Paula

Más que moda: Claudia Poblete y el poder de crear desde la cárcel

Diseñadora y emprendedora social, Claudia Poblete creó la Pasarela Laboral de Reinserción, un programa que combina moda, capacitación textil y oportunidades laborales reales para mujeres privadas de libertad. Hoy trabaja con cárceles de todo el país, demostrando que una puntada puede abrir la puerta a una segunda oportunidad.

Desde pequeña, Claudia entendió que la vida estaba hecha para compartir con otros. Creció en el seno de una familia sencilla, hija única de Juan y Ana, marcada profundamente por la figura de su bisabuela. Aquella mujer campesina que llegó a Santiago con las manos vacías tenía una casa que nunca se quedaba sola: siempre había espacio para personas en situación de calle, desconocidos que buscaban refugio por una noche o un plato caliente. “Para mí ella es una mujer santa, nunca la vi enojada, siempre estaba ayudando a los demás. Yo creo que gran parte de lo social que llevo viene de ella”, recuerda Claudia.

Ya en la adolescencia, Claudia organizaba junto a un grupo de amigos ollas comunes y participaba de fundaciones para trabajar con niños vulnerables. A los veinte años, decidió arrendar un departamento en una población de Quilicura para convivir con vecinos de escasos recursos y conocer de cerca sus realidades. “Ahí entendí que la pobreza no era solo material: había una pobreza emocional y espiritual que me marcó profundamente”, cuenta.

En una de esas experiencias, apoyando a una madre con pocos recursos, enfrentó una escena que nunca olvidó: “Esa mamá tenía que elegir entre comprar comida o calefacción. Esa noche me di cuenta de que lo que yo pensaba y creía, estaba muy lejos de las realidades tan dolorosas que viven muchas personas. Fue un punto de quiebre para mí”.

Mientras desarrollaba su vocación social, Claudia también cultivaba una veta creativa. Hija de una madre modista, desde niña cosía lentejuelas en los trajes de ballet. Estudió diseño de vestuario, aunque para ella nunca se trató solo de estética. “Siempre tuve un corazón servicial. Incluso pensé en ser monja. Me decían que era una monja encubierta, porque siempre he sentido la urgencia de accionar para que las cosas pasen”, cuenta entre risas.

La conexión entre moda y propósito se afianzó cuando Claudia comenzó a dar talleres a mujeres en situación de violencia. Allí combinó técnicas de confección con herramientas de autoconocimiento y espiritualidad. Así nació Emprende con propósito, un programa que fue mucho más allá del oficio: “No era solo enseñar a coser, era darles herramientas para creer en ellas mismas. Nadie faltaba a las clases. Fue hermoso”.

Esa experiencia marcó un antes y un después. “Me di cuenta de que la moda podía ser un puente”, dice. Y aunque no fue un camino fácil —perdió gran parte de su trabajo tras el desborde del río Mapocho y enfrentó otras dificultades personales—, esas crisis la llevaron a resignificar su proyecto. “Fueron años durísimos, pero también me enseñaron que de las ruinas pueden nacer cosas nuevas”.

Fue en ese contexto cuando fundó Sagrada, una marca de moda consciente, inspirada en la filosofía slow y en la conexión entre cuerpo, alma y vestir. “Siempre digo: Dios escribe recto en líneas torcidas. La moda se convirtió en un medio para un propósito mayor”.

En 2022, Claudia dio un paso más: entró por primera vez a una cárcel con una propuesta integral que combinaba espiritualidad, reparación emocional y formación textil. “Nunca sentí miedo. Al contrario, me encontré con talento, con sueños enterrados, con mujeres que solo necesitaban un espacio para volver a creer en ellas. Yo veía diamantes: había que ayudarlas a brillar”, recuerda.

El programa tomó forma con un objetivo claro: acompañar procesos de reinserción desde lo emocional, lo espiritual y lo práctico. Así surgió la Pasarela Laboral de Reinserción, una iniciativa que combina formación interior, oficios textiles y acceso real a empleo para mujeres privadas de libertad. Con apoyo de fondos concursables y alianzas con Gendarmería, el modelo logró instalar talleres tanto dentro como fuera de los centros penitenciarios.

“Mi propósito es darles un lugar, reconocerlas y abrir nuevas oportunidades”, dice Claudia. “La reinserción no ocurre en un día: es un proceso largo, de dos años o más. Pero cuando una mujer logra reinsertarse, el impacto no es individual: transforma a su familia, a su entorno y a las generaciones que vienen. Una persona reinsertada puede cambiar la vida de diez”.

El proceso culmina con un desfile, una pasarela que simboliza un nuevo comienzo. Claudia recuerda con emoción a una interna que diseñó un vestido pensando en el día en que volvería a ver el mar junto a sus hijos. “Cuando la vi caminar con ese diseño, entendí que todo era posible. Eso me llena de orgullo”.

Hoy, la Pasarela Laboral de Reinserción trabaja con cárceles de mujeres y hombres en Santiago, Colina y Rancagua, involucrando a más de 30 personas en procesos de formación y empleo. Algunas marcas, como Nina Herrera, ya han confiado en estos talleres para producir accesorios y textiles, validando con ello la calidad de lo que se crea tras las rejas.

Claudia sabe que este es solo el comienzo. Sueña con cárceles productivas, donde los talleres no sean solo un pasatiempo, sino una vía concreta de transformación. Y su llamado es claro: “Necesitamos que las empresas se comprometan con la reinserción. Podemos ser un puente para generar trabajo, creatividad y dignidad. Solo falta apoyo”.

Antes de terminar, deja un mensaje para quienes muchas veces han sido excluidas: “El empoderamiento empieza ahí: en confiar en tus talentos, en amarte en cada proceso y en valorar tu esencia creativa. De nosotras fluye la vida, la alegría y la belleza. Somos capaces de transformarlo todo”.

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