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Carolin Emcke: “El discurso del odio siempre enmascara su propia brutalidad”

De visita en Chile, la intelectual y corresponsal de guerra alemana aborda el choque de las corrientes ideológicas globales. “A los liberales o a la izquierda les diría: deben ser apasionados por su trabajo político. Si temen ser malinterpretados como woke o si temen ser presentados como elitistas o cosmopolitas, están acabados. Y creo que si la derecha radical tiene una ventaja, diría que no le temen a nada con respecto a su propia agenda”.

05.11.2018; Berlin, Deutschland, DEU, Autorin Dr. Carolin Emcke ANDREAS LABES

La filósofa Carolin Emcke ha pensado mucho sobre el odio, y también ha visto, de primera fuente, sus consecuencias. Entre 1998 y 2006 trabajó para la revista alemana Der Spiegel, reporteando en zonas de conflicto como Afganistán, Colombia, Gaza e Irak. También escribió sobre asuntos internacionales para Die Zeit, incluyendo Israel, Cisjordania, Pakistán, Haití, entre otros países.

Definida como una de las intelectuales europeas más interesantes de su generación, en su libro Contra el odio profundiza acerca de la expansión de esta emoción intoxicante, pero efectiva para conseguir votos. “No quiero que el nuevo placer de odiar libremente se normalice”, escribe.

Ganadora de varios reconocimientos, entre ellos el Premio de la Paz de los libreros alemanes y el Premio Merck de la Academia Alemana de la Lengua, Emcke estuvo en Chile gracias al Festival Puerto de Ideas, la Universidad Andrés Bello y el Goethe-Institut. Después de su charla en Valparaíso, conversó con La Tercera.

¿Por qué después de todo lo que ocurrió en el siglo XX, conflictos y guerras —algunas usted las cubrió—, las personas no tuvieron ningún tipo de barrera que las protegiera de políticas basadas en el odio y resentimiento?

Mentiría si dijera que no es una pregunta difícil, así que solo ofrezco posibles respuestas. La primera es que creo que, particularmente en Chile, pero también en otros países, la memoria del pasado se está desvaneciendo lentamente, o nunca se la consideró una tarea democrática importante. Y creo que se pueden distinguir las democracias en Latinoamérica, en Europa o en otros lugares, por la forma en que realmente quieren afrontar su propio pasado violento. O si simplemente quieren transitar hacia algo distinto y prefieren olvidar. Entonces, si buscamos respuestas sobre por qué la gente hoy, en nuestros tiempos, cae en este discurso de odio y resentimiento, creo que un aspecto de la respuesta es que el compromiso democrático con la cultura de la memoria, diría que particularmente en Chile, no fue lo suficientemente fuerte. Tenían miedo, se sentían amenazados, creo. Eso es algo que la sociedad chilena todavía necesita, aunque no lo reconozca. Creo que la segunda respuesta es que, en general, en muchas sociedades occidentales existe una sensación de agotamiento, una sensación de soledad, creo que en particular después del Covid, que realmente no hemos encontrado la manera de abordar.

05.11.2018; Berlin, Deutschland, DEU, Autorin Dr. Carolin Emcke ANDREAS LABES

¿Cómo se relaciona esto con el odio?

Después del Covid, todos querían seguir adelante y, sin embargo, creo que aún vemos las consecuencias psíquicas, emocionales y sociales del Covid en nuestra sociedad. Hay una sensación de soledad que ningún partido, ni de izquierda ni de derecha, aborda realmente. Creo que la sensación de impotencia, de abandono, de soledad, de agotamiento, como dije, está siendo explotada por este discurso sobre seguridad, sobre criminalidad, sobre migrantes, etc. Depende del país que se mire. Aquí en Chile se centra mucho en la seguridad, en la violencia, y además es un discurso racista dirigido a los migrantes. Y creo que la tercera explicación es que estos discursos políticos (de odio) son meras máscaras retóricas.

¿En qué sentido?

Ocultan su vacío. Creo que ocultan el hecho de que realmente no tienen respuestas a las preguntas. Y no digo que la seguridad no sea un problema: lo es. No digo que la delincuencia no sea un problema: tal vez se exagera, si comparo las cifras de delincuencia en Chile. Así que diría que el discurso del odio siempre enmascara su propia brutalidad. Si observo el discurso en Chile sobre cómo resolver los problemas de delincuencia, es como si quisieran competir entre sí en brutalidad, una competencia por ver quién hace lo que suena más radical. Así que creo que de alguna manera eso aborda la sensación de impotencia de la gente, pero no resuelve nada. Y mientras tanto, convertirá nuestras democracias en autoritarismo.

Como dice, el odio es un sentimiento intoxicante. La esfera pública actual carece de racionalidad y rebosa emotividad, sobre todo negativa. ¿Cuál es consecuencia de cuál?

La respuesta es que ambas cosas. Por un lado, evidentemente, contamos con tecnologías y redes sociales estructuradas y organizadas por algoritmos con una lógica de escalada inherente. Así, nuestras esferas públicas se organizan cada vez más, si observamos las redes sociales, mediante esta lógica de escalar. Quienes odian, quienes fomentan el odio, suben. Esa es una razón estructural. La otra, creo, es que si observamos formatos televisivos chilenos, argentinos, estadounidenses o alemanes, vemos que han organizado las discusiones cada vez más en torno a posturas a favor y en contra. Han estructurado nuestro discurso como si, para cualquier pregunta, solo existieran dos posibles polos de respuestas. Y así se sugiere que no existe la verdad, que solo existen opiniones. Y se puede tener una opinión a favor y otra en contra, pero no es así. Hay ciertos hechos que no permiten una postura a favor o en contra. Hay aspectos de la ciencia natural que no lo permiten. No se puede debatir si la Tierra es plana o no. Es absurdo.

Le dirán que se limita el debate libre si no se permiten ciertas voces como esas.

Mira, soy universalista de corazón. Creo en los derechos humanos universales. Creo en argumentos racionales y universales para todos, pero a veces la neutralidad se ha utilizado para normalizar posturas que son irracionales e inaceptables. Y creo que la democracia no puede existir sin un concepto de verdad. Si renunciamos a que ciertas cosas son simplemente verdaderas o falsas, y si renunciamos a la distinción entre lo correcto y lo incorrecto, creo que estamos perdidos.

¿Qué opina de la izquierda, o los liberales, y qué errores han cometido para que la clase trabajadora, que solía votar por la izquierda ahora vote por la extrema derecha? ¿Cree que lo que se llama “wokismo” es la raíz de este fenómeno?

No. Creo que la izquierda, los progresistas o los liberales no deberían cometer el error de interiorizar una imagen distorsionada de sí mismos proveniente desde la derecha. Por lo tanto, no creo que la izquierda deba ahora culparse a sí misma porque la derecha, la extrema derecha, los autoritarios, o como se les quiera llamar, o los libertarios, están ganando en muchos países. Así que dejen de culparse, eso es lo primero. En segundo lugar, creo que no existe esta supuesta contradicción entre quienes se preocupan por las cuestiones sociales y económicas y quieren que se aborden —me refiero a los precios de la vivienda, la inflación, el sistema educativo, el salario mínimo, la seguridad—, y quienes quieren que se aborden las cuestiones de derechos humanos y civiles. No existe tal contradicción. Y no creo que una sea más importante que la otra. Si crees que la pobreza es solo una cuestión económica y no también un estigma social, malinterpretas la pobreza. Si crees que el racismo o la transfobia son solo una cuestión cultural y no también una cuestión económica, una cuestión de discriminación económica, también te equivocas. Por lo tanto, creo que estos dos polos dentro de la izquierda, que siempre dan la impresión de que solo se pueden tener discursos de redistribución económica o cuestiones de reconocimiento, no son útiles.

¿Qué es útil tener en cuenta, desde su punto de vista?

También diría que no creo que lo que vemos ahora sea solo un problema de debilidad de la izquierda progresista liberal. Diría que lo que vemos ahora es una debilidad de los partidos conservadores de derecha tradicionales. Lo que realmente quisiera ver son conservadores serios.

¿Qué quiere decir?

Quiero gente que no solo finja ser cristiana y que, al mismo tiempo, sea absolutamente brutal con los débiles de la sociedad. Y creo que si analizamos las cuestiones más urgentes del momento, probablemente todos coincidamos en que son la inteligencia artificial, el cambio climático, en Chile probablemente también la educación, la salud (salud pública) y el autoritarismo. Así que, si analizamos estas cuestiones, creo que un partido realmente conservador sí que las abordaría. ¡Incluso podría elaborar un programa conservador para responder a estas preguntas!

¿Por ejemplo?

Creo que el cambio climático se trata de proteger lo que se nos ha dado, lo que Dios creó, si hablo en sus términos. Todas las preguntas que plantea la inteligencia artificial son preguntas que deben preocupar a los conservadores. Lo mismo ocurre con la educación. Por lo tanto, digo esto: creo que es un malentendido si interpretamos nuestra época únicamente como una señal de debilidad liberal, socialdemócrata o de la izquierda radical.

Y así es como se suele interpretar.

Sí, así es como se ha interpretado… Y no creo que ese sea el punto. No creo que se trate de izquierda y derecha; creo que se trata de democracia. Se trata de derechos humanos universales. Y creo que se trata del Estado de Derecho. ¿Aceptamos que existe un Estado de Derecho y derechos humanos para todos o no? Así que, volviendo al principio de tu pregunta, a los liberales o a la izquierda les diría: deben ser apasionados por su trabajo político. Si temen ser malinterpretados como woke o si temen ser presentados como elitistas o cosmopolitas, están acabados. Y creo que si la derecha radical tiene una ventaja, diría que es que no le temen a nada. No le temen a nada con respecto a su propia agenda. Y creo que están completamente a la ofensiva con su visión utópica de la sociedad. Y creo que la izquierda tiene que dar un paso al frente.

Pero ¿no cree que por un momento, cuando las redes sociales estaban en auge, la llamada cultura de la cancelación asociada a la izquierda legitimó de alguna manera el método de hacer bullying a las personas, no a las ideas, que ahora utiliza más la derecha radical?

Quiero ser clara: no creo que hacer bullying a la gente sea útil. Miren, soy queer, y lo que realmente me hace queer es que detesto el bullying. Creo que esto es la esencia de lo queer. No queremos el acoso. Por eso me opongo a cualquier forma de eso. Sin embargo, debo decir que creo que lo que ahora se llama la cultura de la cancelación de la izquierda, para ser justos, solía surgir desde abajo y no desde arriba. A menudo eran personas marginadas que intentaban mostrar cómo las excluían. Así que creo que hay que ser justos y tenerlo en cuenta. Pero al mismo tiempo, creo que la crítica siempre debe dirigirse a posturas, frases, prácticas, declaraciones, pero no contra una persona; no quiero demonizar individuos.

¿Qué ocurre cuando algunas dirigencias de izquierda en Chile, por ejemplo, del Partido Comunista, no critican lo que sucede en Venezuela, Nicaragua y Cuba, donde hay violaciones de derechos humanos y dictaduras? ¿Acaso eso no socava la crítica a la ultraderecha?

Por un lado, diría: si señalar a las dictaduras de izquierda solo sirve para desviar la atención de los reales problemas en la derecha, me inquieta un poco. Creo que si se trata de un debate serio, y hablamos realmente de violaciones de derechos humanos, entonces podemos hablar de ellas en todo el mundo y criticarlas dondequiera que aparezcan. Y eso incluye, por supuesto, el desprecio por la democracia, las brutales violaciones de derechos humanos y la represión de la disidencia en Venezuela o Cuba. Pero me parece que, con frecuencia, se evade el problema señalando con el dedo a otro lugar, y eso me desagrada. Mi padrino fue asesinado por un grupo terrorista de izquierda. Claramente, no soy la persona que relativiza la violencia que existió en Alemania, la de la banda Baader-Meinhof, ni para relativizar o negar una tendencia a la violencia en la izquierda. No tengo tendencia de ningún tipo a minimizar las faltas de la izquierda.

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