A un minuto de la descalificación: la insólita historia que casi deja a Francisca Mardones sin su memorable oro en Tokio

Francisca Mardones posa con la medalla de oro conseguida en el lanzamiento de la bala en Tokio 2020.
Francisca Mardones posa con la medalla de oro conseguida en el lanzamiento de la bala en Tokio 2020. Foto: @comiteparalimpicochile/Instagram.

La lanzadora de bala estuvo a nada de no poder competir y así completar la mejor actuación mundial de todos los tiempos en la disciplina. Todo por culpa del despistado conductor japonés del auto oficial, al que la chilena de todos modos agradece por activarle la adrenalina.



La noche del domingo (mañana del lunes en Japón) fue histórica para el deporte chileno. Francisca Mardones se convirtió en la primera exponente femenina en obtener un oro en unos Juegos Paralímpicos. Y lo consiguió con una actuación memorable, al quebrar dos veces su propio récord mundial del lanzamiento de la bala. Sin embargo, tamaña alegría estuvo a un minuto de no poder cumplirse y de transformarse en un insólito bochorno, que estuvo a nada de traer a colación la vieja frase que alude a la mala suerte de los chilenos.

Desde Tokio, la deportista detalla a El Deportivo la increíble historia que tiene como principal protagonista al conductor de vehículo que la transportaba. “Estuve a punto de no competir ese día. Nos fuimos en un auto privado de la organización, porque los trayectos son muy largos, y me vas a creer que el chofer se perdió... Nosotros teníamos que estar a las 9.09 en el estadio, entregando mi banco de competencia, y eran las 9.18 y seguíamos en el auto. Yo dije: ‘vamos a perder la competencia, aquí quedó todo y no voy a poder participar’, relata.

El transportista no daba con el recinto y el reloj seguía avanzando, por lo que la deportista debió recurrir a la otra parte de la delegación: “Ahí fue un gran apoyo de parte del equipo que estaba ya en el estadio. Los llamamos y les pedimos que trataran de encontrar a Nobuko, que es nuestra attaché que nos ayudaba con la traducción, para que le explicara a la organización que el auto oficial se perdió y que el chofer no sabía llegar. De hecho, nos llevó a otro estadio primero. Fue terrible, lo sufrí mucho. Todos los años de preparación se iban a ir por esto y no iba a poder participar, pensaba”.

Afortunadamente, las gestiones dieron resultado y el primer obstáculo fue sorteado con éxito. “La gente que estaba en el estadio pudo entregar el banco. Fue todo un trámite, pero se lo aceptaron. Más encima, llevábamos el número en el taxi. Y, de ahí, venía la hora para estar en la cámara de llamados y todavía no llegaba. Al final, cuando llegamos al estadio, el taxista nunca encontró cuál era la entrada correcta. Así que llegamos y le dijimos ‘déjenos aquí, nomás’, y nos dejó en una entrada bien lejana. Bajamos y me empezaron a empujar, onda ‘tú no ocupes los brazos, nosotros te empujamos”. Fue todo muy estresante, y el coordinador del Comité Paralímpico, que iba al lado mío, iba pendiente de que no saliera volando, con la velocidad de la silla. Fue súper intenso y llegamos un minuto antes del cierre de la cámara de llamados”, recuerda.

La competencia

Con la tensión previa, Mardones tuvo que arreglárselas como pudo para iniciar su participación, aunque conociendo ya el resultado de las demás participantes. “Pude entrar a competir, pero eso me desenfocó completamente, porque todo lo que tenía preparado y todo lo que estaba planificado no se pudo hacer. Yo tenía que hacer una terapia precompetitiva con mi masoterapeuta, que estaba ahí esperándome. No pude hacer nada. Afortunadamente me tocó salir última, porque ahí pude volver a retomar la calma. Había llegado súper angustiada, porque todo el tiempo había estado pensado que fregamos. Pero me pude enfocar y decir ‘no importa que nos perdimos, que no pude hacer nada de la planificación, que no pude traerme comida ni que la toalla se haya quedado afuera y que no iba a tener que ponerme en la cabeza. Filo, hay que aperrar así nomás y competir en las condiciones en que estoy’”.

Los 8,06 metros que había registrado la mexicana Gloria Zarza ponían en peligro el primer lugar de la chilena. De hecho, esa marca estuvo a tres centímetros del récord mundial. “Pensé que tenía una presión muy grande, porque tenía que superar una marca buenísima. Y ahí tenía que ver si me quedaba en blanco o reaccionaba para sacar toda la garra”, dice.

Francisca Mardones durante uno de sus lanzamientos de la bala en la final de la prueba en los Juegos Paralímpicos de Tokio 2020.
Francisca Mardones durante uno de sus lanzamientos de la bala en la final de la prueba. Foto: @comiteparalimpicochile/Instagram.

Claramente, optó por la segunda opción, pero antes debió superar nuevas dificultades. “Mi primer lanzamiento fue muy bajo, considerando los primeros lanzamientos que yo hago, porque era primera vez que lanzaba en el Estadio Olímpico, ya que no estaba permitido entrenar antes. Entonces, llegué a lanzar por primera vez y me doy cuenta de que el estadio es gigante, de que tiene una altura tremenda y no tenía ningún punto de referencia, debido a que los asientos eran todos iguales y no tenía dónde fijar la mirada”, recuerda. Y añade: “En el primer lanzamiento lo hago y me pasan dos cosas: no sé dónde fijar la vista y la bala, por la humedad que había, se me quedó pegada en el cuello. Entonces, para el segundo lanzamiento, tenía una pequeña toalla en la mochila a la que, antes de salir de la villa, le puse un poquito de crema a la punta. En Dubái me había pasado lo mismo en un entrenamiento. Ahí me puse crema en el cuello y salió perfecto. Entonces, como precaución, hice lo mismo. Me limpié con esa toalla y como había aprendido dónde mirar, me salió mejor el lanzamiento y empaté a la niña mexicana”.

Doble récord

El haber igualado el registros de su competidora no le garantizaba el primer lugar. “Alguien preguntó por qué no retiré y hubiéramos compartido el oro, pero no es lo mismo que en el salto alto, porque acá te cuentan el segundo mejor lanzamiento, y mi primer lanzamiento no era bueno. Entonces, tenía que seguir mejorando”, explica.

Lo que vino después fue uno de los momentos más increíbles que recuerde el deporte chileno. “Seguí ajustando mi movimiento y visión en los cuatro lanzamientos siguientes, para ya en el tercero poder sacar toda esa energía y batir el récord mundial, que era para lo que yo me había preparado. Mi objetivo en la competencia era mejorar mi marcar y no llevarme el oro. Si alguien hacía muchísimo más que yo, no iba enfocada en lo que hiciera el resto. Cuando bato el récord mundial, saqué toda la alegría y me puse a llorar, porque fueron años de sacrificio verlos coronado ahí. Me acordé de mi papá y fue súper emocionante”, confiesa.

Francisca Mardones posa con su registro en Tokio.
Francisca Mardones posa con su registro en Tokio.

Pero esos 8,21 metros no la dejaron conforme y, después de superar un cúmulo tremendo de emociones, un dejo de preocupación afloró, por lo que se fijó un nuevo objetivo. “De repente me di cuenta de que la competencia seguía y yo estaba llorando, y se me iba a pasar el lanzamiento. Afortunadamente me dieron un minuto extra y ahí me pude recuperar y seguir lanzando. En los últimos lanzamientos tenía toda la adrenalina y ya sabía lo que tenía que hacer. En el último dije ‘tengo que asegurarme de batir el récord’, porque después de la competencia hay media hora por si alguien va a protestar. No sé de dónde saqué tanta energía e hice esa marca que fue una maravilla. Fue sacarme toda esa alegría, esa pasión, ese grito y levantar ese brazo al cielo para recordar a mi papá, para pensar en mi mamá y también en todo el trabajo que hemos hecho todos estos años con el cuerpo técnico”.

Tres días después de este impresionante récord, Francisca, quien no competirá en el lanzamiento de jabalina por molestias físicas, todavía no dimensiona lo que consiguió ni tampoco el inmenso cariño de la gente. Pero sí tiene una cosa muy clara: “Al final voy a tener que descubrir quién era el chofer para llevarle un chocolate, porque me ayudó a activar toda mi energía y mi adrenalina”.

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