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Gaffes de Trump: ¿En la senda de Joe Biden?

El líder republicano se ha librado en gran medida del examen al que fue sometido Joe Biden en la última campaña presidencial, a pesar de que los ejemplos de confusión y comportamiento inusual han continuado durante su segundo mandato. Pero los expertos manifiestan su preocupación, mientras la prensa estadounidense se pregunta: “¿Es Trump simplemente siendo Trump?”.

Donald Trump habla con la prensa en el Jardín Sur de la Casa Blanca, el 29 de julio de 2025, tras un viaje a Escocia. Foto: Casa Blanca/Molly Riley Molly Riley

Durante su presidencia, Joe Biden (2021-2025) fue objeto de intensas especulaciones sobre su agudeza mental, incluso por parte de Donald Trump. Tras su desastrosa actuación en el debate de junio de 2024, cuando tuvo dificultades para mantener el hilo de sus ideas, el escrutinio sobre su estado físico finalmente llevó al mandatario demócrata -entonces de 81 años de edad- a retirar su candidatura a la reelección.

Donald Trump en la azotea de la Columnata Oeste de la Casa Blanca, el 5 de agosto de 2025. Foto: Casa Blanca/Molly Riley Molly Riley

Trump, sin embargo, se ha librado en gran medida del mismo examen, a pesar de que los ejemplos de confusión y comportamiento inusual han continuado durante su segundo mandato, quedando en evidencia especialmente en el último tiempo.

Uno de los más recientes ocurrió el 27 de julio pasado, durante una reunión con la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, en el complejo de golf del mandatario republicano en Turnberry, Escocia. En esa ocasión, Trump pasó bruscamente de hablar de inmigración a decir: “Otra cosa que le digo a Europa: no permitiremos que se construya un aerogenerador en Estados Unidos. Nos están matando. Están destruyendo la belleza de nuestros paisajes”.

Joe Biden y Donald Trump asisten a un debate previo a las elecciones presidenciales de Estados Unidos, en Atlanta, Georgia, el 27 de junio de 2024. Foto: Archivo Brian Snyder

El inquilino de la Casa Blanca, de 79 años, procedió a hablar, sin parar y sin que nadie le preguntara, durante dos minutos sobre los aerogeneradores, afirmando sin pruebas que vuelven “locas” a las ballenas y que la energía eólica “mata a las aves”. Al respecto, el diario británico The Guardian aclaró que la proporción de aves que mueren a causa de las turbinas es minúscula comparada con la cantidad que fallecen a causa de los gatos domésticos y al chocar contra los cables eléctricos.

Los cambios abruptos en la conversación son un ejemplo de que Trump “divaga sin pensar; simplemente cambia de tema sin autorregulación, sin tener una narrativa coherente”, dijo al diario Harry Segal, profesor titular del departamento de psicología de la Universidad de Cornell y del departamento de psiquiatría de Weill Cornell Medicine.

Ese mismo fin de semana, al ser consultado sobre la hambruna en Gaza, Trump pareció no recordar la ayuda que Estados Unidos había brindado al enclave palestino y olvidó que otros también habían contribuido. El mandatario afirmó que Estados Unidos donó 60 millones de dólares “hace dos semanas”. Añadió: “Al menos es bueno que alguien dé las gracias. Ningún otro país donó nada”. “Nadie lo reconoció, nadie habla de ello, y te sientes un poco mal cuando haces eso y sabes que otros países no han donado nada; por cierto, ningún país europeo donó; es decir, nadie donó excepto nosotros”, reiteró.

Donald Trump participa en una reunión bilateral con la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, en el campo de golf Trump Turnberry en Turnberry, Escocia, el 27 de julio de 2025. Foto: Casa Blanca/Daniel Torok Daniel Torok

Trump parecía no darse cuenta ni recordar que otros países habían donado dinero a Gaza: Reino Unido anunció un paquete de 80 millones de dólares en julio, y la Unión Europea ha asignado millones de dólares en ayuda. The Guardian no pudo encontrar ningún registro de que Estados Unidos hubiera donado 60 millones de dólares a Gaza hace dos semanas.

El tío

Otro ejemplo destacado se produjo a mediados de julio, cuando Trump afirmó que su tío, el difunto académico John Trump, había sido profesor de Ted Kaczynski, más conocido como el asesino serial Unabomber, en el MIT. El mandatario recordó: “Le pregunté: ‘¿Qué clase de estudiante era él, tío John? El Dr. John Trump’. Le pregunté: ‘¿Qué clase de estudiante?’. Y entonces me respondió: ‘En serio, bien’. Dijo: ‘Corregía, iba por ahí corrigiendo a todo el mundo’. Pero no le salió muy bien”.

El problema es que eso no puede ser cierto. Primero, el tío de Trump falleció en 1985, y Kaczynski no fue identificado públicamente como el Unabomber hasta 1996. Segundo, Kaczynski no estudió en el MIT, recordó The Guardian. Obtuvo su licenciatura en Harvard y completó su maestría y doctorado en la Universidad de Michigan, agregó la revista Rolling Stone.

En una reunión de gabinete, el 8 de julio, convocada para hablar sobre la tragedia de las inundaciones en Texas, la guerra en Ucrania y Gaza, el bombardeo de Irán y los aranceles globales, Trump pronunció un monólogo de 13 minutos sobre cómo había decorado la sala de reuniones del gabinete. Tras hablar de las pinturas que, según dijo, había seleccionado personalmente de “las bóvedas”, el mandatario comentó: “Miren esos marcos. Me gustan los marcos, a veces me gustan más los marcos que los cuadros”, y añadió que había supervisado la limpieza de una vajilla.

Mientras los jefes de departamento, incluido el secretario de Defensa, Pete Hegseth, y el secretario de Estado, Marco Rubio, esperaban la autorización para poder irse a hacer su trabajo, Trump continuó: “Aquí pusimos... ya sabes, estas lámparas han sido muy importantes, de hecho, les gusten o no a la gente, pero si ves películas como Pearl Harbor o ¡Tora! ¡Tora! ¡Tora!, ves películas sobre la Casa Blanca donde se habla de guerras, a menudo muestran esas lámparas o algo parecido, algo que se les parece. Probablemente no sean las reales, porque no creo que se les permita... esta es una sala muy importante, una sala sagrada, y no creo que hicieran películas de aquí”.

El pasado 30 de abril, Trump volvió a ofrecer otra inusual salida. Durante una conferencia de prensa se le preguntó sobre el posible impacto de sus políticas arancelarias y su guerra comercial con China. Respondió que los niños estadounidenses deberían prepararse para hacer sacrificios en Navidad. “Quizás los niños tengan dos muñecas en lugar de 30”, dijo, “y quizás las dos muñecas cuesten un par de dólares más de lo normal”. El diario The New York Times informó que Trump parecía estar diciendo a los niños que tendrían que arreglárselas con menos juguetes este año para apoyar su agenda económica. Jane Mayer, reportera de The New Yorker, lo llamó “el momento María Antonieta de Trump”.

“Esta no fue la primera -ni la última- vez que Trump dijo algo que dejó a muchos estadounidenses con la boca abierta y la cabeza negando”, destacó Rolling Stone.

Horas después de su momento María Antonieta, a Trump le preguntaron durante una entrevista telefónica en un foro transmitido por NewsNation cuál era el mayor error que había cometido hasta el momento en su segunda presidencia. “Realmente no creo haber cometido ningún error”, respondió. El público estalló en carcajadas.

Pero ese mismo mes, el médico de Trump en la Casa Blanca, el Dr. Sean Barbabella, escribió que el presidente “muestra una excelente salud cognitiva y física y está en plena forma para ejercer las funciones de comandante en jefe y jefe de Estado”. Añadió que se le evaluó la función cognitiva de Trump, la cual resultó normal.

“Lo que observamos son los signos clásicos de la demencia, que es un deterioro grave de la base y el funcionamiento de una persona (…) Eso es muy importante porque una de las áreas donde más podemos ver esto físicamente es en sus producciones verbales”, declaró en junio John Gartner, psicólogo y autor que trabajó 28 años como profesor adjunto de psiquiatría en la Facultad de Medicina de la U. Johns Hopkins. “Si nos remontamos a las películas de la década de 1980, (Trump) era, de hecho, extremadamente articulado (…) Era capaz de expresarse con párrafos pulidos, y ahora tiene verdaderas dificultades para completar una idea, lo cual representa un enorme deterioro”, comentó Gartner durante una reciente aparición en “The Dean Obeidallah Show”.

“Su vocabulario se ha deteriorado, pero también ha empezado a mostrar signos muy específicos de parafasia fonémica, por ejemplo, cuando habitualmente no puede decir una palabra en inglés, así que la sustituye por una palabra no fonética que es más fácil de pronunciar y que suena como esa”, señaló. Gartner afirmó que hay “docenas de ejemplos” de Trump haciendo esto.

Gartner, quien durante el primer mandato de Trump cofundó Duty to Warn, un grupo de profesionales de la salud mental que creían que padecía el trastorno de personalidad narcisista maligno, advirtió: “Predije antes de las elecciones que probablemente se desplomaría antes de que terminara su mandato. Y al ritmo en que se está deteriorando, ya saben... ya veremos. Pero la cuestión es que va a empeorar. Esa es mi predicción”.

¿Incoherencia verbal?

Precisamente durante la campaña de 2024, después del desempeño vacilante de Trump en su debate contra Kamala Harris en septiembre, Richard A. Friedman, profesor de psiquiatría clínica y director de la clínica de psicofarmacología del Weill Cornell Medical College, escribió en The Atlantic un artículo titulado El discurso repetitivo de Trump es una mala señal, donde apuntaba que si el debate fue una prueba cognitiva, “el expresidente fracasó”.

“Cualquier experto en salud mental imparcial estaría muy preocupado por el desempeño de Donald Trump”, señaló entonces Friedman. Añadió: “Si un paciente se presentara ante mí con la incoherencia verbal, el pensamiento tangencial y el discurso repetitivo que Trump ahora demuestra con regularidad, casi con toda seguridad lo derivaría a una evaluación neuropsiquiátrica rigurosa para descartar una enfermedad cognitiva”.

Pero las preocupaciones por la agudeza mental de Trump ya se manifestaban durante su primer mandato. Psiquiatra forense y reconocida experta en violencia, Bandy X. Lee había asesorado a la OMS, así como a gobiernos de todo el mundo, pero nunca estuvo muy interesada en la política partidista de Estados Unidos. Eso, hasta que Donald Trump llegó a la Casa Blanca. La entonces académica de la Universidad de Yale editó en octubre de 2017 el libro El peligroso caso de Donald Trump, en el que 27 psiquiatras, psicólogos y otros profesionales de la salud mental describían el “peligro claro y presente” que la salud mental del presidente estadounidense representaba para el “bienestar de la nación y del individuo”.

Tal repercusión tuvo esta investigación, que una docena de miembros del Congreso se reunió en privado el 5 y 6 de diciembre de 2017 con Lee con el propósito de dilucidar si Trump estaba capacitado para ejercer su cargo. “Tenemos un consenso médico respecto de la peligrosidad de Trump”, dijo entonces la psiquiatra a La Tercera, apuntando a que las investigaciones sobre la “trama rusa” iniciaron “una crisis de salud mental en un presidente que no puede lidiar bien con las tensiones”.

Y Lee mantiene actualmente su preocupación por la condición de Trump. “La pérdida del apoyo de su base tras su desestimación del escándalo de Epstein, y su ‘guerra comercial’, sin ninguna base real para ganar, son otras causas de crisis. Se encuentra en un ciclo de deterioro que se acelerará aún más con el tiempo. No puede sobrevivir sin adoración y adulación, que son para su psique lo que el oxígeno para el cuerpo -por eso inventó cuentos fantásticos para darle a su público lo que deseaba oír- y ahora ni siquiera puede hacerlo, en parte porque se le están agotando las opciones y en parte por el deterioro cognitivo. Esto supone un peligro extremo para todo el mundo”, comenta a La Tercera.

“Nunca creímos que estuviera en condiciones de ejercer su cargo hoy ni ayer, por eso mi libro, éxito de ventas del New York Times en 2017, se tituló El peligroso caso de Donald Trump. Si bien las fuerzas de seguridad suelen intervenir después de que un acto peligroso ya ha ocurrido, los expertos en salud mental deben intervenir cuando ya se está gestando un curso peligroso que se volvería inevitable de no mediar. Lo hicimos, no tratando al presidente como un paciente, sino respondiendo a nuestra responsabilidad profesional con la sociedad, ya que los psiquiatras y otros profesionales de la salud mental tienen la obligación no solo con los pacientes privados, sino también con la protección y el mejoramiento de la sociedad”, sostiene Lee.

Y el balance de la psiquiatra forense no es optimista. “Quizás (Trump) no representaría un peligro tan grave si no estuviera en la Casa Blanca. Sin embargo, en su puesto actual, representa el mayor riesgo que cualquier persona haya representado jamás en la historia de la humanidad, hasta el punto de poner en peligro la supervivencia misma de la especie. Esto se debe a la tecnología de la que dispone y a la autoridad ilimitada que se le ha otorgado”, concluye.

Aunque Rolling Stone cree que “los momentos de vejez de Trump están empeorando”, apuesta por dejar abierto el diagnóstico: “¿Acaso Estados Unidos tiene otro presidente en decadencia o es Trump simplemente siendo Trump?”, plantea.

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