Tomas y paros feministas



Los últimos dos meses han estado marcados por tomas y paros no sólo en la Universidad de Chile sino en casi todas las universidades del país por personas (no todas mujeres) propugnando una agenda feminista. No me voy a referir en detalle a dicha agenda por estar de acuerdo con sus contenidos medulares. Considero que el acoso sexual es abominable. Asimismo, soy ferviente partidario del principio de "a igual trabajo igual paga", que nosotros practicamos en mi facultad y mi universidad.

Lo que me preocupa son los medios, no los fines. Lo mismo dije cuando el fin era otro, y uno que no comparto: la educación superior gratuita para ricos y pobres. Cuando los medios que se utilizan están reñidos con el estado de derecho, cuando conculcan los derechos de alumnos a su educación, a profesores a entregarla, a funcionarios a realizar sus labores, los fines también sufren una degradación. Es que los medios deben ser concordantes con los fines: no se puede defender un derecho (a no ser acosado) violentando otro (los arriba mencionados). Los derechos que tenemos las personas son todos iguales ante la ley. Ninguno puede ser conculcado invocando un derecho superior.

En todas las instancias en que me ha tocado participar he defendido el derecho de los estudiantes a recibir la educación que les hemos prometido. No existe ningún derecho superior que justifique la violencia con la cual han actuado las personas que dicen defender los derechos de las mujeres (o cualquier otro derecho o reivindicación).

La violencia no puede seguir siendo un argumento utilizado para imponer ningún fin. La universidad es de todos. Cuando algunos se arrogan el derecho de imponer sus fines por la fuerza, por más justos que ellos sean, se pierde la universidad. La única manera legítima de hacer valer los puntos de vista es a través del diálogo. Yo estoy siempre abierto a él, y estoy seguro que también lo están las demás autoridades de mi universidad.

Las tomas y paros, votados por grupos que resultan ser casi siempre una minoría del estudiantado, o no votados sino impuestos, terminan minando el espíritu de la universidad. Como dijo nuestro fundador, don Andrés Bello, la universidad es el espacio "donde todas las verdades se tocan". Excepto que ahora parece que algunas verdades son más verdades que otras.

Lamento terminar con esta nota tan agria mis columnas en el cargo que ostento y que estoy pronto a dejar. Me atrevo a hacerlo porque creo que la comunidad universitaria debe llegar a un acuerdo entre todos sus miembros acerca de los medios legítimos para avanzar hacia los fines a los que adherimos. De no hacerlo, no sólo perderemos la universidad sino también la democracia.

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