
Roberto Bolaño en La Belleza de Pensar: la historia tras una entrevista memorable
En 1999, el celebrado escritor nacional visitó Chile, y en el marco de la FILSA estuvo en el programa de Canal 13 junto a Cristián Warnken. ¿Cómo se gestó su participación?, ¿cómo fueron esos días en el país?, ¿era un autor conocido?, ¿a qué programa de TV no quiso ir? Acá, reconstruimos esa entrevista con dos protagonistas. Una historia de Culto, en el aniversario 22 de su muerte.

Quienes estaban en el Centro Cultural Estación Mapocho, visitando la Feria Internacional del Libro de Santiago 1999 (por entonces, un evento importante del mundo editorial), pudieron ser testigos de un hito. En la Sala de las Artes, Cristián Warnken entrevistó a Roberto Bolaño Ávalos para el programa de Canal 13 La Belleza de Pensar.
En 1998, Bolaño había visitado el país después de 25 años de ausencia. En esta oportunidad volvía laureado con los prestigiosos Premio Herralde de Novela y el Premio Rómulo Gallegos, que le fueron concedidos por Los detectives salvajes, acaso su obra mayor.

Consultado por Culto en 2023, Cristián Warnken recordó que si bien Bolaño ya estaba generando ruido, no era la estrella literaria que es hoy. “Costó mucho llenar la sala y que llegara público. Bolaño no era tan conocido, no tenía mucha resonancia local. Muy poca gente lo había leído. La gente lo consideraba un tipo ácido”.
Por esta última razón, Warnken recibió una advertencia antes del programa. “Me decían que si lo entrevistaba tuviera cuidado con él, porque era agresivo y despectivo con lo que se hacía en Chile”.

En esa visita, Bolaño estuvo acompañado en sus actividades por Jovana Skármeta. Hoy, es la directora de la Editorial Universidad de Valparaíso, pero entonces, era la jefa de prensa de la distribuidora Fernández de Castro (entre 1997 y 2006), que representaba a Anagrama en Chile, la casa catalana que había publicado Los detectives salvajes. “Me tocaba llevar la agenda de los autores -recuerda a Culto-. Anagrama ya había publicado de Bolaño Estrella distante, Llamadas telefónicas, y Los detectives salvajes. Pero, además, también en otras editoriales había publicado La pista de hielo y La literatura nazi en América, de manera que era un autor con una obra sólida".
Fue justamente la oficina de Fernández de Castro la que se encargó de gestionar la participación de Bolaño en el espacio. Así lo recuerda Skármeta: “La producción del programa contactó a Fernández de Castro para coordinar la participación de Bolaño. Lo hacíamos con frecuencia con los autores de Anagrama y Tusquets que visitaban Chile. Y así fue: les enviamos los libros (aunque Warnken ya había leído la mayoría) y fijamos día y hora”.

Por entonces, en la televisión chilena habían al menos un par de espacios para hablar de literatura, y por supuesto, se barajaron. “En esa época, era impensable que un autor o autora que visitaba Chile no participara en al menos tres programas de televisión: La belleza de pensar, Off the Record y, a veces, El show de los libros. Era un tiempo en que los medios daban mucha visibilidad a los libros, especialmente durante la FILSA", recuerda Skármeta.
Bolaño participó de Off the record (donde había estado en 1998) y La belleza de pensar. Pero, ¿qué pasó con El show de los libros? Lo cuenta Jovana Skármeta: “En general, aceptaba todo, salvo El show de los libros. Cuando supo que (Antonio) Skármeta no estaría presente -parece que estaba de viaje-, prefirió no participar. Me dijo: ‘Si Skármeta no va, yo tampoco’”. Y listo. No fue.

¿Cómo fue trabajar con Bolaño en esos días? Jovana Skármeta echa la cinta atrás y lo recuerda: “Yo le organizaba la agenda ese año y ya nos conocíamos del año anterior. Nuestra comunicación comenzó varios meses antes de la feria. Él era muy ordenado y meticuloso: nos escribíamos por mail (o fax, ya no lo recuerdo bien) y también por teléfono para afinar detalles de cada actividad”.
“Bolaño era una persona única: un seductor, irónico, tal vez algo tímido o nervioso, llevado de sus ideas. Pero, sobre todo, era una de las personas más lúcidas e inteligentes que he conocido. Muy comprometido con su agenda y sus compromisos. Lo recuerdo con mucho cariño, incluso con algo de ternura, especialmente por su trato cariñoso hacia todo el equipo de Fernández de Castro y por el amor evidente que tenía por su hijo Lautaro, siempre pendiente de él. Durante esos días en Santiago, yo lo acompañaba a entrevistas en radio, televisión y en prensa escrita coordinaba lugares, horarios, presentaciones y cenas, como la que ofrecía la Cámara del Libro por Filsa”.
Skarmeta recuerda una particular anécdota de esos días. “Lo acompañé a recoger un cheque en el entonces Consejo del Libro por el Premio Mejores Obras Literarias. Nos recibió Carolina Rivas, y luego pasamos por varias oficinas para los timbres de rigor. Él bromeaba todo el tiempo sobre lo kafkiano que era. Después fuimos a almorzar los cuatro —su esposa, Carolina, Lautarito, y yo— al Rívoli. Se rio diciendo que él invitaba, ahora que ya tenía el cheque en mano".

Como recuerda Skármeta, la segunda visita del retorno de Bolaño a Chile tuvo más repercusión que la del año anterior. Esto, por efecto del mismo escritor: “En 1998 había venido a Chile como jurado del Concurso de Cuentos de Revista Paula, presentó La pista de hielo y conoció a Lemebel. También causó cierta polémica, ya que al regresar a España publicó una crónica en Ajo Blanco bastante crítica y sarcástica con respecto a algunos personajes locales. Eso hizo que su regreso en 1999 generara aún más atención".
“Ese año ya venía con el Premio Herralde bajo el brazo y un creciente reconocimiento de la crítica. Su grupo de lectores jóvenes iba en aumento. Incluso dio un taller para jóvenes durante la feria, y los cupos se llenaron rápidamente. Era como un rockstar en el mundillo literario”.

“Sin timón y en el delirio”
Y así llegó el día. Martes 2 de noviembre de 1999. Segundo día de sus actividades públicas en el país, las que comenzaron en la mañana con una serie de entrevistas para los medios: pasaron LUN, El Mercurio, La Nación, La Tercera y El Metropolitano. Los periodistas fueron citados en el café de la Plaza del Mulato, a contar de las 11.00 de la mañana. El día anterior, Bolaño había estado en Chilevisión, en el programa de Jaime Celedón y Fernando Villegas.
La entrevista con La Belleza de Pensar estaba programada para las 20.30 horas en la Sala de las Artes de la Estación Mapocho, en el contexto de la FILSA. Hasta ahí arribaron Bolaño con Jovana Skármeta. “Cuando llegamos con Bolaño a la Sala de las Artes de la Estación Mapocho, ya estaba completamente llena. Había mucha expectación por su presencia en esa FILSA. Además, era la primera vez que el programa La belleza de pensar se grababa en la Feria, lo que sumaba un componente especial: era un programa de televisión y, al mismo tiempo, una presentación en vivo. Warnken, además, solía convocar a mucho público".

Lejos de sus temores iniciales, Warnken tuvo una experiencia muy buena con Bolaño: “Fue muy cordial, muy amable. Fue muy atento y serio en responder las preguntas, no por cumplir. No repetía como loro una respuesta hecha”. Y es verdad, Bolaño estuvo distante de ser ácido o polémico, como sí lo fue en otras ocasiones.
En la entrevista, Bolaño se entusiasmó sobremanera cuando le tocó referirse al plano literario, sobre todo a la poesía, quizás su gran amor en el mundo de los libros. Citó a autores como Nicanor Parra (su poeta favorito), Pablo de Rohka, Ezra Pound (“no es un escritor, es una literatura”), Charles Baudelaire, el Conde de Lautréamont, Arthur Rimbaud, Jorge Luis Borges, Walt Whitman, José Emilio Pacheco, Javier Marías, Rodrigo Rey Rosa, Octavio Paz, entre otros. Eso sí, hay que decir que no habló de ninguna escritora, salvo al inicio cuando se le preguntó por unos versos de Gabriela Mistral.
Como (muy) apasionado de la literatura que era, a Bolaño se le caían de los bolsillos libros, citas y autores. Habló de sus tiempos robando volúmenes. “Robar libros no es un crimen”, señaló, y se explayó sobre su fetichismo por tener libros. “Me gusta tenerlos cerca...compro libros y no los leo, los acaricio”.

También se dio tiempo para aclarar el origen del epígrafe de La pista de hielo, "Si he de vivir que sea sin timón y en el delirio", que atribuyó equivocadamente a su amigo, el poeta mexicano Mario Santiago. En rigor, como lo señala en la entrevista, el verso correspondía a Gilberto Owen, un poeta mexicano de la década de 1940.
Eso sí, por su timidez, Bolaño se negó a entrar en ciertas dinámicas, como por ejemplo cuando Warnken le pidió que leyera en voz alta uno de sus textos. “Estoy agonizando de vergüenza”, respondió el escritor. A pesar de eso, Warnken señala que mantiene el mejor recuerdo del hombre de Estrella distante. “Quedé con una buena impresión de él. Me habría encantado haberle hecho una segunda entrevista...Incluso, después tuvimos un par de correos, quedamos de vernos alguna vez”.

“Toda la entrevista fue memorable -recuerda Jovana Skármeta-. No volaba una mosca en la sala, era como una clase magistral. Pero recuerdo especialmente cuando habló de poesía: del éxtasis, de Rimbaud como el poeta joven, y de Baudelaire como el poeta que ya domina el oficio. También fue muy conmovedor cuando contó sobre su correspondencia con Enrique Lihn; dijo que esa relación había sido importante en un momento muy difícil, y que Lihn lo había ayudado a publicar, aunque no se concretó. Era un fanático de Enrique Lihn”.
“Y, claro, también hubo momentos divertidos. Como cuando dijo que el oficio de escritor estaba plagado de canallas, y que al menos veinte escritores de su generación estaban convencidos de ser buenísimos. Fue provocador y gracioso a la vez”.

En los días siguientes, Bolaño tuvo otras actividades antes de volver a España, entre otras, la accidentada entrevista con Pedro Lemebel en radio Tierra. De todos modos, uno que se quedó con una sonrisa fue Cristián Warnken. Aprovechando la entrevista, le pidió a Bolaño que le firmara su ejemplar de Los detectives salvajes. Presto, el escritor lo hizo y le colocó una extraña dedicatoria: “Para Jack Lametta, para que vuelva alguna vez al lugar del crimen”.
“En el momento, no entendí la dedicatoria, pero cuando llegué a mi casa, entendí el por qué -señala Warnken-. Yo había escrito unos poemas, que mirados con la distancia, no tienen ningún valor, eran sobre un asesino en serie que se llamaba Jack Lametta, que existía en Italia. Ese cuaderno de poemas quedó en manos de alguien, yo viajaba de un lugar a otro, alguien lo recogió y fueron publicados en una revista llamada Berthe Trépat, que hacían Bolaño y Bruno Montané. Entonces, cuando me puso ‘para que vuelva al lugar del crimen’, ¿qué significaba? que volviera a escribir poesía. Además, se acordaba del número y año en que salió. Yo era nada, mis poemas eran de cuarta división, por eso le interesó”.
Bolaño no regresó al país. Falleció a los 50 años el 15 de julio de 2003, en el Hospital Universitario Valle de Hebrón de Barcelona, España, a causa de una falla hepática. No existe su tumba porque sus cenizas fueron arrojadas al mar Mediterráneo, según consta en la prensa de la época. Ahí reposa sin timón y en el delirio.
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