Salvatore Adamo: “He visto a Paul McCartney en vivo y tenía una energía fantástica. Es un regalo poder continuar”
El cantante de 81 años, uno de los artistas europeos más populares de todos los tiempos, retorna a Chile esta semana con dos conciertos. En diálogo con Culto, recuerda las veces que ha sufrido por amor, sus ansias de seguir sobre un escenario y detalla con precisión esos días posteriores al estallido social chileno de 2019 en que cantó en Santiago.
“Una vez más” se titula la gira que tendrá de vuelta al cantante ítalo belga Salvatore Adamo (81) durante esta semana en Santiago, con shows este jueves 23 (agotado) y el domingo 26 (Puntoticket) en el Teatro Caupolicán.
Pero hubo una vez, hace no mucho, en que la escala de la voz de La noche en la capital no fue sólo una vez más. Pese a ser un habitante frecuente de la cartelera nacional -y ha haberse inscrito en las ediciones del Festival de Viña de 1982, 2004 y 2012-, existió una oportunidad en que quizás pudo percibir a un país distinto. En plena ebullición.
Fue su show del domingo 27 de octubre de 2019, apenas unos días después del estallido social y cuando las protestas se seguían sucediendo en las calles, lo que dejó una estela de eventos cancelados o reprogramados. Pero Adamo, uno de los artistas europeos más exitosos de todos los tiempos, brindó su espectáculo pese al contexto tenso y adverso. Fue casi una excepción en medio del agite.
Así lo recuerda en diálogo con Culto, en un español salpicado de acento mediterráneo: “Sí, estaba en Chile en el 2019, para esa revolución, y pude vivirlo en directo, porque cuando fui a Chillán, había una manifestación antes en el hotel, y con los músicos mirábamos, pero sin miedo porque era pacífico y tranquilo. Y la gente reclamaba solamente el derecho de vivir una vida más decente. Yo ya había dicho en ese tiempo que los políticos no deberían esperar que la gente saliera por la calle antes de concederles y aceptar lo que reclamaban, que son cosas muy normales. Que se deberían anticipar”.
“He visto además una cosa muy poética. Había los militares y el pueblo, y una persona del pueblo lanzó una pelota de un metro a un militar. Y el militar la lanzó de nuevo a la persona. Y la persona de nuevo, era una escena surrealista, magnífica, poética, ejemplar”.
-Volviendo a sus shows de octubre, ¿qué va a mostrar en el Teatro Caupolicán?
En estos dos shows voy, naturalmente, a cantar las principales canciones que me permitieron tejer una historia de cariño, de simpatía, de afecto y de respeto mutuo con el público chileno. Y también voy a cantar algunos temas del nuevo doble álbum que va a salir pronto. Espero que el público lo acepte.
-¿Qué desafío representa hoy para usted, con una trayectoria tan gigante, seguirse presentando en vivo?
Ser y estar en el escenario, para mí, no es un desafío. Ahora es una manera de vivir, para mí es el momento más excitante en mi vida. Porque encontrarme ante un público de miles de personas me da alas. El público te lleva, te hace levitar a 20 centímetros del suelo. Y es una sensación incomparable, imparangonable (sic). Y si puedo todavía vivirla algunas veces en mi vida, se queda como un gran privilegio.
“Es un ritmo que ahora es mi costumbre. Hay dos personas en mí, la persona privada, muy tranquila y razonable, y la otra en un escenario con alas, como le había dicho, y con un poquito de locura y de fantasía”.
-¿Aún se divierte al cantar?
Sí, sí, me divierto muchísimo, como lo he dicho en la pregunta precedente. Es el mejor momento de mi vida, junto a los momentos que me puedo encontrar con mis niños y mis nietas. Son encuentros muy importantes y espero vivirlos todavía a menudo. Pero un día tendré que pararme y espero que alguno de mi familia o de mis amigos me diga: ‘Salvatore, es tiempo de quitar el escenario porque empieza a ser un poquito penoso escucharte’. Espero que podré para antes que ese momento llegue.
-¿Siente cierta similitud con artistas como Paul McCartney o Mick Jagger, que superan los 80 años y aún siguen muy vigentes en los escenarios, cantando en vivo? ¿Los ve como pares?
Me honra muchísimo que me meta en la categoría de Paul McCartney y Mick Jagger. He visto a McCartney en París hace más o menos un año y tenía una energía fantástica. Es un regalo del cielo de poder continuar sin dar pena de mirar y de escuchar. Lo importante es que la actuación se quede natural, espontánea, y que no sea solamente estudiada y demasiado preparada. Yo cuento con la improvisación también. A veces el público me dice algo y yo contesto. Es una discusión abierta entre las canciones.
-¿Cree que la canción romántica clásica y de amor hoy vive un buen presente? ¿O ha sido desplazada por otras expresiones, por otros géneros, por otros lenguajes?
La canción romántica, clásica, no sé qué significa clásico. Los jóvenes tienen sus canciones románticas, las expresan con otras palabras, con otros sonidos. Pero la sencillez, el romanticismo, existe todavía. Aunque a veces los jóvenes tratan de esconderla, pero la tienen en el corazón, en el ideal, en los sueños. Pero algunos tienen miedo de parecer demasiado flacos y tratan de mostrarse más fuertes e intransigentes que lo son.
-¿Cómo lo ha tratado a usted el amor, tomando en cuenta que le he cantado por décadas?
El amor me ha tratado generosamente. El amor ha estado siempre presente en mi vida. Imperialmente presente y, como se dice, con prioridad. Sí, sí, que sea el amor de pareja, el amor de mis niños, de mis nietas, ahora de los amigos. Es lo que hace avanzar el mundo. Estar cerca de la gente es también una forma de amor. El respeto del otro, con sus diferencias, es una forma de amor capital.
-¿Ha sufrido por amor?
Yo he sufrido por amor. Sí, me pasó también. En un momento debí enfrentar decisiones vitales. Quizás usted sabe que tengo dos hijos con mi mujer y una hija con otra mujer. Fue un momento muy difícil, lo puede imaginar.
-Cuando tenía cuatro años, emigró con sus padres a Bélgica. ¿Cómo recuerda su infancia?
Con el tiempo me di cuenta de la dificultad de la vida de mis padres que llegaron a Bélgica dejando un país de sol, la Sicilia, por llegar en invierno en un país que hacía menos 15 grados, en una casa de cartón. Pero yo no me daba cuenta porque había todo el amor de mi papá y de mi mamá. Y ese amor que me regalaron, yo trato de transmitirlo a mis niños y nietos. Pero tengo menos tiempo que mis padres.
“Lo resiento a veces, porque sacrifiqué mi vida familiar, a mi arte, a mi profesión. Lo hago con placer, pero a veces me lo siento. Me quedo triste a veces porque ahora son los niños que están menos disponibles que yo”.
-¿Tiene alguna opinión acerca del tema de la inmigración hoy, que ha sido un tópico tan común en países de todo el mundo?
Sí, naturalmente, porque mis padres eran inmigrantes. No tenían la muerte alrededor, pero la miseria, sí. En mi nuevo álbum hay una canción que se llama Migrante, para reclamar un poquito más de humanidad por esas personas que mueren cada día, aunque se habla menos que hace algunos años. Y se debe saber que dejar su país no es nunca un placer, es una herida.
-¿Le preocupa lo que se escribirá de su música y de su legado en 40 o 50 años más?
No, espero que una de mis canciones me sobreviva y espero dejar una pequeña huella.
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