Gonzalo Yáñez: “No quiero ser ese ‘pendeviejo’ que está tratando de hacerse el actual escuchando trap”
El cantautor acaba de lanzar el álbum La Energía, el que significa un giro hacia la música anclada en los 80 y que presentará a fin de año en el Teatro Nescafé de las Artes. En entrevista con Culto, habla de sus nuevos rumbos, su mirada actual de la creación artística y cómo está su relación con Jorge González.
El cantautor de origen uruguayo Gonzalo Yáñez (42) asegura que nunca acarició con demasiado amor la música de los 80.
“Me parecía la peor época de la música en cuanto a los artistas que más me gustaban”, especifica, y cita como ejemplo a The Kinks, los emblemas de la Invasión Británica que en ese decenio naufragaron entre álbumes mediocres y un rock desfasado de la era del pop sintético. Seamos francos: los 80 tampoco fueron los mejores días para Bob Dylan, Paul McCartney, Pink Floyd o The Rolling Stones. Las majestades fueron otras.
Por lo mismo, hubo un minuto de sus últimos años en que Yáñez decidió mirar de frente a esas divinidades que sí marcaron con propiedad los 80.
“Es que en esa época yo crecí y me acuerdo de bailar en mis primeras fiestas de escuela temas de Annie Lennox”, recapitula. Sobre el final de este diálogo, también mencionará a Bronski Beat o estrellas de los primeros 90, como Technotronic y Snap! Pero la travesía en reversa no sólo tiene que ver con embajadores específicos.
“Pasa mucho que la música que escuchas de niño o adolescente, ya cuando entras en el período de adultez y empiezas a definir más tus gustos, la tenés un poco fuera del radar. Te empieza a parecer un poco nefasta. Te peleas con esa época, o te resulta indiferente, aunque es un período donde uno escucha música más desprejuiciadamente. Y por lo mismo, entrado los 40, comienzas a ver esa etapa de forma más ingenua, más genuina también, con otra mirada, como si fuera un momento más feliz”.
Quizás por ese mismo ángulo, el cantautor determinó que su nuevo disco, La energía -ya disponible en plataformas digitales y que se lanzará el 9 de noviembre en el Teatro Nescafé de las Artes- tuviera como centro nuclear los sonidos ochenteros: la new wave, el synth pop, las texturas más luminosas, las baterías electrónicas, los sintetizadores. La evocación de esos años en su plena expresión.
Un destino quizás también lógico para un artista que siempre ha tenido el pop de buena factura como brújula de su carrera, desde sus días formativos en No Me Acuerdo, pasando por su período como parte de Los Prisioneros en su epílogo en los 2000.
Aunque hoy cree que sus actuales capítulos subrayan una diferencia notable con respecto al pasado. “Hoy estoy en una reconciliación con esa etapa de niñez y adolescencia. Y también siento que he perdido la necesidad de definirme. Una cosa que este disco tiene, y que también tiene esta etapa en mi vida, es que tengo muchas más preguntas que respuestas. Tengo muy pocas certezas, esa es la verdad. No porque me haya vuelto ni conspiranoico ni nada de eso, pero sí como que todo me genera dudas. No estoy muy seguro realmente de quién soy, que es algo que supuestamente tendría que tener claro. Yo veo a mucha gente, a muchos colegas, con mucha seguridad, tomándose muy en serio a sí mismos, y eso me genera una curiosidad y una gran admiración, porque la verdad es que yo siento todo lo contrario. Entonces, trato de desprejuiciarme”.
Sin baterías y con ideas
Por supuesto ese ánimo tuvo efectos reales. Cuando puso manos a la obra en el estudio y se reunió con el otro productor de La energía, el músico nacional Diego Peralta, advirtieron que no tenían baterías: una circunstancia algo atípica para un autor habituado a la arquitectura más tradicional del pop.
“Eso fue fundamental para conseguir el sonido del álbum”, reafirma Yáñez. Luego pormenoriza: “Yo venía escuchando mucho de Depeche Mode, de The Cure, siempre los discos de Charly García, sobre todo Clics modernos, Piano bar, esos discos con caja de ritmo… empecé a escuchar a un artista que nunca había indagado tanto, como Prince, que no soy fan, pero le gusta a mucha gente a la que respeto su opinión. Empecé en rigor a escuchar a artistas que tenían mucho el concepto de la caja de ritmo, la drum machine, la Roland 909, me venían dando vueltas incluso artistas de principios de los 90 vinculados al house. Sin batería, teníamos que ver que pasaba si empezábamos a trabajar desde ese lugar. Las canciones naturalmente iban a ir hacia otro lugar”.
En ese punto, Yáñez estaba claro: su radar ya no se direccionaba hacia la Plastic Ono Band, Band on the run o Tom Petty, como había sido toda su vida. “Al poner una batería electrónica que tiene ese touch especial, después no cuaja tan bien si ponés un órgano Hammond. Es mejor si ponés un Juno. Y ahí se te pinta todo de new wave. O de la música que escuchábamos cuando niños”.
Pese a sus citas a los años 80, el hombre de A mis 20 también se auxilia en una estrella actual para enfatizar que no todo es nostalgia: Dua Lipa.
“Si bien no soy fan, me gusta como me gusta comerme un cuarto de libra, son artistas que tienen en sus discos un lenguaje muy actual, y me pasa que este disco también tiene ese lenguaje, en la mirada de cómo encaran las melodías, en las estructuras. Si bien hay una mirada hacia atrás, también hay algo muy notorio hace adelante.
-Cambiar de sonido, ¿era una necesidad en este punto de tu carera?
Yo creo que hay una cosa muy buena de ser un artista que nunca termina de explotar, que es que no tengo, o no siento, la obligación de mantener un éxito, y eso a mí me aterra mucho y veo que hay un montón de artistas que logran un determinado éxito, o un determinado lugar, un sitio popular, y se terminan repitiendo, porque obviamente hay mucho fan a la expectativa de lo que vayan a hacer, y eso artísticamente siento que te coarta, porque en el fondo no te permite liberarte.
“No quiero decir que no me ha ido bien, pero siempre te puede ir mejor y siempre a más gente le podría gustar lo que haces, y eso te desprejuicia, te hace estar siempre buscando un poco más allá, y tener una inquietud, que creo que es muy sana para crear”.
-Entonces, el hecho de no cumplir un estándar de súper éxito, ni algo súper masivo ni famoso, te permite desprejuiciarte y explorar otras rutas, ¿no?
Es cosa de pegar como una mirada así general a los discos más exitosos de los artistas, y en general no es una regla, pero el siguiente no está pero ni cerca de repetir el éxito. Nunca está a la altura. Y son muy pocos los artistas que, después de hacer un éxito con un disco, rompen con el patrón en el disco posterior. En el fondo siempre es como una cosa media híbrida, entre querer animarse a más, pero siempre como yendo a un lugar seguro.
“El otro día escuchaba el disco de Oasis, el que sigue al (What’s the story) morning glory?, y me acuerdo que cuando lo escuché fue una decepción tremenda en su momento. Y me acordé de ese disco, pero hay montones. Spinetta decía eso, decía: ‘yo tengo el ángel que me cuida del éxito y que me permite ser libre artísticamente. Buena frase. No es textual, pero es algo así”.
-Entre las colaboraciones de este álbum está Muñeco Vudú, con Cristóbal Briceño; El amor de tu vida, con Dënver; y Lluvia de verano, con Floresalegría. ¿Qué conexión tienes con esos artistas que han representado una renovación para el pop chileno en el siglo XXI?
Yo soy en general muy amigo de mis colegas y los quiero mucho, de verdad, enormemente. Y he tenido la suerte de colaborar con todos los que más me interesan, desde Beto Cuevas a Jorge (González), el Álvaro Henríquez, Los Jaivas, he trabajado con todos los más grandes. Con Pedropiedra, con Gepe, tengo una amistad, una relación súper cercana, musical y afectiva. Y esta vez quería que los invitados quizás no fueran tan cercanos, gente que me interesa, que no necesariamente soy fan.
“Por ejemplo, los Dënver siempre me han sonado como los Pet Shop Boys, y me gustan mucho los Pet Shop Boys, me gustan mucho los Dënver también, tienen algo que me parece atractivo. Me pareció que esta canción, en particular, que es El amor de tu vida, tiene una cosa medio synth-pop, medio dream-pop, con una letra bien deconstruida en cuanto a lo romántico, pero no desde el punto de vista tradicional, no tan conservador, todo lo contrario. Ahora estaba haciendo un video para las malditas redes sociales donde cantaba un pedacito de un tema de Chayanne, ‘lo dejaría todo porque te quedaras’… ‘daría lo que fuera por ser el dueño de tu vida’…esta canción rompe con ese paradigma de esas frases medio obsesivas, tiene una cosa media Morrissey. Una letra tipo ‘quiero morir por ti’, pero al revés, ‘no quiero morir por ti’.
“A Briceño por otro lado es un loco que respeto mucho desde el punto de vista de lo constante, de lo creativo en cuanto a escribir sus letras, respeto mucho su carrera, su personaje, como logra desdoblarse en un montón de proyectos, y es una persona con la que no soy amigo, entonces también me proponía un desafío lindo de poder juntarnos. Una vez leí una entrevista de Daniel Melero que decía que a él él odiaba Virus, pero iba a todos los shows. Sin llevarlo tan lejos, porque obviamente yo no odio a nadie, ni menos a Cristóbal, pero quizás es mucho más lo que me interesa él que incluso toda su obra, que la encuentro buenísima; lo que quiero decir es que hay algo como en el aire que me interesa de esta gente con la que me junté. Con Cristóbal nos peleamos y discutimos, pero es un personaje hermoso”.
“Lo mismo con Floresalegría, tiene una cosa que me gusta como más garage rock, muy punk, muy Pixies en la impronta, muy Blur, pero al mismo tiempo, como ellos, con buena melodía, con una búsqueda muy chilena también a la vez, y me parecía un feat poco esperado”.
No venderse
A la hora de revisar su carrera, Yáñez reporta colaboraciones para proyectos tan disímiles como Amango o La Combo Tortuga. “Disperso”, es la definición rápida que se le ocurre para definir ese tranco, aunque luego arma una frase bastante más reveladora: “A mí no me gusta tener que cerrarme para poder venderme. O sea, si limitarme significa llegar de una manera más transversal al gran público, por así decirlo, yo no estoy dispuesto. Yo no creo que vaya a lograr sintetizarme en una sola casilla. Es algo que padezco y lo admiro de otros”.
-¿O en algún momento pensaste que a lo mejor tenías que limitarte, tenías que sintetizarte para venderte mejor, para que tu carrera tuviera una línea editorial un poquito más fija y un poquito más clara?
Obvio, lo pienso todos los días. El otro día me escribían de Uruguay una gente que me decía ‘hay un loco que hace una música súper parecida a la tuya’ y era Conociendo Rusia. Yo pensaba ‘este weón salió, hizo un disco, una sola línea, es muy rock argentino’ y el loco siguió en esa y luego, claro, logra y llena cinco Movistar arena. Yo creo que mantener una cierta línea que la gente te identifique rápido con una propuesta es súper bueno en términos comerciales. Es súper coherente, es fácil.
-¿Pero no te arrepientes de una carrera un poquito más pareja en términos comerciales?
Es que creo que todavía lo puedo hacer, en todo caso. O sea, este es un disco ambicioso igual, en términos de decidir hacer el primer teatro mío. Y esa es una decisión que igual habla de una pretensión. Nunca me he arrepentido, porque yo cuando me fui a tocar con Los Prisioneros, estaba dejando mi primer disco solista un poco en pausa, pero al mismo tiempo me estaba yendo a tocar con Los Prisioneros y eso es una experiencia que no cambiaría por nada. Después la de componer para otra gente es algo que a mí me libera un montón justamente de esa necesidad de explorar, como que yo puedo hacer una cumbia y eso a mí me hace bien, no es algo tedioso, yo la disfruto, ¿viste?
-Y en ese sentido, este disco, ¿qué lugar ocupa en tu carrera? Porque una carrera que iniciaste súper joven, que tiene distintas etapas, con distintos grupos, con distintos proyectos, tu propia discografía tiene distintas caras también.
Cada disco para mí es una etapa en sí, por eso quizás me demoro tanto entre uno y el otro, porque para mí no es solamente juntar canciones, que es algo que lo podría hacer, y que quizás en un comienzo fue un poco así. Todo tiene que fluir, sorprenderme con la música que escribo y que hago.
“Y también el hecho de que a mí me perturba mucho la idea de tomarme en serio, me da un poco de monos la gente que habla con tanta seguridad de algo y habla como si su palabra o su figura o su persona realmente tuviera algún tipo de trascendencia para la humanidad, sobre todo en este mundo que es una locura”.
-¿Y te parece que a veces los músicos se toman muy en serio?
Me parece que sí, porque de partida hacemos música que para cualquiera es entretenimiento y es en todo caso una cuestión que tiene que ver con conectar con un lado bello de la vida y con el lado divertido, y también con el lado quizás más melancólico, entonces cuando la cosa se pasa un poco para el otro lado, en términos de solemnidad, a mí me perturba un poco. No quiero decir con esto que me parezca mal, cada quien sobrelleva la vida como puede, pero me incomoda un montón, yo prefiero reírme de mí que tomarme en serio. No hay nada más terrible que no saber reírse de uno mismo.
De baladas, trap y Los Prisioneros
A la hora de enfocar de cerca La energía, Yañez dice que el tema La calle oscura -que precisamente cierra el título- es una balada significativa que en cualquier caso no habla del amor; trata del inexorable paso del calendario.
“Habla de que en realidad, por más que uno vuelva a ciertos lugares o a ciertas personas del pasado, en el fondo ese regreso es falso. Uno puede volver al barrio donde creció, pero ese barrio ya no es el mismo, tú tampoco sos el mismo. Lo que vas a buscar es cómo te sentías cuando tenías ocho años, pero ya no tienes ocho años, entonces tampoco podes ir a jugar a la pelota como lo hacías cuando tenías ocho años. Vos no sos el mismo y esa pasión no se va a recuperar. Estás más cerca de encontrar otro amor u otro barrio”.
La canción La energía también guarda una intención especial para el artista. “Habla de la pulsión interna de escucharte, que creo que es algo que hoy por hoy se lo digo mucho a los músicos más pendejos que están buscando como pegarla en la viralidad de sus canciones. Yo les digo ‘loco, esa búsqueda es una búsqueda de vida corta porque si te metés en ese terreno, no es seguro que la vayas a pegar primero’. Además, bien por ti si la pegás, pero si no la pegás, vas a hacer música que no te gusta y encima te va a ir mal, entonces no hay una fórmula, no hay por dónde agarrar esa idea. Lo más lógico, y de lo que habla La energía, justamente es escuchar lo que tenés adentro, lo que te vibra, aunque todo el mundo te diga que es una locura o una estupidez”.
-A partir de este disco, ¿piensas constantemente en el futuro de tu carrera?
Vivo el presente. Yo no quiero y no pretendo y no tengo esa ambición de que le guste a todo el mundo este álbum. Hoy es difícil llegar a un pendejo de 15 con el tipo de información que manejan ellos, entonces no quiero ser ese pendeviejo que está tratando de hacerse el actual escuchando trap. Lo escucho, porque igual hay cosas que me gustan y me parecen geniales y todo bien, pero entiendo que no es mi lenguaje y mi lenguaje lo entienden aquellas personas que están en la misma tesitura de pensamiento que yo y de sentir que yo, y eso es lo que este disco pretende, llegar a esa gente con claridad, con firmeza y que lo disfruten.
-¿Qué sensación te da la hegemonía del trap en el mercado actual?
Es evidente, yo creo que nunca había existido un monopolio tan grande de un género tan predominante, creo que es un caso bastante único en la historia de la humanidad. Desde la época ya donde la música se empieza a convertir en canciones, siempre ha habido más variedad, siempre ha existido la música comercial y la música pop, pero han tenido siempre cabida otras cosas, y ahora (el trap) como que se lo está tomando todo. Yo siento que eso es algo bueno para los que no lo hacemos por eso. La guitarra va a tener cada vez más valor, un valor desmesurado.
-A propósito de guitarras, han pasado 20 años de su paso por Los Prisioneros. ¿Cómo ves hoy esa experiencia?
Los Prisioneros y mi etapa con Jorge la veo como una sola cosa. Los Prisioneros lo que tuvo fue la tensión de tocar en Los Prisioneros, esa tensión que genera una banda tan tan controversial. También, porque es tan legendaria, genera ese fanatismo de amor-odio y eso genera un ambiente que yo nunca en la vida viví y no voy a volver a vivir, porque yo me acuerdo lo que se sentía cuando tocabas en Los Prisioneros, como esa energía latente, como de que podía pasar cualquier cosa, de que podía venir una puteada, como esa cosa de amor-odio que generan solo algunos y yo creo que esa vibra a mi me forjó muy heavy cuando era muy chico y no la percibí en su momento como algo que me estuviera curtiendo.
“Pero hoy me doy cuenta que me curtió mucho quizás todo esto, quizás todas estas reflexiones como de no tomarse en serio y todo esto que te estoy hablando, tenga que ver de alguna manera con el nacimiento de aquella época, como de entender que ¡weón, por qué tanto si es música! Como, por qué este nivel de intensidad en algo que no debiera tenerlo por más que sea muy revolucionario, por más que esté hablando de cosas importantes, igual es música para ir a bailar, a cantar y a juntarse. Hay otros temas para ponerse furioso y tenso, esto es sólo música”.
“Y después con Jorge, tenerlo al lado me enseñó mucho, sobre todo de cómo ser un ícono y una referencia para todos los demás, siendo él el que estaba a disposición del resto sin pararse en un pedestal. Ahí lo paramos los demás, pero él no, siempre mucho más atento a lo que estaba haciendo su colega, siempre atento a las canciones que yo estaba haciendo, versionando temas míos y de otros artistas mucho más nuevos y menos connotados y eso es algo que yo me llevo y trato de replicarlo con los más chicos. Obviamente siendo otra persona. Eso es lo más lindo que me dejó Jorge”.
Gonzalo Yáñez dice que está distanciado de Jorge González hace un año.
“Fue algo que él me dijo y fue un mal entendido muy desafortunado. Cuando nos conocemos tanto, hay cosas de las que uno no puede dudar de alguien que conoce tanto. Uno a veces tiene que levantar un poco y pensar con claridad”, califica Yáñez, para recalcar que “tengo la expectativa que en algún momento se calmen las aguas y poder retomar, porque lo quiero mucho. Lo sigo considerando un hermano mayor”.
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