Boric no CAE
En esto no han fallado nunca: cada vez que se aproxima una elección, el Frente Amplio vuelve a poner el tema del Crédito con Aval del Estado (CAE) sobre la mesa. ¿Por qué? Porque apela a su núcleo duro de votantes. Encuesta tras encuesta, especialmente en momentos de bajo apoyo, reluce en la palma del Presidente Boric un 20% irreductible e incombustible de fieles. Y el perfil primordial de ese lote corresponde a jóvenes de clase media y media alta con estudios superiores. Son los deudores del CAE que aspiran a librarse de esa deuda. Y el FA, si bien no era la mayoría de las cosas que se jactaba de ser, sí se ha esforzado por cumplir como asociación gremial universitaria (aunque tratando de hacer rendir electoralmente todo lo posible el vínculo con sus bases). Como he dicho antes, Boric es un Presidente de la Fech gobernando Chile. El corazón del modelo de negocios político de la nueva izquierda es la universidad.
Este hecho complica a la derecha, que ha leído el tema de la expansión de la educación superior casi exclusivamente en términos económicos, como si no fuera un fenómeno con importantes consecuencias políticas. Hace poco, Harald Beyer y Loreto Cox, que fueron parte clave del equipo a cargo de educación en Piñera I, publicaron una columna (“Una década de gratuidad”) criticando correctamente la gratuidad como una política regresiva e injustificada, que no ha ampliado sustantivamente la matrícula por sobre lo logrado por el CAE. Pero esta crítica no logra ver que la gratuidad es hija del CAE: es el fruto de las masivas movilizaciones de los endeudados, apoyados por sus familias, para deshacerse de esa deuda. Las mismas masivas movilizaciones que arruinaron el gobierno de Piñera I, y que terminaron impulsando a Boric, Jackson, Vallejo y Cariola, además de a una miríada de otros dirigentes universitarios de todo tipo, a las más altas esferas del poder en tiempo récord.
Lo que la derecha es incapaz de ver o de reconocer es aquello que Carlos Ruiz Encina, hoy cancelado –no con malas razones- por el mismo sujeto histórico que ayudó a perfilar, reconoció en su momento como una mina de oro política. Cientos de miles de estudiantes de primera generación universitaria bajo un mismo techo y con las mismas deudas: una gran clase unida por intereses comunes, y socializada políticamente en los mismos espacios, controlados por la izquierda. Si se le agrega a eso que muchas de las carreras ofertadas no proveen los retornos económicos ni de prestigio esperados por los estudiantes y sus familias (ver los estudios sobre “privación relativa salarial” liderados por el economista del CEP Mauricio Salgado), el material explosivo difícilmente podría ser de mejor calidad.
Sería justamente en las carreras con retornos más dudosos, las de las áreas de Humanidades y Ciencias Sociales, donde, según la visión de Ruiz, se formaría la vanguardia política capaz de darle forma a un “pueblo”. En estas facultades no existe pluralismo político (ver la columna del sociólogo Octavio Avendaño “¿Universidades politizadas o caricaturas de revolución?”), por lo que es fácil hacerlas cumplir el rol de centros de adoctrinamiento. Proveen, así, cuadros económicamente dependientes y políticamente comprometidos con la causa. Basta ver la nómina del ejército de profesionales frenteamplistas integrados a cargos gubernamentales bajo Boric para reconocer a esta legión. Los mismos que jamás ganarían esos sueldos fuera del Estado, por lo que defenderán al gobierno a morir en el periodo electoral, y serán los primeros en las calles con tal de recuperar sus puestos en caso de una derrota. Varios de ellos ya pasaron bastantes jornadas en “Plaza Dignidad” entre 2019 y 2020.
Ni la derecha ni la antigua izquierda tienen nada parecido a esta máquina de votos, activistas y militantes. Las bases sociales de ambas se han disuelto en las arenas del tiempo, y no es que abunden sujetos sociales esperando ser representados. Esto es lo que hace al Frente Amplio tan especial, y a Boric un Presidente que nunca podría caer tan bajo en las encuestas como Piñera, haga lo que haga. ¿Cómo hacer frente a tal adversario? He ahí la verdadera gran pregunta de estas elecciones.
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