de cómo resolvemos nuestros problemas más trascendentes. Básicamente, una actitud activa y comprometida, capaz de transformar nuestra relación con el mundo, habitándolo de una manera más plena y significativa, más conectados con lo que nos rodea.

En un año de elecciones, necesitamos acuerdos para resolver problemas complejos. No sirven las posiciones extremas que solo llevan al enfrentamiento, donde quienes más pierden son los pobres y frágiles del país. Desde las empresas podemos y debemos hacer mucho, cuidando a los trabajadores, a los clientes y a los proveedores, introduciendo, por cierto, una mirada de serenidad.

*El autor de la columna es profesor adjunto de Ingeniería Industrial de la Universidad de Chile y managing partner en CIS Consultores

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