¿Por qué los terremotos de Turquía y Siria fueron tan destructivos?

¿Por qué los terremotos de Turquía y Siria fueron tan destructivos?

Turquía está situada sobre cuatro placas tectónicas y dos importantes fallos. Esto significa que es un territorio susceptible a la alta actividad sísmica y explica la magnitud de los destrozos que provocaron estos movimientos.


Ya se registraron al menos 11.000 personas fallecidas después de los fuertes terremotos que sacudieron Turquía y Siria. Y es que, según el Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS), el sismo de magnitud 7.8 escala Richter duró cerca de 75 segundos y, nueve horas más tarde, hubo un segundo terremoto de magnitud 7.5.

Aunque es normal que ocurran réplicas en las semanas o meses siguientes al terremoto principal, estas tienden a disminuir en intensidad y frecuencia. Sin embargo, con el segundo sismo surgió la duda de si se trató de una réplica y por qué fue tan potente.

El USGS explicó que existe una probabilidad de 1 en 15 de que un terremoto preceda a uno más grande. Con esta información, el Washington Post analizó el mapa de sismicidad en la región y dio cuenta de que ambos terremotos no sucedieron en la misma falla. Y aunque esto no es un requisito para que se trate de dos eventos distintos, sí se trata de una réplica que no es común.

¿Por qué los terremotos de Turquía y Siria fueron tan destructivos?

Un país muy susceptible a los terremotos

Turquía es un país que está ubicado en una unión de cuatro placas tectónicas, las de Anatolia, Arábiga, Euroasiática y Africana, por lo que es un territorio con alta actividad sísmica.

Las placas tectónicas son masas de tierra que forman la capa externa del planeta y están en constante desplazamiento y chocan entre sí. Ahora, cuando existen fallas, es decir, fracturas en la corteza de la Tierra, es más probable que ocurra un terremoto en ellas. En Turquía existen dos fallas importantes: la de Anatolia Septentrional, que tiene 1.000 kilómetros de longitud, y la falla de Anatolia Oriental, de 700 kilómetros.

Entonces, lo que sucede es que como las placas tectónicas se empujan entre sí, estas pueden llegar a “atorarse” por la fricción y, cuando se “desatascan” liberan toda la presión que se acumularon en forma de energía que, después, desemboca en lo que conocemos como terremotos.

De hecho, no es la primera vez que Turquía sufre un terremoto tan destructor. En 1999 hubo uno de magnitud 7.5 que dejó un saldo de 17.000 víctimas; en 2011, dos sismos dejaron 700 personas fallecidas y, el más reciente, fue en 2020 que provocó 26 muertes y 800 heridos.

En este caso, la Organización Mundial de la Salud (OMS) calculó que es probable que el número de fallecidos aumente en 8 veces, pues el país todavía sigue en peligro ante las réplicas que continúan causando destrozos en la infraestructura del país.

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