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Alberto Fuguet: “Ahora regreso peor que antes y si no te gusta, me da lo mismo”

Original de 2010, Aeropuertos (una novela de no-lugares) vuelve a las librerías nacionales, es la particular lectura fuguetiana sobre la paternidad, la adolescencia como hijo (y como padre) y nos entrega personajes freaks, pero emotivos. Acá, su autor la repasa con Culto.

Alberto Fuguet: “Me interesaba narrar qué pasa cuando alguien ‘aterriza’ en tu vida sin previo aviso” Foto: Luis Sevilla / LT

Era demoledor. Hacia el 2010, Alberto Fuguet Iba de un lado a otro. Tenía un ritmo de vida muy agitado, frenético, entre el cine y la publicación de Missing (2009), una novela que tuvo una gran recepción. “Venía de hacer mucho cine. Películas. Velódromo una de ellas y saliendo de Missing que a pesar de a haber sido bien recibida por la crítica, siento que no se leyó o no llegó donde quería que lo hiciera -dice Fuguet a Culto-. Y los comentarios favorables eran a costa mía: ahora dejó de ser él, ahora por fin maduró. Algo no cierto porque Missing es ultra mío. Mi contexto en esos años fue de mucho trabajo. Casi agotador. Lidiando con esta dualidad cineasta-escritor”.

Esa dualidad hacía que Fuguet se moviese constantemente de un avión a otro. A habitar en las salas de embarque, en no-lugares. Ahí comenzó a fraguarse el origen de una nueva novela, se llamó Aeropuertos. “Fue una época en que estuve filmando y viajando mucho. No hubo viaje particular, más bien te diría que si hubo alguna chispa fue la realización de mi corto 2 horas. Sin duda que el corto dio paso a la novela. El libro es el origin story de ese corto: cómo llegan esos dos tipos a ese aeropuerto. Ese corto, además, tuvo como base un cuento llamado Ravotril, que se publicó en Lima, en la revista Etiqueta Negra. Además, quería salir de Missing y volver a escribir sobre jóvenes, tal vez intentar encontrar cierta resonancia o sintonía con Mala onda. Ambas comienzan en un viaje de estudio”.

Aeropuertos (una novela de no-lugares) se publicó originalmente en 2010 vía Alfaguara. Hoy, vuelve a las vitrinas nacionales con Tusquets, en una reedición que incluye un nuevo prólogo del autor. Esta novela relata una historia de crecimiento que empieza en 1992, en el aeropuerto de Cancún. Luego de una gira de estudios, los adolescentes Álvaro y Francisca hablan para enfrentarse a una noticia: van a tener un hijo. El mozuelo no está ni de cerca preparado para tamaña responsabilidad y ella termina haciendo lo que puede. El hijo se llama Pablo en homenaje al álbum debut de Radiohead, Pablo Honey.

Luego, la historia da un salto en el tiempo y vemos cómo el niño, y después el adolescente apenas logra tener un vínculo con su padre, a quien ve de tanto en tanto, y este a duras penas asume su rol, pareciéndose más a un tío o un hermano mayor que a un padre. Ambos son personajes raros, que no terminan de encajar con los demás, pero emocionales y sensibles. En suma, personajes muy fuguetianos. Además, con la adolescencia, Pablo se vuelve algo enigmático para su madre, quien desconcertada trata de entender lo que pasa frente a sus ojos.

En el nuevo prólogo comentas que una de las referencias literarias para esta novela fue el cuento Reunión, de John Cheever. ¿Qué es lo que más te gusta de ese relato?

Sí. Es totalmente una referencia. Es un cuento que de cierta forma duele. Revela la distancia emocional entre un padre y un hijo, expectativas fallidas, decepción. Y ocurre en un no lugar: Gran Central Station. Un lugar de puro tránsito. Es demoledor. Creo que es un cuento perfecto, sin grasa, sin adornos, sin redención. Me interesaba, y tal vez todavía me interese, la figura del padre ausente, desplazado. Cheever lo captura en una escena donde un hijo espera reencontrarse con su padre y lo único que obtiene es vergüenza. En pocas páginas, arma una novela. Y no termina bien. Es brutal. Además, está un Nueva York que no es postal sino ruido, bar, estación, fracaso. Me encanta ese tono desencantado, elegante, contenido. Nada de melodrama. Y con ese final seco como portazo. Yo quise remixearlo y quizás hacerlo más tierno. Pero la base de todo es ese cuento.

¿Cuál era tu contexto al escribir la novela?

El contexto entonces fue de vivir en no lugar y creo que fue escrito un poco en modo venganza. Ahora regreso peor que antes y si no te gusta, me da lo mismo. Así que te molestan los no lugares, la modernidad, mis personajes, pues aquí los tienes, pero en modo reloaded. Sentía, además, que el paisaje urbano estaba cambiando y que, de pronto, la ciudad se estaba llenando de mis personajes. Aeropuertos divaga sobre el tránsito, los espacios intermedios, las identidades en formación y las decisiones que nos definen incluso cuando intentamos evadirlas. Es ultra liminal. Me interesó escribirla porque siempre me han fascinado los no-lugares, esos sitios donde nadie es del todo alguien y donde, sin embargo, ocurren cosas.

¿Por qué te interesó entrar en el tema de la paternidad?

Es un medio tema, ¿no? Chile país de huachos. Algunos amigos o gente de mi generación comenzaron a tener hijos o sus hijos comenzaron a transformarse en adolescentes y me parecía raro y hasta aterrador: ¿un adolescente puede ser padre de un adolescente? ¿Seguirían fumando o jalando o viviendo con roomates? Veía chicos que dudaban de su sexualidad apostando por salvarse en la paternidad y la domesticidad. Fui a algunos matrimonios que duraron poco. Me interesaba narrar qué pasa cuando alguien “aterriza” en tu vida sin previo aviso. Un hijo, un padre, una verdad. Quise explorar cómo enfrentamos lo que postergamos y cómo la distancia modela lo que somos. También es una historia sobre cómo se hereda el vacío, cómo el abandono no es sólo un acto sino una cadena, y cómo, en un mundo saturado de conexiones, aún cuesta comunicarse. Es una novela sobre llegar tarde. O nunca llegar. Pero al menos intentarlo. No hay malos, todos son empáticos, nadie tiene la razón. Es un libro emocional y eso a veces complica, porque aún gusta mucho la idea del escritor arquitecto, del escritor serio, del escritor severo. Y tal vez hoy se lea mejor que ayer. De hecho, algunos creen que es nuevo. Capaz que sea nuevo y apareció antes de tiempo. Me estoy convenciendo que está pasando eso con casi todos mis libros.

Alberto Fuguet. Foto: David Gómez

Como ocurre con Álvaro y Pablo, hay varios personajes tuyos algo freaks, pero sensibles. ¿Es un tipo de carácter que te gusta desarrollar?

Definitivamente, pienso que los personajes raros son siempre los más interesantes de estructurar y desarrollar. El raro como héroe, el raro que no está completo, alguien que no está listo. La idea de que los raros vienen a invadir la “normalidad” me fascina. El mundo siempre ha sido queer, lo que pasa es que antes los freaks se escondían o los relegaban. Ser freak implica ser sensible. Se necesita sentir mucho para enfrentar no ser parte de la normal. En Aeropuertos son tan freaks pero están como relegados. Pienso en el joven Edward Scissorhands de esa maravilla de película de Burton. La idea de ser incompleto, estar inacabado, ser distinto.

En rigor esta novela se basa en las emociones, en los afectos. Es quizás uno de tus temas, ¿qué te llama la atención de esa idea para que escribas de eso?

Porque creo que al final del día, todos buscamos conectar. De eso se trata todo. Y los que leen o ven cine o series o escuchan música buscan lo que no encuentran en la vida. Y eso es conexión, reflejo, identificación, conexión. No significa no querer tener una pareja sentimental, pero a no todos les resulta. Estar solo en una gran ciudad es el símbolo del siglo XX y al parecer también del XXI.

¿Qué lugar crees que Aeropuertos ocupa en tu cartografía?

Le tengo un cariño especial a Pablo Honey, que además también aparece en Sudor. Creo que es un super libro de entrada a mi cartografía. Me encantaría que se leyera en todos los colegios. Creo que es un libro sensible y amigable y sin duda está mucho más conectado con Ciertos chicos que con Missing o No ficción. Es un libro ideal para todos que han sido hijos y creo que a los que son padres los altera algo y eso me gusta. Es una novela de lazos.

En Ciertos chicos, tu última novela, también están en juego los afectos. ¿Cómo crees que se conecta con Aeropuertos?

Siento que se conectan no solo por los afectos rotos o las ausencias paternas, sino por algo más íntimo y menos visible. Los defectos o las grietas que se heredan, las inseguridades que no se nombran, las maneras torpes y a veces crueles en que intentamos vincularnos. Ambas novelas son, en el fondo, relatos de formación, pero no al estilo clásico. Aquí los personajes no maduran hacia un ideal, sino que se tropiezan constantemente mientras avanzan, conscientes de que sus heridas no van a sanar del todo. Tanto Pablo en Aeropuertos como Tomás y sobre todo Clemente de Ciertos chicos enfrentan el dilema de cómo vivir sin un mapa afectivo claro. Cómo no repetir lo que te hicieron. La vulnerabilidad no siempre se muestra con lágrimas: a veces aparece en la negación, en la ironía, en la distancia. Y es ahí, en esos defectos que se vuelven identidad, donde ambas novelas se tocan de verdad. Muestran lo difícil que es amar cuando no nos sentimos dignos de ser queridos. Creo que Ciertos chicos es más tierna, hay más esperanza, hay más comunidad. El Chile de Aeropuertos, a pesar de ser uno de hace quince años, en muchas cosas es más duro que los 80s porque hay una suerte de vacío existencial y desidia. Ambas portadas además tienen audífonos. Cambia la música, la estética, pero por dentro los chicos sienten lo mismo.

Como siempre, hablemos de cine. ¿Algo que hay visto últimamente que te haya llamado la atención?

La película de la longaniza. Genios. Oscar para la longaniza. Una película moderna que deja muy en evidencia la torpeza o mal gusto de gente como el Rumpy. Denominación de origen no intenta ser chilena, lo es. No es pose, es verdad. No pide perdón ni intenta quebrar nada. Al hacer eso, lo quiebra todo.

¿Cuáles serán tus principales novedades en lo que viene?, ¿habrá novela nueva?

Viene una nueva novela y con propiedad te puedo contar que debería estar publicada durante el primer semestre de 2026. Estoy muy entusiasmado con ese proyecto.

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