Sustentabilidad

Amoníaco Verde: El combustible del futuro que busca impulsar a Chile en exportación de energía

En un nuevo capítulo de Hub Sustentabilidad, Bárbara Pezoa conversó con Mauricio Isaacs, doctor en química y director del Instituto Milenio MIGA, quien expuso sobre el amoníaco verde, denominado también como el combustible del futuro, que podría descarbonizar la matriz energética global y convertir a Chile en una potencia exportadora.

Chile es actualmente un país que puede convertirse en un actor clave de la transición energética global, no solo por su potencial en el hidrógeno verde, sino también como líder en la producción de amoníaco verde, una molécula que podría facilitar el transporte, almacenamiento y uso eficiente del hidrógeno.

Así lo explicó Mauricio Isaacs en el programa de Hub Sustentabilidad de Radio Duna. Es doctor en química, profesor de la Pontificia Universidad Católica de Chile y director del Instituto Milenio MIGA. “El amoníaco contiene hidrógeno en su fórmula, por lo tanto, se puede almacenar hidrógeno en el amoníaco. Y la ventaja es que el amoníaco ya se lleva moviendo por el mundo hace ya 100 años”, explicó.

¿Qué es el Amoníaco Verde?

La conversación comenzó con una pregunta clave: ¿qué es esta nueva forma de amoníaco y para qué sirve? Isaacs explicó que el amoníaco convencional se obtiene a través del método Haber-Bosch, desarrollado en Alemania, que produce amoníaco directamente a partir de nitrógeno e hidrógeno, y que requiere altas temperaturas y presiones, consumiendo entre un 2% y 3% de la energía global.

El amoníaco, explicó Isaacs, se utiliza principalmente como fertilizante químico, siendo clave en la producción de nitrato de amonio, que se utiliza, por ejemplo, para fabricar explosivos o combustible en motores, en vehículos pesados, buques, y equipamiento pesado de minería. Puede usarse también en celdas de combustible, lo cual es una alternativa viable a los combustibles fósiles tradicionales, reduciendo significativamente las emisiones de carbono en estos sectores.

Tradicionalmente, el proceso Haber-Bosch utiliza hidrógeno generado con combustibles fósiles, lo que tiene una alta huella de carbono. Lo que se busca ahora es reemplazar ese hidrógeno por hidrógeno verde, es decir, hidrógeno obtenido mediante electrólisis del agua usando energías renovables. Así, se puede usar ese hidrógeno verde con nitrógeno del aire en el mismo proceso Haber-Bosch para producir amoníaco verde, que tiene una huella ambiental mucho menor.

Chile: potencial exportador global

Según el académico, Chile tiene una ventaja natural por sobre los grandes países que son sus recursos de energía, y advierte que, si los cálculos son ciertos, el precio de la producción de de hidrógeno en Chile es muy bajo. Por ende, “las empresas que están en Chile lo que quieren es producir de forma masiva hidrógeno y amoníaco para poder exportar, porque de hecho el potencial de la energía renovable en Chile es como único comparado con cualquier país de Europa o incluso con China, Corea, Japón. Esa es la riqueza, y la oportunidad”.

Actualmente, hay 16 proyectos de hidrógeno verde en desarrollo, ocho en Magallanes y ocho en Mejillones. Y empresas como TotalEnergies ya están apostando por combinar hidrógeno y amoníaco verde en megaproyectos. “Se supone que instalando sistemas de energía renovable, esos paneles fotovoltaicos en el norte o los molinos de viento en el sur, tu costo de energía eléctrica bajaría bastante. Por lo tanto, se hace atractivo producir cosas que antes no se producían, por ejemplo, hidrógeno junto con amoníaco en esta planta verde, y entonces exportar amoníaco”, explicó Isaacs.

Del mismo modo, advirtió que de “echar a andar” todos los proyectos presentados, “Chile podría generar amoníaco para todo el mundo”.

Desafíos: percepción ciudadana y formación técnica

Mauricio Isaacs también abordó los diferentes obstáculos que podrían frenar el desarrollo de este nuevo combustible. “La primera preocupación es el tema ambiental unido con la percepción social que tiene el amoníaco en las personas, porque el amoníaco huele”, explicó, lo que puede llevar a suposiciones más negativas de las que son. En ese sentido, destacó en la necesidad de generar una conversación clara y urgente con los socios y territorios. “Hay que trabajar con las personas, con la ciudadanía, hay que enseñar mucho”.

Y si bien desde el Instituto Milenio buscan “hacer ciencia de alto nivel”, Isaacs, como parte de esa labor educativa y la importancia de saber comunicar conceptos que pueden parecer más técnicos y complejos, destacó la creación de una serie de animación infantil: Draco el Amoníaco, para explicar la transición energética desde la infancia. “Está pensado para niños, Draco quiere ser verde, se encuentra con su amigo CO2 que es un flojo y al tío hidrógeno”, relató con humor.

Por otro lado, enfatizó la urgencia de preparar mano de obra técnica para enfrentar la futura demanda: “Lo que hay que hacer también es buscar la capacitación de personas en el ámbito más técnico. Hacer alianzas con centros de formación técnica que podrían dar una mano a este tipo de trabajos y sacar los proyectos de manera más rápida”.

¿Cuándo sería realidad este futuro?

Pese a que el invitado no tiene una fecha concreta en mente en el desarrollo de esta nueva industria, arriesgó estimando que “faltarían como cinco años, más o menos. Pensemos en una faena minera, que se demora como seis años, entonces, si todo saliera bien y aceptaran cualquiera de estas dieciséis grandes plantas de amoníaco en Chile, debería ser ese el timing más o menos”.

Ahora bien, para que eso suceda, explicó el invitado, Chile debiese lograr equilibrar sus capacidades técnicas, regulatorias y sociales, y así transformarse en un nuevo actor estratégico en la matriz energética global. “Chile podría generar amoníaco para todo el mundo, es una cuestión muy loca”, terminó diciendo Isaacs.

Escucha el programa completo aquí:

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