Ascanio Cavallo: “En democracia es normal ver en la prensa cosas que a uno no le gustan”

FOTO: PEDRO RODRIGUEZ

Premio nacional de Periodismo 2021, el columnista de La Tercera reflexiona sobre el ejercicio de su profesión, el rol de los medios y los roces con el poder político, a propósito de las recientes declaraciones del Presidente Boric acerca de las “malas noticias”.


Premio nacional de Periodismo 2021, Ascanio Cavallo (Santiago, 1957) ha sido, entre otras cosas, director de medios como el diario La Época y la revista Hoy. En tal calidad, así como en la de columnista y reportero, ha sabido de roces con el poder político. “No digamos con el régimen de Pinochet, donde todo eran roces”, comenta en conversación con La Tercera, diario que publica sus análisis políticos dominicales. “Estuve siempre en medios de oposición, y había que entender que esa condición hacía que uno tuviera que encontrar la información de otra forma. Pero había formas, no era imposible. Después de iniciada la transición, diría que tuvimos relaciones de bastante desencuentro con el gobierno de Aylwin, con el gobierno de Frei, con el de Lagos. No recuerdo un período tranquilo respecto de los gobiernos”.

Esa es una razón, y no la única, por la cual el también crítico de cine es dado a matizar el episodio que protagonizó la semana pasada Gabriel Boric en el Encuentro Anual de la Industria. En la ocasión, el Presidente mencionó tres periódicos locales que, a su juicio, tienen un “afán de preferir las malas (noticias)”.

“Me parece extraño en él”, afirma, “porque no es una persona que en su desempeño público -como parlamentario y, hasta cierto punto, como Presidente- haya sido particularmente agresivo con la prensa, como sí lo es buena parte de su coalición política”. En este sentido, añade, “a él, a la vocera y a la ministra del Interior, que no han tenido esa práctica usualmente, los distingo, por ejemplo, de los integrantes de la Convención Constitucional, que fueron hostiles a la prensa desde los primeros días: que, con distintos pretextos, ni siquiera se preocuparon de la existencia de espacios para que la prensa pudiera trabajar. Yo advertí sobre eso en una columna y me respondió una colega de forma bastante hostil y agresiva, sin tener en cuenta que lo que estaba diciendo era algo que finalmente ocurrió: que la Convención fue opaca. Y eso tiene mucho que ver con su resultado”.

Boric, insiste Cavallo, se distingue “de ese grupo, de esa especie de matriz de la que viene, porque no ha sido hostil, e incluso antes de asumir dijo que le gustaba una prensa libre, hasta rebelde”. Eso sí, piensa, “hay un grupo que hoy se identifica con la izquierda más radical, que nació o creció al margen de la Concertación, como el Frente Amplio o el Partido Comunista, que tiene una inclinación medio natural contra la prensa establecida, contra la prensa que se basa en la empresa. Porque tienen algo contra las empresas también, en general. Contra el capitalismo. Hay un grupo que no cree o no entiende muy bien cómo funciona la prensa en un espacio democrático”.

Cuando hay democracia, prosigue el también crítico de cine, “es normal escuchar y ver en la prensa cosas que a uno no le gustan. En eso consiste la cuestión. Un especialista decía por ahí que las cosas desagradables de la prensa ponen a prueba nuestra capacidad de vivir en una sociedad que se define por el conflicto y la controversia. Nos adiestran en el arte de la tolerancia. Es una definición tan clásica que se la puede rastrear hasta los griegos, que hablaban de la parresía, que era decir todo: el discurso libre y atrevido. Es una tradición muy antigua en Occidente, no así en Oriente”.

Y cuando separa a Boric de sectores de la coalición en este punto, ¿piensa en la crítica de Pablo Iglesias al poder mediático?

Claro, pero al mismo tiempo Iglesias ha sostenido que hay que usar los medios, que hay que convertir la política en una cosa mediática. Yo creo que eso lo compra más el Presidente que la otra parte. Por eso lo separo del resto. Ahora, yo veo que hay dos cosas en esto que pasó. Una es un rastro de la tendencia que describía del Frente Amplio. Lo otro, que es lo que me parece más importante de ese episodio, es algo que les ha pasado a otros Presidentes: cuando salen de viaje son rodeados de honores y de felicitaciones, y se les dice lo lindo y admirable que es Chile. Y cuando vuelven se encuentran con que las cosas no son exactamente así y con que nadie les reconoce lo mismo que le dijeron, en este caso, los chinos. Y ese choque con la realidad es irritante.

¿Miren cómo nos trata el mundo y ustedes nos tratan así?

Estoy convencido de que ese es el sentido de lo que dijo en el Encuentro Anual de la Industria: vengo de un lugar donde me abrazan por el país que tenemos y aquí muestran como si fuera un infierno. Y se está refiriendo a tres diarios que no son particularmente propensos a hablar de crímenes. De lo que han estado hablando en el último tiempo, con toda razón, por lo demás, es del clima de inseguridad que han generado algunos fenómenos como la inmigración descontrolada, o el narco, o el comercio ambulante. Son cosas que objetivamente han creado una percepción de inseguridad que no existía en Chile. Tal vez no sea creación del gobierno, pero existe esa sensación.

¿Qué piensa de la distinción entre buenas y malas noticias? ¿Es un decir?

Yo creo que es un decir, pero admitamos que es una distinción posible y digamos que (Boric) no es la única persona que la hace.

El “flyer informativo” del gobierno se llama Buenas Noticias para Chile.

Ahí pondrán las cosas que les son favorables. El gobierno de la Presidenta Bachelet, acuérdese, sacó un diario que tenía por objeto contrarrestar a los medios grandes, y que no duró nada. Yo creo que hay mucho acá de la leyenda del duopolio, que nunca tomó en cuenta que la prensa es parte de un sistema más amplio, donde no solo existen los diarios. No tomó en cuenta que TVN siempre ha sido estatal.

¿Considera desfasada la crítica al duopolio y al “cerco mediático”, o es que nunca le vio sustento?

Creo que tenía poca base antes, pero ahora ya no tiene ninguna.

¿No la tiene porque está todo fragmentado?

Ahora, porque está todo fragmentado, y antes, porque había un sistema de medios donde existían bastantes empresas, no dos. Que yo sepa, ni El Mercurio ni La Tercera eran dueños de ningún canal de televisión, y hubo una época en que Copesa ni siquiera tenía radios. En el sistema medial siempre hubo algún grado de pluralismo, pero muchos pensaban exclusivamente en los diarios, que es una manera extraña de ver el tema de las noticias. Ahora, esto de apelar al corazón y ese tono melodramático, me hace pensar más todavía en que esto se relaciona con algo que le ocurrió (al Presidente) en los días anteriores. Y que fueron probablemente elogios. Ahora, que te elogie otro gobierno del cual eres invitado no es precisamente una noticia.

En la lógica periodística de la noticia (información procesada sobre hechos de interés público y próximos en el tiempo), ¿caben las consideraciones acerca de lo bueno y de lo malo, del corazón, etc.?

Yo creo que se pueden tener esas categorías, esas divisiones: buenas noticias, malas noticias. Pero en ese caso, lo que hay que ver es que los medios, en general, y los diarios también, cubren todo eso. También tienen buenas noticias. Yo citaba el argumento de los Panamericanos, que están cubiertos con benevolencia, incluso hasta el exceso. Un medio, por definición, contiene muchas cosas, no contiene una sola, ni un solo tipo de cosas, salvo medios especializados.

¿Cómo compararía la situación actual a este respecto con la que ha habido en otros gobiernos en su relación con los medios?

No veo una diferencia sustancial, y creo que quien podría estar en una posición más compleja, que es la ministra secretaria general de gobierno, más bien ha tendido a retroceder sobre algunos pasos o a cuidarse, en otros casos; ha puesto cierta distancia o una no intervención en la Comisión contra la Desinformación que creó. Pero, claro, es probable que esta comisión se haya creado con una cierta intención, que desconozco, pero me parece que va a llegar a conclusiones diferentes de las que quizá se esperaban. Por ejemplo, que la desinformación nada tiene que ver con los medios de comunicación.

El primer informe de la comisión ya dejó fuera a los medios...

Claro, porque cualquiera que haya estudiado mínimamente esto sabe que no es ahí donde se realizan las operaciones de desinformación más importantes. Ahora, si no lo estudiaste, le llamas a todo desinformación. Mucho del mito de la desinformación nace de la derrota de la propuesta de la Convención Constitucional. Las explicaciones que tenían ahí es que habría circulado mucha desinformación y que por eso se perdió. Pero, incluso si así fuera, eso ocurrió en las redes, no ocurrió en los medios. Yo creo que se ha hecho una distinción poco reflexiva sobre lo que pasa realmente en el espacio de las comunicaciones, para no decir el espacio de los medios, porque hoy lo más importante en materia de confianza y de credibilidad es lo que ocurre a nivel de la comunicación interpersonal. Lo que está demostrado es que la gente se deja influir por los WhatsApp de sus amigos, mucho más que por las noticias de los medios. Entonces, ahí está el problema, si es que hay un problema.

¿Cómo evalúa la comunicación política desde La Moneda?

No es buena, por supuesto. Siempre está un poco atrasada. Ha tenido demasiadas sorpresas, se ha encontrado con demasiados golpes en la cara, como fue todo el caso de las fundaciones. Pero no diría que eso es distinto de otros gobiernos. A la Presidenta Bachelet le pasó el caso Caval por las narices.

La ministra de la Secretaría General de Gobierno, Camila Vallejo, realiza vocería en el Palacio de La Moneda.

Y su gobierno presentó una querella contra Qué Pasa en su minuto...

Claro. Hay que recordar que el Presidente Lagos estaba furioso con la cobertura del MOP Gate. En ese sentido, el gobierno actual no es tan distinto. Diría que lo más notorio son las sorpresas con que se ha encontrado y la dificultad en reaccionar que ha tenido frente a eso. Ahora, es algo comprensible, porque en el caso de las fundaciones el más afectado era uno de los partidos centrales del gobierno y que tuvieran dificultad para reaccionar no debería extrañar.

¿Cómo ve hoy la relación entre el periodismo y el poder? ¿Qué tan sana le parece?

El mayor signo de sanidad, de que las cosas están bien, es que no sean amigos del poder político, cualquiera sea su nivel. Que se sientan no en un antagonismo, sino en una posición distinta. Ahora, lo normal es que haya un cierto roce entre el poder y la prensa, justamente porque cumplen funciones diferentes.

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